Estos renacuajos tienen un método súper rápido para escapar de las serpientes
¿Cómo se salva una rana que ni siquiera ha nacido?
Toda rana verde de ojos rojos debe confrontar este dilema. Las ranas desovan en plantas que crecen sobre estanques. Después de una semana, los renacuajos eclosionan y caen al agua; al menos en teoría. En la práctica, muchos huevos indefensos, inmóviles, expuestos y deliciosos son devorados por serpientes o avispas. Por suerte, tienen una estrategia de supervivencia: la eclosión súper rápida.
Para la mayoría de las ranas, la eclosión es un proceso lento. Los renacuajos producen enzimas que degradan la cubierta gelatinosa de sus huevos en el transcurso de varias horas. Sin embargo, cuando es necesario, los huevos de la rana verde de ojos rojos pueden eclosionar en cuestión de segundos. Karen Warkentin descubrió esta propiedad en 1995, y ha pasado los últimos 20 años explorándola. Ha demostrado que las ranas pueden eclosionar antes para escapar de serpientes, avispas, inundaciones, sequías, y hongos infecciosos.
Por supuesto, el truco conlleva un precio: las crías prematuras son más pequeñas y vulnerables a los peligros que hay en el agua, pero al menos 80 por ciento de ellas logran sobrevivir a las amenazas aéreas.
Eso explica porqué las ranas han evolucionado su truco de eclosión rápida, mas no aclara cómo funciona. Y Warkentin no lo averiguó durante todos esos años de trabajo. Supuso que como el proceso era tan rápido, los embriones no podían liberar enzimas como hacían las otras ranas. Y en vez de ello, tal vez se sacudían violentamente dentro del huevo para forzar su salida.
Para ver exactamente qué hacen, la estudiante de postgrado, Kristina Cohen, filmó a los chiquitines con una cámara de video de alta velocidad. En la grabación ralentizada, notó que un embrión podía abrir un orificio en su huevo sin tocarlo. Para ello, comienza a sacudirse, al tiempo que abre y cierra la boca. En breve, la parte del huevo que está directamente frente al hocico del embrión empieza a soltar líquido. Luego, el embrión mete el hocico en el punto de ruptura y se sacude, expandiéndolo, hasta que finalmente se impulsa para salir por la perforación.
Para confirmar que toda la secuencia inicia sin contacto alguno entre el renacuajo y la pared del huevo, Cohen aguardó a que los embriones empezaran a sacudirse, y luego los hizo girar dentro de sus huevos empujándolos con un bastoncito romo. Vio entonces que, pese a haberlos movido, la ruptura se formó en el lugar donde habían estado sus hocicos.
Resulta que, después de todo, las ranas estaban usando enzimas. Pero en vez de soltarlas gradualmente, almacenan su suministro. Al estudiar a los embriones bajo un microscopio poderoso, Cohen descubrió que tienen un denso grupo de glándulas en el hocico, y cada cual está repleto de pequeños paquetes que contienen enzimas que disuelven los huevos. Cuando se ven amenazados, los embriones pueden soltar todas sus enzimas al mismo tiempo, y de esa forma aceleran el proceso de eclosión.
?Podrían hacerlo en apenas seis segundos ?afirma Cohen; y en otros experimentos- los hemos grabado saliendo en menos tiempo?.
Este es uno de varios estudios que demuestran que los embriones no aguardan, pasivamente, a salir al mundo. Sino que ya son parte de él.
Por ejemplo, antes de eclosionar, los embriones de sepia pueden aprender a reconocer presas potenciales; los embriones de tiburón pueden usar sus sentidos eléctricos para evitar el riesgo de congelamiento; y los embriones de tortuga son capaces de arrastrarse hacia los lados más tibios de sus huevos. ?Los embriones de muchas especies participan activamente en su mundo. No solo reciben información, sino que la usan para hacer cosas que les ayudan a sobrevivir?, asegura Warkentin.