Joel Sartore fotografía tantos animales como sea posible, antes de que algunos desaparezcan.
Durante años, Joel Sartore, fotógrafo de National Geographic, trabajó lejos de casa documentando la pasmosa fauna del Parque Nacional Madidi en Bolivia, encaramándose en los tres picos más altos de Gran Bretaña o acercándose a los osos grizzly en Alaska. Kathy, su esposa, permanecía en Lincoln, Nebraska, a cargo de los niños.
Pero en la víspera del día de Acción de Gracias de 2005, a Kathy le diagnosticaron cáncer de mama. La enfermedad la condenó a siete meses de quimioterapia, seis semanas de tratamientos de radiación y dos cirugías. Así que Joel Sartore no tuvo opción: con tres hijos de 12, nueve y dos años no podía viajar en busca de las historias que eran el pilar de su carrera. En esa época, comenta, ?tuve un año en casa para pensar?. Pensó en el ornitólogo John James Audubon. ?Pintó varias aves que ahora están extintas ?afirma Sartore?. Pudo percibir el fin de algunos animales, incluso en la primera década del siglo XIX?. Pensó en George Catlin, quien pintó a las tribus de indios americanos ?sabiendo que su forma de vida iba a verse muy alterada? por la expansión hacia el oeste.
?Y entonces pensé en mí ?agrega?. Me había dedicado casi 20 años a fotografiar la naturaleza y no hacía mucho para lograr que la gente se interesara?.
Había tomado imágenes que mostraban en una fotografía por qué luchaba una especie ?el ratón de playa de Alabama, por ejemplo, frente al desarrollo costero que amenazaba su hábitat?, pero se preguntaba si una táctica más sencilla resultaría más eficaz. Los retratos podrían captar la forma, las características y, en muchos casos, la mirada penetrante de un animal. Sin embargo, ¿también podrían utilizarse para captar la atención del público?
Un día de verano en 2006, Sartore le llamó a su amigo John Chapo, presidente y director ejecutivo del Zoológico de los Niños de Lincoln, y le preguntó si podría retratar algunos de los animales del zoológico. Incluso con Kathy enferma, podía trabajar un poco más cerca de casa, ya que el zoológico estaba a solo kilómetro y medio.
Cuando llegó al zoológico, Sartore les pidió dos cosas a Chapo y a Randy Scheer, el curador: un fondo blanco y un animal que se quedara quieto. ?¿Qué te parece una rata topo lampiña??, preguntó Scheer. Colocaron al roedor lampiño, de dientes saltones, sobre una tabla para cortar que tomaron de la cocina del zoológico y Sartore empezó a tomar fotografías. Podría parecer extraño que esa humilde criatura haya inspirado lo que se ha convertido en la obra de vida de Sartore: fotografiar las especies que viven en cautiverio y hacer que la gente se interese por su destino, pero emprender una misión planetaria con un pequeño roedor encaja perfectamente con la filosofía de Sartore. ?Me emociono mucho cuando retrato bichos pequeños como este, porque nadie les presta atención?, señala.
Se calcula que existen entre dos millones y ocho millones de especies de animales en el planeta. Muchas de ellas podrían extinguirse para finales de este siglo (los pronósticos varían de 1,600 especies a tres millones), a causa de la pérdida de hábitat, el cambio climático y el comercio de fauna silvestre. ?La gente piensa que vamos a perder animales cuando tengamos nietos ?afirma Jenny Gray, directora ejecutiva de los Zoológicos Victoria en Australia?. Ya los estamos perdiendo. Y esos animales se han ido para siempre?.Los zoológicos son la última esperanza para muchos animales al borde de la desaparición, pero los zoológicos albergan solo una fracción de las especies del planeta.
Sartore calcula que le tomará 25 años o más para fotografiar la mayoría de las especies en cautiverio.
Durante la última década, Sartore ha fotografiado más de 5,600 animales para el apasionante proyecto que él llama Photo Ark [el arca fotográfica]. Ha fotografiado ejemplares pequeños: una diminuta rana dardo venenosa verde y negra, una mosca amante de las flores de El Segundo, California. Grandes: un oso polar, un caribú. Marinos: un pez conejo, un calamar hawaiano. Aves: un faisán de Edwards, un turpial de Montserrat. Y no ha parado.
Sartore no manipula los animales, deja que lo hagan los cuidadores del zoológico. Si en algún momento ?el animal muestra señales de estrés, la sesión termina ?dice?. La seguridad y la comodidad de los animales es lo primero?. Ninguno de ellos ha resultado lesionado.
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Encuentra el artículo completo en la edición de abril de la revista National Geographic en Español
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