Los insectos tienen un sistema GPS interno asombrosamente avanzado.
Cuando vemos un escarabajo pelotero con la cabeza hacia el suelo, el trasero levantado y las patas posteriores empujando una enorme pelota de estiércol, es difícil creer que navega orientándose por el cielo.
Desde hace años, los científicos han estado fascinados por la capacidad de estos pequeños coleópteros para navegar en cualquier dirección mientras hacen rodar enormes pelotas de estiércol porque, si bien es evidente que usan información del cielo para encontrar su camino, nadie ha desentrañado cómo procesan las diversas pistas celestiales en sus diminutos cerebros.
Sin embargo, el lunes pasado un equipo de científicos suecos y sudafricanos publicó un nuevo estudio en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, donde aportan otra pieza al rompecabezas del excremento rodante. Los investigadores descubrieron que una especie de escarabajo, activa durante el día (escarabajos diurnos), usa pistas de navegación diferentes y tiene un sistema GPS interno distinto que la otra especie, activa durante la noche (escarabajos nocturnos). (Lee: Los rivales de Ant-Man en la vida real)
?El trabajo que realizaron con anterioridad fue, eminentemente, conductual?, dice Paul Graham, quien estudia la navegación de insectos en la Universidad de Sussex y no participó en la investigación. ?Pero el verdadero logro de esta investigación es que también estudiaron el cerebro de los escarabajos, y eso es un gran paso?, asegura.
Cómo engañar a un escarabajo pelotero
Dirigidos por el investigador posdoctoral Basil el Jundi, de la Universidad de Lund, Suecia, el equipo de científicos viajó a Sudáfrica y se puso a jugar con la mente de los escarabajos. Observaron que, cuando uno de los insectos descubría un montón de excremento, arrancaba un pedazo, le daba forma de pelota y echaba a rodar el sabroso pedazo en línea recta, para darse un festín lejos de las multitudes de sus congéneres.
Lee: Así logran su cometido las hormigas
?Casi siempre les dábamos una pelotita?, dice El Jundi. ?Los escarabajos trepaban encima, hacían una especie de danza de orientación, luego bajaban y comenzaban a rodarla en una dirección particular?.
Mientras un escarabajo empujaba su pelota en una dirección específica, los investigadores colocaban espejos para cambiar el punto donde el coleóptero percibía la posición del sol o la luna. Según lo que causaba que el bicho ajustara su dirección, los científicos podían determinar si su navegación dependía del sol o la luna (o ninguno).
Hallaron que la especie diurna usa el sol para navegar durante el día, y la luna por la noche. Mas la especie nocturna es un poco peculiar: durante el día, cuando la luz es intensa, usan el sol para encontrar su camino. Pero de noche, cuando el cielo se ilumina con la tenue luz de la luna y las estrellas, utilizan un patrón de iluminación llamado luz polarizada, que se genera por la dispersión atmosférica de la luz solar y la luz de luna. Es algo que el ojo humano no percibe, pero que los insectos pueden ver.
El Jundi explica que, a diferencia de nuestras brújulas que siempre apuntan al norte, los escarabajos peloteros nocturnos tienen una ?brújula dinámica? que les permite adaptarse a los cambios de luz.
Cerebros de escarabajo
De vuelta en el laboratorio, el Jundi y sus colegas estudiaron con detenimiento las células cerebrales (neuronas) de los escarabajos y descubrieron que las neuronas ?brújula? de la especie nocturna podían modificar sus respuestas: durante el día, las neuronas respondían a la posición del sol y por la noche, respondían a la luz polarizada.
En la especie diurna, que solo usa el sol y la luna para orientarse, las neuronas no manifestaron el mismo cambio, lo que confirmaba que la navegación dependía de un cuerpo solar. Por supuesto, bajo la intensa luz del día, es muy simple usar el sol para encontrar el camino.
Pero de noche, la luna es una guía tenue e inconstante. Así que el Jundi y sus coautores especulan que los peloteros nocturnos se han adaptado a la escasa iluminación cambiando de la navegación dirigida por un cuerpo celestial a la navegación guiada por la luz polarizada diseminada en todo el cielo nocturno, lo que maximiza la información visual que reciben sus cerebros.
A veces, ni siquiera hay luz polarizada para navegar, como ocurre en noches sin luna. Y en esos casos, el Jundi cree que los insectos utilizan la Vía Láctea.
?En ocasiones, los neurocientíficos olvidamos que nuestra tarea es investigar cómo es que los cerebros de los animales crean conductas en el mundo real?, dice Graham. ?Es muy hermoso descubrir cómo ocurre una conducta. Sobre todo algo divertido, como un escarabajo que hace rodar bolas de estiércol?.