Al suroeste de Bolivia, en el departamento de Potosí, se encuentra el salar de Uyuni, un desierto salino tan amplio que puede verse desde el espacio.
Caminar en medio de la nada. A veces sobre un suelo pálido e interminable, a veces sobre las nubes. El blanco infinito bajo mis pies solo se interrumpe cuando arremete contra el azul del cielo, en la lejanía de un horizonte inacabable y continuo. Entre tanta inmensidad, la soledad es absoluta y el silencio, total. Una gaviota pasa volando sobre mi cabeza para luego darme cuenta de que me hallo sobre una fina capa de agua que refleja todo alrededor. Camino sobre las nubes.
La historia geológica de este sitio lo ubica dos veces bajo el agua salobre: una hace 40 000 años, cubierto por el lago Minchín ?de unos 36 000 kilómetros cuadrados?, y la otra hace 12 000 años, cuando el derretimiento glaciar formó las aguas del lago Tauka. Tras miles de años, ambos cuerpos de agua se evaporaron debido a la falta de afluentes y al calor por la actividad volcánica, dejando el salar de Uyuni ?así como al de Coipasa y a los lagos Poopó y Uru Uru? como registro de su existencia.
Mira los impresionantes paisajes del salar de Uyuni en movimiento.
De esta forma, la desecación ayudó a que las capas de sal bajo los antiguos lagos se solidificaran hasta conformar las extensiones blancas del altiplano boliviano. Los únicos testigos de este pasado prehistórico son 32 islas formadas por corales y estromatolitos (residuos de cianobacterias) petrificados. Entre ellas, la más visitada se ubica en la zona central, Incahuasi, donde especies endémicas de la región ?como vizcachas y más de 16 000 cactus gigantes, llamados cardones de la puna? habitan las 24 hectáreas de este islote perdido entre la sal.
Desde la cima de la isla, la llanura parece un mar sólido, infinito y liso, diferente de cuando se observa de cerca, ya que algunas partes del salar muestran un patrón peculiar bajo su corteza. El fondo se compone de 11 costras de sal, de dos a 10 metros de espesor cada una, entre las cuales hay espacios donde se acumula el agua de lluvia, que posteriormente se convierte en salmuera. Así, el calor del sol ocasiona evaporación, que intenta salir hacia la superficie al romper la sal y crear fracturas que se presentan como una serie de hexágonos en el suelo. Esto ocurre por medio de un proceso llamado diaclasa, el cual permite que el vapor escape con mayor facilidad.
Sin embargo, esta salmuera no solo brinda un ambiente extraterrestre a este desierto salitroso. También contiene minerales muy importantes, como boro, magnesio y cloruro de sodio, pero sobre todo litio, con el que se fabrican baterías, computadoras, celulares, televisiones y varios dispositivos tecnológicos. Esto ha llamado la atención de empresas japonesas, francesas y coreanas, así como de los gobiernos de Rusia, Irán y China ?aliados del presidente boliviano Evo Morales?, que realizan perforaciones para llegar hasta los depósitos de litio y extraer este recurso, considerado estratégico para el futuro de las naciones industrializadas.
Existen unos 100 millones de toneladas de litio bajo los más de 12 000 kilómetros cuadrados de superficie del salar; esto lo convierte en la reserva más grande del mundo, con más de 50 % del total mundial. Por eso, aquí opera una planta de carbonato de litio que lo produce y exporta a escala industrial. Pero no es lo único que provee Uyuni: los artesanos locales pueden procesar hasta 5 000 kilos de sal al día ?unas 25 000 toneladas al año?, tanto para consumo humano como para la construcción de viviendas y hoteles.
Incluso con la explotación creciente de los recursos, en una buena temporada de lluvia la naturaleza del salar permite que este recupere hasta cinco centímetros de grosor y cinco metros de perímetro cada año. Así, debido a la constante expansión del desierto, no es el salar sino el pueblo de Uyuni el que se encuentra en peligro, pues en algún momento quedará enterrado bajo la sal.
Al atardecer, la planicie desértica pareciera estar nevada. Los destellos entre los granos de sal poco a poco se apagan mientras se oculta el sol. Con la oscuridad circundante, el cielo y el horizonte se entrelazan hasta que comienzan a surgir las primeras estrellas. Volteo a ver el suelo, de nuevo piso agua. Minutos después, tanto arriba como abajo, el centelleo estelar conquista la noche y la Vía Láctea corta de tajo la bóveda celeste. Ahora camino en el espacio sideral.
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Este artículo es parte de la serie ?NG20ANIVERSARIO | Lo mejor de América Latina? con motivo del 20° aniversario de National Geographic en español, incluido en la edición impresa de junio 2017. Si deseas leer el texto completo, puedes suscribirte a la publicación impresa o digital, en iTunes y Google Play.
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