En el extremo occidental de Canadá los lobos raqueros nadan entre islas, comiendo cualquier cosa que el mar les brinde.
?¿Te sientes con suerte??, pregunta Ian McAllister.
Estamos de pie sobre una diminuta isla 13 kilómetros al oeste de la masa continental de la Columbia Británica. Boscosa, azotada por el viento, es una de las miles de islas que figuran a lo largo de su costa hostigada por tormentas. McAllister ?activista medioambiental, fotógrafo, encantador de lobos? ya ha tomado una decisión. Se coloca sobre la hilera de tablas blanqueadas que flotan a la deriva en la línea de pleamar, yo hago lo mismo. Ante nosotros, una barra de grava de unos cien metros de largo enlaza nuestra pequeña isla con otra. Podemos escudriñar unos abetos de Menziés y unos cedros, sargazos vesiculosos, así como zosteras. Y así, de la nada, un golpe de suerte.
La pálida figura de un lobo surge de unos arbustos de gaulteria y se abre camino, descendiendo hacia la playa que está frente a nosotros. Husmea con el hocico entre las zosteras. Planta una pata sobre algo, lo desgarra con los dientes, tal vez un salmón muerto. Luego otro lobo se materializa al lado del primero. Los dos juntan sus hocicos, se vuelven hacia la barra de grava y comienzan a cruzar pesadamente las pozas de marea en dirección a nosotros.
En nuestra imaginación colectiva, los lobos trotan por la tundra cazando caribús o acosan ovejas descarriadas. Son carnívoros, cazan ciervos, alces, cabras de montaña, caribús y cualquier animal con pezuñas. Pero no aquí. En la costa exterior de la Columbia Británica, generaciones enteras de lobos jamás han visto una cabra de montaña o un alce. Algunos tal vez nunca hayan visto un ciervo. (Recomendamos: Nuestras fotografías favoritas de lobos)
Durante décadas, por toda la región occidental los encabezados han aullado acerca de los lobos: su regreso, sus reveses, el debate en torno a si debe establecerse una ordenación para estos animales y cómo llevarla a efecto. Se han realizado perfiles sobre ellos. Han sido estudiados, vilipendiados y ensalzados. Uno pensaría que para este momento sabríamos todo lo necesario acerca de ellos. Sin embargo, además del Homo sapiens, hay pocos mamíferos más adaptables o con hábitats más variados que el Canis lupus. Y estos lobos de la costa de la Columbia Británica parecieran ser excepcionales.
Encuentra el artículo completo en la edición de noviembre de la revista National Geographic en Español.
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