Los virus son entidades microscópicas que se infiltran en células y las utilizan para replicarse. Estos patógenos pueden causar enfermedades al alterar el funcionamiento celular. Sin embargo, no todos los virus actúan como enemigos; algunos desempeñan roles beneficiosos en la naturaleza. Entre estos virus benéficos se encuentran los bacteriófagos, o fagos.
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Algunos virus que infectan a los humanos causan molestias menores como resfriados comunes o varicela, mientras que otros pueden devastar la salud como enfermedades graves como viruela, SIDA y COVID-19. En contraste, los bacteriófagos demuestran que pueden ser beneficiosos y desempeñan un papel crucial en el control de bacterias.
Los bacteriófagos son virus que atacan exclusivamente a bacterias. Su ciclo de vida comienza cuando se adhieren a una de ellas para inyectar su ADN. Una vez dentro, utilizan la maquinaria celular para reproducirse cientos de veces hasta que la bacteria se destruye, liberando nuevas partículas virales que pueden infectar a otras. Este proceso es crucial porque los fagos ayudan a controlar las poblaciones bacterianas, manteniendo el equilibrio en diversos ecosistemas.
“Las células humanas no tienen receptores para estos virus, por lo que no podemos infectarnos”, explica en un artículo para la Oficina para la Ciencia y la Sociedad (OSS) de la Universidad McGill, el doctor Joe Schwarcz. “De hecho, estamos expuestos a ellos todo el tiempo; los bacteriófagos se encuentran dondequiera que haya bacterias, en el suelo, en nuestra agua, en nuestra comida”.
En la Tierra hay miles de millones de bacteriófagos. Prácticamente cada bacteria, ya sea patógena o benéfica, tiene virus asociados, explica un artículo de la UNAM. Estos microorganismos atacan a las bacterias, que responden desarrollando mecanismos evolutivos para evitar la infección. Sin embargo, ellos también evolucionan y buscan nuevas estrategias para seguirlas infectando. Así, se mantiene un equilibrio dinámico.
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Los bacteriófagos fueron descubiertos en 1915 por el bacteriólogo Félix d’Hérelle. Él observó que virus “buenos” podían atacar bacterias específicas y, de este modo, tratar infecciones bacterianas. Desde entonces, los fagos se han convertido en una herramienta valiosa en la investigación y en la medicina, especialmente en el contexto de la resistencia a antibióticos. La capacidad que tienen para destruir bacterias específicas ha llevado a su uso potencial en terapias contra infecciones resistentes a medicamentos.
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