Llegamos a un punto deseado: La escultura gigantesca de una mano saliendo de la tierra, justo en medio del desierto de Atacama.
Salimos de Antofagasta para cruzar otra gran parte del Desierto de Atacama, aquí también había que ser cuidadosos con los puntos de carga de combustible ya que son contados en esta región de Chile.
En el camino, a unos 80 kilómetros, nos desviamos de la Panamericana para ver uno de los puntos que yo personalmente anhelaba más del viaje: la mano en el desierto. Una escultura gigantesca de dedos saliendo de la tierra justo en medio del desierto de Atacama. Ahí conocimos a otros dos motociclistas, un alemán que habría de recorrer Colombia, Chile y Perú antes de regresar a casa, y un brasileño de Río de Janeiro que nos invitó con todo el entusiasmo del mundo a pasarla con él si es que fuéramos a Río.
Para entonces no estábamos siquiera considerando ir a Brasil, pero al conocer a este brasileño junto con otros en el camino empezamos a cambiar de opinión.
Cada quien siguió su camino y por horas continuamos cruzando el desierto más árido del mundo.
Podrán ser cientos de kilómetros de desierto, pero no es para nada monótono. El paisaje no paraba de cambiar, kilómetro por kilómetro el color de la tierra cambiaba entre tonos rojos, amarillos y purpuras.
No teníamos intención de abandonar tan pronto el desierto hacia la siguiente ciudad, así que decidimos acampar en el Parque Nacional Pan de Azúcar.
El parque es excepcional ya que cuenta con flora y fauna que sobrevive en medio del inhóspito paisaje gracias a la humedad que se desprende de la brisa del mar. Por esto la mayoría del tiempo el parque se encuentra bajo una intensa niebla, lo que lo hace un lugar todavía más extraordinario.
El suelo y las formaciones rocosas a la entrada parecen de otro planeta. De un lado tienes el desierto y por el otro una playa impresionante llena de vida, incluso hay una isla donde se puede encontrar una colonia de pingüinos de Humboldt en peligro de extinción.
De nuevo la fortuna nos favorecía y los guardaparques se encontraban en huelga, así que no tuvimos que pagar entrada y pudimos escoger donde quisiéramos acampar.
Sin pensarlo tomamos el lugar mas cercano a la playa y montamos el campamento.
Éramos los únicos en el parque con excepción de una pareja de franceses que ya llevaban algunos días en el lugar.
Remi y Anna, los chicos de Francia, nos salvarían más tarde de quedarnos sin cenar, ya que uno de los «encantadores» zorros que encontramos en el camino habría de robarnos todo lo que habíamos comprado.
Al siguiente día desayunamos con nuestros vecinos y a mediodía partimos de Pan de Azúcar con dirección a La Serena, la primera ciudad al sur del Desierto de Atacama.