Seducen a los insectos hacia sus trampas mortales y luego devoran su carne. ¿Es la manera como debe comportarse una planta? ¡Son plantas carnívoras!
Este tipo de plantas, se consideran carnívoras o asesinas, porque obtienen casi todos sus nutrientes mediante la captura y el consume de pequeños animales, en su mayoría insectos.
Las especies carnívoras hacen la fotosíntesis como las demás plantas, pero la mayoría vive en ciénagas y otros hábitats pobres en nutrientes. Enriquecer su dieta con el nitrógeno que obtienen de los animales las ayuda a sobrevivir.
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Muchas de las más de 675 especies carnívoras tienen trampas pasivas. Una Pinguicula del tamaño de un bollo, eriza sus pelos pegajosos para atrapar a los insectos, hasta que los jugos digestivos hagan su trabajo.
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Los bichos sedientos son atraídos hacia las que parecen gotas de rocío en una drosera australiana, y luego se quedan enmarañados en los tentáculos pegajosos.
Una mosca se lanza entre los pinos en Carolina del Norte. Atraída por lo que parece el aroma de néctar de una mancha escarlata en forma de flor, sobre el suelo se posa sobre la acolchada superficie de una hoja rojiza. Toma un sorbo del líquido dulce que rezuma de la hoja, rozando con la pata un pelo diminuto y luego otro.
De pronto, se encuentra rodeada por paredes. Ambos lados de la hoja se están cerrando y las espinas en sus bordes se entrelazan como dientes de una mandíbula. Mientras la mosca lucha por escapar, la trampa se aprieta hasta cerrarse.
Ahora, en vez de ofrecer néctar dulce, la hoja libera enzimas que corroen gradualmente las entrañas de la mosca hasta convertirlas en una sustancia pegajosa. La mosca ha sufrido la máxima humillación para un animal: la mató una planta.
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La pantanosa sabana de pinos en un radio de 140 kilómetros en Wilmington, Carolina del Norte, es el único lugar donde las Venus atrapa-moscas son autóctonas.
También es hogar de otras especies de plantas carnívoras, menos famosas y más extendidas pero no menos extra ñas.
Se pueden encontrar plantas insectívoras con hojas como copas de champaña, en las que los insectos (y a veces animales más grandes) se pierden y mueren.
Las droseras envuelven a sus víctimas en un abrazo pegajoso. En estanques y arroyos crecen utricularias, que succionan su presa como si fueran aspiradoras submarinas. Hay algo maravillosamente inquietante en una planta que devora animales.
Carlos Linneo, el naturalista sueco del siglo xviii que concibió el sistema para clasificar la vida, se oponía a esta idea. Si las Venus atrapamoscas en efecto comieran insectos, declaró, eso iría “contra el orden de la naturaleza como Dios quiere”.
Charles Darwin fue más listo y lo cautivaron los modos desordenados de las plantas carnívoras. En 1860, poco después de su primer encuentro con una de estas, una drosera, en un brezal inglés, el autor de “El origen de las especies” escribió:
“Me importa más la drosera que el origen de todas las especies en el mundo”.
Pasó meses haciendo experimentos con las plantas. Ponía moscas en sus hojas y observaba cómo cerraban lentamente sus pegajosos tentáculos sobre su presa. Las excitaba con pedazos de carne cruda y yema de huevo.
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Lo maravillaba cómo el peso de sólo un cabello humano era suiciente para iniciar una respuesta. Sin embargo, las droseras ignoraron las gotas de agua, incluso las que caían de una altura.
Pensó entonces que obviamente reaccionar a la falsa alarma de un baño de lluvia sería un “gran mal” para la planta. No se trataba de un accidente. Era adaptación.
Darwin expandió sus estudios de las droseras a otras especies y finalmente registró sus observaciones y experimentos en 1875, en un libro, Plantas insectívoras.
Se maravilló ante la exquisita rapidez y poder de la Venus atrapamoscas, planta que calificó como “una de las más asombrosas del mundo”.
Mostró que cuando una hoja se cerraba, se transformaba en “una taza o estómago temporal”, secretando enzimas que podían disolver la presa.
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Se dio cuenta que a una hoja le tomaba más de una semana volverse a abrir después de haberse cerrado y pensó que las espinas que se entrelazan en los márgenes de la hoja permitían que los insectos de menor tamaño escaparan, ahorrándole a la planta el gasto de tener que digerir comida insuficiente.
Darwin relacionó la velocidad de reacción de los pelos de la trampa de la Venus, se cierra en cerca de una décima de segundo, con la contracción muscular de los animales. Pero las plantas no tienen músculos y nervios. Entonces ¿cómo pueden reaccionar como animales?
Los biólogos de hoy, con herramientas para estudiar ADN, empiezan a entender cómo cazan, se alimentan y digieren estas plantas, y cómo surgieron estas adaptaciones.
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Tras años de estudio, Alexander Volkov, fisiólogo vegetal, cree haber descubierto el secreto de la Venus atrapa – moscas: “Se trata de una planta eléctrica”.
Cuando un insecto roza uno de los pelos de la hoja de una Venus atrapamoscas, la flexión dispara una pequeña carga eléctrica. Esta se acumula dentro del tejido de la hoja pero no es suficiente para estimular el cierre, lo que evita que la Venus atrapamoscas reaccione a falsas alarmas, como la lluvia.
Pero es muy probable que un insecto roce un segundo pelo, añadiendo suficiente carga para hacer que la hoja se cierre.
Los experimentos de Volkov revelan que la carga viaja por túneles llenos de fluido en la hoja, que abre poros en membranas celulares. El agua surge de las células en el interior de la hoja a aquellas en el exterior, haciendo que esta cambie rápidamente su forma de convexa a cóncava, como un lente de contacto suave.
Al cambiar, las hojas se juntan, atrapando al insecto. La utricularia también tiene una manera sofisticada para tender su trampa subacuática. Bombea agua desde una pequeña vejiga, disminuyendo la presión adentro.
Cuando una pulga de agua u otra pequeña criatura pasa, flexiona los pelos disparadores de la vejiga, haciendo que se abra una tapa. La baja presión chupa agua, arrastrando al animal.
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En un quingentésimo de segundo, la puerta vuelve a cerrarse. Las células de la vejiga empiezan entonces a bombear agua otra vez, creando un nuevo vacío.
Muchas otras especies de plantas carnívoras actúan como papel matamoscas, atrapando animales con sus tentáculos pegajosos.
Las plantas insectívoras usan otra estrategia: desarrollan largas hojas tubulares en las que caen los insectos. Algunas de las más grandes tienen hojas de hasta un tercio de metro de profundidad.
La Nepenthes ralesiana, insectívora que crece en las junglas de Borneo, produce néctar que atrae a los insectos y forma una supericie resbaladiza en la que no se pueden sostener, se deslizan en el líquido y caen en un fluido digestivo con propiedades muy diferentes.
Muchas plantas carnívoras tienen glándulas que secretan enzimas lo suicientemente poderosas para penetrar el duro exoesqueleto de los insectos, de manera que pueden absorber nutrientes del interior de su presa.
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