La crisis de contaminación en Flint, Michigan, hace que todo sea complicado y peligroso, desde bañarse hasta buscar comida.
Fotografías: Eugene Richards
FLINT, Michigan ? La pequeña Kaniya Fuqua-Strickland, de 9 años, se pone inquieta mientras los adultos hablan de su pérdida de memoria. Nacida y criada en Flint ?igual que su madre, auxiliar de enfermería-, Kaniya se inclina hacia delante sobre sus largas piernas. Gira apoyándose contra la mesa de la cocina y desvía la mirada de las caricaturas matutinas, primero al suelo y después hacia su abuela, quien parlotea en la sala de estar.
?Kaniya es una niña que??, dice la abuela, Gail Fuqua, madre de cinco y abuela de 14.
?¡La pérdida de memoria!?, interrumpe Felecia Waters, la madre de Kaniya.
?Eso tiene. Pérdida de memoria a corto plazo ?dice Gail-. Salió de la nada?.
Kaniya escucha, pero guarda silencio; la mirada fija en el suelo.
¿Sería el agua?
Desde hace poco, contar a los desconocidos que tu hijo tal vez ha perdido alguna capacidad cognitiva empieza a ser de lo más normal en Flint, donde hoy se sabe que el sistema público de agua contiene plomo.
La contaminación apareció a mediados de 2014, luego que el administrador financiero de emergencias, un funcionario designado por el gobierno y por tanto, sin preocupaciones electorales, decidió cambiar la fuente de agua de la ciudad al río Flint, presuntamente ?mas no efectivamente- para ahorrar dinero. El agua dañó las tuberías, las cuales comenzaron a lixiviar plomo, incluso después que se cambió la fuente de agua. Los funcionarios del estado se dieron cuenta de que había un problema a principios de 2015, pero desoyeron las quejas hasta que reporteros, científicos, médicos, y funcionarios federales documentaron la situación en el otoño. Para enero, Rick Snyder, gobernador de Michigan, envió a la Guardia Nacional, y el presidente Obama declaró un estado de emergencia.
Pasa un par de días hablando con la gente de Flint y descubrirás la pregunta que está detrás de casi todas las conversaciones: ¿Sería el agua? Un trabajador químico, cuya novia sufrió un aborto el año pasado, cuestionó: ¿Sería el agua? Al notar que su hijo, quien padece de parálisis cerebral leve, comenzaba a presentar síntomas más fuertes, la editora de una revista local se preguntó: ¿Sería el agua? Cuando varios vecinos de Tammy Waters (la otra abuela de Kaniya) desarrollaron problemas hepáticos, Tammy pensó: ¿Sería el agua? Y en diciembre, después que Taylor (la hermana de dos años de Kaniya) enfermó de neumonía, Felicia y Gail derramaron lágrimas en el hospital, preguntándose: ¿Sería el agua?
Gail dice que el agua de la ciudad solo sirve para ?desaguar el inodoro?, una observación que mucha gente me hizo.
Mas el comentario no es tan desdeñoso como práctico, ya que la información científica acerca del plomo lo valida. La exposición al plomo ocurre cuando la toxina se ingiere por la vía oral, y funcionarios de salud pública afirman que no existe un nivel seguro de exposición, sobre todo en niños.
Para evitar la exposición sin renunciar por completo al agua de la ciudad, hay que tomar en cuenta una mezcolanza tan enorme de directrices, directivas condicionales, advertencias provisionales, y hechos incontrovertibles que cualquiera ?o al menos, cualquier visitante- termina apabullado. Por ejemplo, si vas a bañarte con agua que contenga partículas de plomo ?la forma de plomo más común en Flint- debes asegurarte de no tragarla. Y si vas a lavar los trastos, asegúrate de limpiar perfectamente cada cazuela, tenedor, vaso y plato para eliminar cualquier resto de plomo que pueda haber quedado después que el agua se evapore. Los filtros pueden eliminar el plomo, pero tienen que estar debidamente certificados para esta finalidad; por consiguiente, comer y beber sin temor significa no solo verificar que el agua esté filtrada, sino que esté filtrada correctamente.
Felecia comenzó a comprar agua embotellada tan pronto como el agua del grifo se puso parda, y las pruebas sanguíneas más recientes de sus tres hijos revelaron que sus niveles de plomo estaban muy por debajo del estándar de inquietud. Felecia sospecha que, en parte, eso se debe a que hace poco empezó a bañarlos con agua embotellada. Esto la obliga a calentarla en la estufa, lo cual incrementa mucho su cuenta de electricidad, así que debe economizar bañándose ella con agua de la llave.
Adaptación
Temprano por la tarde, Gail visita el mercado agrícola de la ciudad para comprar la cena. De camino, pasa por un puesto de jugos donde han pegado un papel con los resultados de sus pruebas de agua, anunciando ?Sí, libres de plomo?, escrito con marcador. Otro puesto que vende pastelillos y café no tiene un anuncio parecido. Tampoco puede verse en un puesto de verduras donde Gail compró cebolletas que flotaban en una tina con agua. Si el agua hubiera estado contaminada, las verduras habrían transmitido el plomo, pero el propietario explicó que el edificio se somete a pruebas cada dos semanas y en este momento se consideraba limpio.
En el resto de la ciudad, todos los lugares donde sirven alimentos han empezado a pegar anuncios sobre su suministro de agua; una marquesina de Rally?s ofrece 20 alitas por 12.99 dólares y ?agua filtrada?. La mayoría de las personas con quienes me entrevisto ha dejado de comer fuera de casa. Otras incluso han dejado de cocinar. Una de las nueras de Gail, Dolores Campbell, me dijo que ahora solo consumen platillos congelados y Hot Pockets, usando platos desechables y servilletas de papel: la manera más fácil de evitar el problema, y el costo, de comer sin usar agua.
No obstante, Gail insiste en cocinar, y paga el precio en agua. Según mis cuentas, consume dos cajas cuando prepara la cena para su hija, sus nietos, y la otra abuela, Tammy Waters; es el doble de la ración de agua gratuita a que tiene derecho. Luego está el tema del baño y el aseo de dientes, limpiar el fregadero y el mostrador, y regar las plantas de la casa. Cuando Felecia describe el trabajo requerido para entibiar el agua embotellada para el baño de sus tres hijos, Tammy le aconseja: ?En mis tiempos, simplemente tenían que ir a bañarse en el arroyo ?dice-. Tenían que ?arroyarse??.
Antes de despedirme, se suscita otra conversación perturbadora que pasa por normal. Desde hace meses, Felecia, quien está criando sola a sus hijos, ha está pensando en comprar la casa contigua a la de su madre. Pero eso ha cambiado.
?¿Qué sentido tiene mudarme a una casa donde el agua es una porquería??, dice. Ese día recibió una llamada para una entrevista de trabajo como a una hora en auto al sur, y si lo consigue, tendrá que mudarse. Gail escucha hablar a su hija acerca de irse con sus nietos, y tratar de criarlos sola, a 65 kilómetros de distancia. Su expresión es insondable, como la de Kaniya, esa misma mañana.
?Quiero que los niños se vayan de aquí ?comenta, con un suspiro-. Hemos hablado del asunto, y si van a demorar más de un año, entonces es mejor que se lleve a los niños. Y ya verás que van a demorar más que eso?.
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