Cuando hablamos sobre estilos de alimentación saludable, la dieta mediterránea es uno de los mayores referentes para aquellos que buscan mejorar su calidad de vida. Este régimen alimentario se ha desarrollado a lo largo de los países que se concentran en la costa del mar Mediterráneo.
El concepto surgió en la década de los años 50, cuando investigadores observaron patrones alimenticios entre las regiones que parecían estar asociados con una mejor salud. Estos países mostraron bajos índices de enfermedades crónicas y una esperanza de vida superior a la media.
Este plan de alimentación se basa principalmente en el consumo diario de granos enteros, aceite de oliva, frutas, verduras, legumbres, hierbas y especias. Otros alimentos, como las proteínas animales, se comen en pequeñas cantidades, optando principalmente por el pescado.
Los beneficios de la alimentación mediterránea se han demostrado a través de ensayos y estudios de control.
Una investigación clave fue el «Estudio de los Siete Países», que sugiere una disminución significativa del riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular en quienes siguen esta dieta. Este estudio, hecho por Ancel Keys, analizó las dietas y la salud de distintas poblaciones en siete países, demostrando una mayor esperanza de vida en comparación con otras regiones fuera del Mediterráneo.
Algunos estudios también indican que la dieta mediterránea puede prevenir el deterioro cognitivo, la depresión y otras enfermedades degenerativas.
Ganó relevancia entre el público durante los años 90, gracias a la creación de la pirámide alimenticia basada en los hábitos culinarios mediterráneos. Con el tiempo, esta dieta ganó una creciente popularidad y, para el siglo XXI, se consolidó como una de las preferidas de la gente.
Además de asociarse con beneficios para la salud, se considera que cumple con un enfoque sostenible y respetuoso con el medio ambiente a través del consumo de alimentos locales.
La dieta mediterránea busca aprovechar la diversidad de alimentos disponibles en cada estación del año y promueve el consumo de productos de temporada. Esto reduce la necesidad de métodos intensivos de cultivo.
El bajo consumo de carne en esta alimentación reduce las emisiones de gases de efecto invernadero y el uso de agua.
La forma de alimentación en la cuenca del Mediterráneo ha cautivado a millones de personas alrededor del mundo. Gracias a su versatilidad, se pueden hacer modificaciones según los alimentos disponibles del lugar que se consuma, manteniendo los principios fundamentales de la dieta mediterránea.
Este texto fue escrito por Ana Paola Martínez, periodista mexicana entusiasta hacia temas de índole social. Colabora como redactora en National Geographic en Español.
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