Sí, comencemos por encargarnos del elefante en la habitación. Es verdad que «no hay ningún registro médico de muertes humanas por una sobredosis de marihuana». Una consulta específica a la base de datos del CDC, el principal organismo de salud de los Estados Unidos, arroja un resultado de cero vidas perdidas, de manera exclusiva, debido a una intoxicación (sobredosis) de cannabis.
Sin embargo, esto se debe a que, en estos lamentables casos, casi siempre fueron halladas causas de muerte complementarias durante la autopsia; ya sea la combinación de cannabis con otras sustancias o complicaciones debido a un problemas subyacente, como una capacidad cardiopulmonar reducida luego de años de deterioro progresivo de exposición constante al humo.
Cierto es que ninguno de estos escenarios califica como una «sobredosis de marihuana».
De manera general, una sobredosis puede definirse como el consumo de una sustancia en cantidades que superan la dosis tolerada por el organismo. Este exceso puede provocar diversos efectos en el cuerpo —algunos potencialmente mortales— por lo que siempre es prioritario buscar atención médica urgente.
En el caso de la marihuana, es necesario hablar de sus dos compuestos principales y de los efectos que tienen en el usuario:
El elemento en el que debemos centrarnos es el THC, pues tiene el mayor impacto en el funcionamiento del organismo durante el consumo. Afortunadamente, hay muy pocos receptores asociados a esta sustancia presentes en la región del cerebro que controla la respiración, lo que disminuye en gran medida el riesgo de complicaciones respiratorias a pesar de consumir altas dosis.
En el año 2014, el Instituto de Medicina Forense de la Universidad de Essen publicó un estudio sin precedentes. En la investigación, ratas de laboratorio fueron sometidas a cantidades cada vez más altas de THC para medir su impacto en el sistema cardiopulmonar. Eventualmente, el corazón y la respiración de los roedores alcanzó un grado de «relajación» tal que el proceso vital quedó interrumpido. Al hacer los números, se determinó que una dosis de 2.4 gramos de THC puro podría ser suficiente para provocar una «sobredosis de marihuana», al ser suficiente para provocar una «relajación mortal» en un humano adulto.
En 2015, un infante de 11 meses llegó a la sala de urgencias del Centro de Control de Intoxicación de Denver, Colorado. Tras ingerir un comestible de cannabis de forma accidental, pereció luego de horas de fútiles intentos de reanimación, debido a una miocarditis fulminante.
Pero incluso en este caso, la comunidad médica se ha dividido en establecer una causalidad definitiva entre ambos sucesos; especialmente al considerar que la inmensa mayoría de incidentes similares son resueltos sin complicaciones mayores.
Efectivamente, todo parece indicar que este supuesto puede considerarse una ‘imposibilidad estadística’. Sería en extremo complicado consumir una cantidad tan grande de THC sin que sea de forma intencional. Efectos secundarios de la cannabis —como las náuseas y la desorientación— llegarían a tal grado que sería difícil continuar el consumo mucho antes de llegar a una concentración peligrosamente alta de THC.
Ahora bien, al hablar de efectos secundarios, es necesario hacer mención de algunos que pueden ponerte en riesgo mucho antes que una sobredosis de marihuana. Dos de los puntos más importantes a cuidar antes de decidir iniciarse en el consumo son la edad y los antecedentes.
No es recomendable comenzar antes de los 25 años, ya que el cerebro aún continúa en desarrollo hasta esta edad. Un abuso de los receptores de dopamina a una edad tan temprana puede traer serios problemas, como depresión o, incluso, psicosis. En cuanto a los antecedentes, también es importante averiguar si cuentas con alguna predisposición a brotes psicóticos o a padecer algún trastorno como la esquizofrenia.
En conclusión, fallecer única y exclusivamente debido a una sobredosis de THC es un escenario bastante inverosímil, por decir lo menos. Pero, como con cualquier otra droga recreativa, el consumo responsable no hará que los riesgos bajen a cero; queda en cada persona evaluar si su estado físico y psicológico es lo suficientemente favorable para justificar los riesgos a corto y largo plazo que conlleva el consumo.
Este texto fue escrito por Isaí Vilches, ingeniero especializado en metodología de la investigación y redacción científica.
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