En el Aeropuerto Internacional Jomo Kenyatta, de Nairobi, el estruendo de los aviones y los camiones de carga es tremendo. Pero Rocco hace tu trabajo como si nada. En una de las áreas de carga, salta sobre una banda transportadora con equipaje que será embarcado a diversos destinos en todo el mundo. Muy concentrado, trota de maleta en maleta olfateando cada una. De pronto, se detiene en seco frente a un bolso pequeño, se sienta un momento, y luego corre por su recompensa: un juguete de goma que le ofrece su adiestrador. ¿Este bolso tendrá marfil? Las autoridad buscan proteger a los elefantes y otras especies.
Rocco ha encontrado algo que las máquinas de rayos X y los inspectores humanos habrían pasado por alto fácilmente: un pedazo de marfil. La punta de un colmillo de elefante, del tamaño de una mano, estaba oculta dentro del bolso como parte de una demostración de la habilidad olfativa del perro.
El pastor belga malinois de tres años es miembro de un nuevo equipo de ocho perros especialmente entrenados para olfatear marfil en los puertos aéreos y marítimos de Kenia y Tanzania. En julio de 2015, siete guardabosques del Servicio Keniano para la Vida Salvaje, y seis de la División para la Salvaje de Tanzania, terminaron el nuevo entrenamiento canino bajo los auspicios de African Wildlife Foundation, grupo conservacionista no lucrativo con base en Kenia y operaciones en todo el continente africano.
En 2014, Kenia implementó legislaciones nuevas y muy estrictas para penalizar la caza y el tráfico de marfil con multas de 200,000 dólares e incluso, sentencias de cadena perpetua, lo que contrasta mucho con la multa máxima previa de 400 dólares. Y esas legislaciones más estrictas, aunadas a una mayor observancia de la ley, están teniendo efecto. A decir de African Wildlife Foundation, en el 2015, los cazadores furtivos mataron 93 elefantes, contra de un total de 384 en 2012.
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En enero pasado, Sally Jewell, secretaria del Interior de Estados Unidos, viajó a Kenia y suscribió un acuerdo en el que ambos países se comprometían a escalar los esfuerzos para combatir el tráfico de vida salvaje. Y este 30 de abril, en un acto simbólico para reforzar el mensaje de que está decidido a acabar con la caza ilegal y el tráfico de marfil, el gobierno keniano quemó 105 toneladas de marfil confiscado, así como una tonelada de cuernos de rinoceronte.
Pese a estos logros, Kenia persiste como un punto de tránsito importante para el marfil de contrabando. Sobre todo a través de Mombasa, el puerto marítimo principal para todo el territorio de África Oriental y algunas partes de África Central. Y es aquí donde entran en juego los perros detectores.
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Desde enero, los perros han conducido a 18 incautaciones de marfil tan solo en Kenia. En la más reciente, ocurrida a fines de marzo, uno de los perros identificó 18 piezas de marfil en bruto en el aeropuerto de Nairobi, dentro de un cargamento procedente de Mozambique con destino a Bangkok: una captura con un valor superior a 60,000 dólares.
Y en una sola semana de enero, los perros encontraron marfil oculto en el equipaje de cuatro pasajeros que viajaban a China. Dos de ellos estaban de tránsito en Kenia, procedentes de Ghana y Mozambique. Gran parte del marfil que llevaban ya había sido trabajado en anillos, brazaletes y otros adornos, y lo habían escondido en cajas de cigarrillos.
Kenia combate el tráfico de vida salvaje, como los elefantes, con ayuda de un nuevo equipo canino.
El equipo de perros detectó también más de 500 kilogramos de escamas de pangolín en el aeropuerto de Nairobi, así como 200 tortugas vivas en el Aeropuerto Internacional Julius Nyerere de Dar es-Salam, Tanzania.
«Esto debe ser una alerta para todos los viajeros que intenten contrabandear productos de animales salvajes», dijo Philip Muruthi, vicepresidente de protección de especies en African Wildlife Foundation.
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Los nuevos perros detectores del Servicio Keniano para la Vida Salvaje son más eficaces que los utilizados anteriormente en el aeropuerto de Nairobi, porque están mejor entrenados y dirigidos. Will Powell, director de conservación canina en African Wildlife Foundation, es quien entrena a los perros en su centro de Arusha, Tanzania, donde radica.
Tiene 20 años de experiencia en esta disciplina, sobre todo entrenando perros para detectar minas terrestres y explosivos en zonas de conflicto, como Afganistán, Bosnia, Sudán, Etiopía, y Eritrea. Explica que entrenar perros para detectar material orgánico, como marfil y otros productos animales, no es muy distinto de entrenarlos para detectar explosivos y narcóticos.
El secreto, agrega Powell, es el reforzamiento positivo. «Los perros aprenden a asociar el olor del marfil y otros objetivos con la recompensa de un juguete y muchos elogios -prosigue-. Los perros están condicionados a sentarse cuando huelen el marfil. Y tan pronto como se sientan, reciben el juguete y se divierten un montón».
Los adiestradores son seleccionados cuidadosamente entre las filas del Servicio Keniano para la Vida Salvaje y la División para la Salvaje de Tanzania, quienes deben demostrar afinidad con los perros. Luego, se someten a dos meses de entrenamiento junto con los canes, cuyas razas europeas incluyen pastor alemán, braco alemán de pelo corto, springer spaniel inglés, y por supuesto, pastor belga malinois.
Dichas razas son particularmente aptas para el trabajo, porque son perros con mucha energía, abiertos, sociales, «y les gusta trabajar -dice Powell, añadiendo que- los perros felices son los mejores perros de trabajo».
Señala que los belgas malinois «son el Ferrari de las razas de perros de trabajo».
Los belgas malinois poseen un buen equilibrio de energía y facilidad de control, de manera que los adiestradores novatos se desempeñan muy bien con ellos. Además, dice, «siempre están motivados, y son muy inteligentes, así como muy fuertes y resilientes».
Los perros se vuelven tan buenos detectives, que ni siquiera pasan por alto un objeto tan pequeño como un anillo o un brazalete. Eso es «testimonio de cuán bien entrenados están los perros y sus adiestradores», dice Powell quien, en estos momentos, está capacitado ocho perros más, que probablemente serán enviados a Uganda y Mozambique.
La detección es solo el primer paso. Las fuerzas judiciales son la siguiente etapa crítica para combatir el tráfico. Un experto debe verificar la autenticidad del marfil; hay que llenar correctamente los informes policiacos; y es necesario que policías, abogados, y magistrados conozcan las nuevas legislaciones y procedimientos legales para garantizar que los criminales sean castigados.
«Encontrar marfil de los elefantes, cuerno de rinoceronte u otro contrabando de vida salvaje no es un fin en sí mismo -dice Muruthi-. Queremos enjuiciar a los criminales, sentenciarlos, y aplicarles todo el peso de la ley, para que el disuasivo sea real».
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