Dos niños buscaron que las leyes impidieran la desaparición de la vaca marina en su país.
Conocidos popularmente por su gran tamaño como «vacas marinas», los manatíes, unos simpáticos mamíferos acuáticos de hasta cuatro metros de largo y una tonelada de peso, acaban de ser declarados símbolo nacional en Costa Rica.
La declaratoria fue aprobada por la Asamblea Legislativa, tras debatir un singular proyecto presentado en 2011 por dos niños de una humilde escuela del barrio Limoncito, en la ciudad caribeña costarricense de Limón.
En aquel entonces, a Fabiola Salas, de nueve años, y Aldeír Cortés, de ocho, se les ocurrió proponer al manatí como tema para una feria científica. «Me llamó la atención la forma de ser del manatí. Es un animal pacífico y al ser tan grande, la gente podría pensar que es violento, más bien hay que tener demasiada paciencia para ver uno», dijo Salas al diario costarricense «La Nación».
El manatí, cuyo nombre científico es Trichechus Manatus, habita en cercanías de desembocaduras de ríos, generalmente en aguas salobres, pero actualmente se encuentra en peligro de extinción. Y si el venado de cola blanca también lo está y es símbolo nacional, ¿por qué no iba a serlo el manatí?, pensaron los pequeños.
En Costa Rica, el principal hábitat de los manatíes, cuyo nombre en la lengua indígena caribeña significa «con mamas», son las aguas de Barra del Colorado y los Canales de Tortuguero, que desaguan en el Atlántico y albergan un gran potencial turístico. Se alimentan de plantas acuáticas que crecen en los ríos y son especie bastante vulnerable, según explican expertos ambientalistas, especialmente por la complejidad de su ciclo de reproducción.
Los dos jóvenes «amigos de los manatís», que luego encontraron respaldo de académicos de la estatal universidad nacional y de un exlegislador, temen sobre todo que desaparezcan del territorio nacional. Y no sólo por los peligros que corren sus hábitats, algunas veces blanco de contaminación de agroquímicos, sino por otras acciones directas del hombre como el uso de su carne y de sus pieles.
«Cuando estábamos en tercer grado nos dijeron que habían como 26, pero ahora no sabemos cuántos hay», declaró Cortés. Pero con su idea consiguieron también que la nueva ley vaya más allá de la simbología y declare los santuarios de manatíes como «lugares de protección absoluta». Así, el acceso a ellos sólo podrá realizarse con fines científicos o para el control, inspección y vigilancia por parte de las autoridades pertinentes.
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