¿Los animales grandes siempre duermen parados?
¿Cómo es posible que vacas o búfalos puedan dormir de esta manera sin caer o acostarse? Hay una respuesta a la pregunta del por qué animales grandes siempre duermen parados.
Para empezar, la idea de que esos animales solo duermen parados es incorrecta.
La mayoría de los cuadrúpedos terrestres herbívoros (entre ellos, vacas, alces, rinocerontes, bisontes y caballos), solo pueden dormitar sobre sus patas, pero tienen que acostarse para dormir profundamente.
Por ejemplo, cuando parece que los caballos duermen parados, «es posible que se encuentren en un estado de sopor o lo que se conoce como sueño de onda lenta, que no es tan profundo como el sueño MOR [movimientos oculares rápidos]«, explica Amy Johnson, de la Escuela de Veterinaria de la Universidad de Pennsylvania, en un correo electrónico.
Pero, ¿cómo lo hacen? Si muchos ni siquiera contemplamos la posibilidad de dormir de pie en un avión atestado de pasajeros.
«Las piernas de los caballos tienen algo llamado aparato de bloqueo«, agrega Johnson. «Sus extremidades poseen tendones y ligamentos que permiten que el animal permanezca sobre sus patas mediante un esfuerzo muscular mínimo y de esa manera pueden pararse -y hasta dormitar- largos periodos«.
Los animales de manada, como el bisonte, tienen otro motivo para quedarse parados mucho tiempo: buscan señales de peligro.
En una manada de bisontes «no todos los animales dormitan -y en todo caso, tampoco duermen- al mismo tiempo«, informa el correo electrónico de Murray Woodbury, del Colegio Occidental de Medicina Veterinaria, en Saskatchewan.
De ese modo, los miembros de la manada que están despiertos y parados actúan como vigías contra depredadores y otras amenazas.
Lo sorprendente es que algunos animales grandes necesitan poco sueño.
Las jirafas pueden funcionar con apenas cinco minutos de sueño al día. Sí, solo cinco minutos, según el Zoológico de San Diego.
Y los elefantes africanos y asiáticos no necesitan dormir mucho más de tres horas.
No obstante, los rinocerontes se parecen un poco más a nosotros: duermen unas ocho horas al día, según informes del Parque Nacional Kruger de Sudáfrica.
Vince Crichton, biólogo de la vida silvestre (jubilado) en Manitoba Conservation and Water Stewardship, Canadá, vivió de cerca la experiencia de «la siesta del alce» cuando se quedó dormido junto a uno.
Estuvo observando el comportamiento de un macho durante dos días y cuando el animal se acostó en el bosque, Crichton se sentó cerca de allí, con mucho cuidado.
Al cabo de pocas horas, la señora Crichton lo despertó bruscamente, preguntando: «¿Acaso los dos pretenden dormir toda la tarde?».
Hombre y alce se habían entregado a los brazos de Morfeo y ninguno estaba parado.
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