Funcionarios chinos de salud anunciaron la primera muerte en Wuhan el 11 de enero entre pacientes con el nuevo virus. El 13 de enero, la OMS informó el primer caso de una persona infectada fuera de China, en Tailandia.
AFP.- Estaciones de metro cerradas, avituallamiento de urgencia en los supermercados y mascarilla de protección obligatoria. La cuarentena impuesta a los habitantes de Wuhan por el coronavirus aisló a esta metrópolis china del resto del mundo.
La metrópolis de 11 millones de habitantes está en el centro de la epidemia que infectó a más de 570 personas y 17 de ellas murieron. Además, este coronavirus comenzó a propagarse en varios países.
Con la esperanza de contener el mal, las autoridades tomaron una medida radical en la noche del 22 de enero y prohibieron cualquier partida en tren, avión o autocar desde Wuhan.
A lo largo de sus vastas arterias, la metrópolis parece una ciudad fantasma, en la que se observan pocos transeúntes, con la cara cubierta de mascarillas, precaución ahora obligatoria por orden municipal.
«Las estaciones de metro están cerradas, hay poco tráfico, muchas tiendas no abrieron», enumera Adrian. Al igual que sus colegas, a este profesor de francés se le ordenó no abandonar la universidad, salvo para ir a buscar provisiones a un supermercado local.
Se cancelaron las celebraciones de Año Nuevo. En un hotel del centro de la ciudad, los clientes reciben gel desinfectante y tienen que tomar su temperatura.
«Algunos cambiaron sus planes, pero yo no pues quiero volver a casa», explica Fang, un hombre de 28 años, que acaba de salir de Shanghai a bordo de un tren de alta velocidad con destino al epicentro del virus.
A bordo de un vuelo que sale de Pekín, sólo unos 30 pasajeros, en su mayoría originarios de Wuhan y su región, están rodeados de azafatas con la cara cubierta por una mascarilla. Varios de ellos aseguran a la AFP que no tienen miedo del virus y que están dispuestos a permanecer encerrados varias semanas.
A su llegada, el aeropuerto de Wuhan está casi desierto, la gran mayoría de las tiendas están cerradas y las alfombrillas de equipaje están vacías. Una empleada confiesa que no sabe cuándo se cerrará formalmente el aeropuerto. «Ni siquiera sé a qué hora terminaré el trabajo porque la situación es cambiante», precisa.
Al enterarse de la cuarentena, la gente, «al borde de las lágrimas», pide ayuda en las redes sociales. «Nos faltan alimentos y productos desinfectantes, necesitamos recursos adicionales», escribe un internauta.
Después de parecer ignorar el brote del mes pasado, los habitantes reaccionaron repentinamente esta semana, cuando se descubrió que el virus podía transmitirse entre humanos. «Hace dos días que no salgo», declara a la AFP un habitante llamado Mao, explicando que salió por última vez para comprar una mascarilla respiratoria a un precio prohibitivo de 50 yuanes (6 euros). «La persona detrás de mí compró todo lo que quedaba», añade.
En un vídeo difundido en las redes sociales, una joven novia de una ciudad vecina celebra su boda con una máscarilla en la cara. Explica que todos los invitados de Wuhan deben sentarse en la misma mesa.
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