La joven polaca intervino una escultura más, aunque en esta ocasión es denunciada por daño ambiental.
La artista polaca Agata Oleksiak se enfundó un traje de buzo y se lanzó desde un barco a las aguas cálidas del Caribe, frente a Cancún, para envolver con tejido al crochet una «bomba de tiempo».
Quería llamar la atención sobre los tiburones en extinción y las amenazas que se ciernen sobre la vida marina, pero al salir a la superficie le estalló en las manos una denuncia por daño ambiental.
Fiel a su estilo de sorprender con sus intervenciones artísticas, la tejedora de 36 años, conocida como Olek, nadó entre las estatuas del mágico Museo Subacuático de Arte (MUSA) de Cancún y cubrió una de las obras con una red multicolor de ganchillo.
Escogió la escultura «Time Bomb», realizada por el británico Jason deCaires Taylor. Y todo podría haber quedado ahí si no fuera por el hecho de que las estatuas no están por puro arte en el fondo del mar.
Las más de 500 esculturas de material poroso, situadas dentro de un área natural protegida, tienen una finalidad de protección ambiental, que consiste en generar arrecifes artificiales para atraer a los visitantes hacia esa zona y disminuir la presión del turismo sobre los arrecifes naturales.
Algas y esponjas se han ido formando entre las estatuas, sumergidas a una profundidad de cuatro a ocho metros, para deleite de los amantes del buceo.
Peces de colores nadan entre las esculturas, entre las que hay una mesa servida para la cena («The Last Supper»), un joven recostado sobre el cristal de un automóvil («Anthropocene») y un hombre apoltronado en un sofá frente al televisor («Inertia»).
En la intervención artística de Olek «asoma un poco la ignorancia sobre el proyecto. Si supiera que esas bombas que cubrió ya estaban generando vida», dijo la directora ejecutiva del MUSA, Gena Bezanilla.
«El museo surge como una aportación cultural pero también como medida ambiental. Aunque no lo veamos a simple vista, de manera biológica está sucediendo algo. Hay orificios, ranuras, entrantes y salidas que se vuelven hogar de las especies», afirmó.
Olek, que vive en Nueva York y es una figura conocida del llamado arte del «yarnbombing», ya había recubierto al crochet estatuas, personas y objetos en otras partes del mundo, como un gato del escultor colombiano Fernando Botero de la Rambla del Raval en Barcelona, el toro de Wall Street o un taxi de Londres.
Cuando se metió al mar el 10 de agosto pasado en el Parque Nacional Costa Occidental de Isla Mujeres, Punta Cancún y Punta Nizuc, la idea llevaba varios años rondándole en la cabeza, según contó en un texto que subió a la red Vimeo con el video de la intervención artística.
Según explicó, la pieza de Taylor le pareció la adecuada porque no había en ella todavía coral y para reforzar el mensaje del propio autor sobre los riesgos que enfrentan los océanos.
Transformarla, contó, le implicó varios días de buceo y de tejer al crochet bajo el agua con fibras naturales peleando contra la corriente.
«Elegí envolver al crochet esta pieza para llamar la atención sobre el estado de los océanos del mundo y promover la preservación de la vida marina. Es una bomba de tiempo haciendo tick-tack y necesitamos actuar ahora si queremos salvar nuestros mares», dice Olek en el video.
El museo subacuático de Cancún, fundado en 2009, es uno de los grandes atractivos turísticos nuevos que tiene este famoso destino turístico del Caribe en México.
El parque nacional donde se encuentra es visitado por unas 750,000 personas al año. Y no hay custodios para vigilar las esculturas, creadas en total por seis artistas, entre ellos Taylor, que es el director artístico del museo, la mexicana Karen Salinas y el cubano Elier Amado Gil.
«Artísticamente, que una artista visual con una buena trayectoria venga al museo a hacer una intervención tiene un valor, pero ambientalmente tiene afectaciones importantes», dijo la directora del museo. Además, el tejido al crochet podría actuar como una red de pesca si se desprendiera.
Tras descubrir la intervención al crochet, el Parque Nacional elaboró una denuncia que presentó ante la Procuraduría General de la República y la Procuraduría Federal de Protección Ambiental.
«Se observó que dicho material sólido (el estambre) fue colocado sin tomar en consideración la existencia de algas y esponjas que se ha ido asentando en el arrecife artificial, así como tampoco de la fauna asociada a la misma, tales como moluscos y erizos ubicados cerca y en las oquedades de dicho arrecife artificial», dice la denuncia.
Olek no solicitó permiso. Al final de cuentas, el factor sorpresa también forma parte de este tipo de arte.
«Por la naturaleza de mi trabajo, con frecuencia genera una reacción dividida. Algunas personas lo aman y entienden, y otras no tanto», afirmó la artista en su texto. Su objetivo, aseguró, es provocar la reflexión e invitar a actuar a favor de un mundo más sustentable, aunque no todos compartan su método.