Como las gaviotas acompañan a los barcos pesqueros, los turistas también pueden hacerlo.
A las seis de la mañana, Pitu y los demás pescadores salen del puerto de Cambrils, en la Costa Dorada en España. El día no podría haber comenzado de forma más espectacular: el sol, de color rojo vivo, sale por el horizonte. Gaviotas acompañan a los barcos pesqueros chillando fuertemente. El motor del barco petardea monótonamente.
Hoy, Pitu va a buscar un caladero a unas 15 millas náuticas de la costa. A las nueve de la mañana echa junto con Luis y los hermanos Pedro y Juan la gigantesca red, que con las cuerdas tiene una extensión de casi 700 metros. Durante tres horas, el «P.Bomba» arrastra la red por el fondo del mar. Para los pescadores es hora de desayunar, ¡pescado, por supuesto! Pitu explica cuáles son las especies de peces que hay en la región, cuenta historias de la dura vida cotidiana del pescador, explica las técnicas de pesca y dice cuál es la mejor época del año o la mejor hora del día para pescar qué tipo de pez. Le molesta la actitud de los demás pescadores.
«Los costos aumentan y los precios del pescado bajan. Necesitamos nuevas fuentes de ingresos, pero los demás son anticuados y hasta el momento nadie ha querido participar en el turismo de pesca», dice Pitu, de 39 años. A él no le molesta desarrollar un trabajo de pionero. «Quiero buscar nuevos caminos», dice.
Desde hace poco, los turistas pueden viajar en su cúter. Pitu regenta en Cambrils un restaurante donde a los turistas se les sirve el pescado capturado en su presencia. «Así aprenden a conocer toda la cadena de producción», explica.
Pitu es todo lo contrario al típico pescador introvertido de pocas palabras. Él es un hombre innovador, busca nuevos objetivos, habla inglés y es un magnífico narrador. Sin embargo, de repente calla. Hay nerviosismo en el ambiente. La red parece estar llena. A toda velocidad, Pedro y Juan corren hacia las máquinas para recoger la red. Mientras tanto, Pitu y Luis cuidan que las cuerdas que salen disparadas del agua no se enganchen.
Finalmente aparece la red. Al principio sólo se ven algunos boquerones atrapados. Luego, la pequeña grúa saca el extremo cónico de la red. Luis y Pitu la abren por la parte de abajo y la pesca cae con ruido sobre la cubierta: langostas, doradas, lubinas, pulpos, centollas, calamares, rayas, pequeñas pintarrojas, merluzas y gambas. «Esta es una buena pesca. Calculo que media tonelada más o menos», dice Pitu.
Los hombres echan rápidamente hielo sobre los peces para que se mantengan frescos y comienzan a distribuir los animales por especie en pequeñas cajas azules. Todo el mundo está invitado a participar. Juan coge un par de gambas y doradas y va a la cocina, donde prepara una deliciosa sopa de pescado con papas y cebolla. Después hay paella con gambas.
Los pescadores y los turistas comen juntos en la misma mesa. No hay un gran servicio, tampoco platos. «Es todo muy rústico, pero no se puede comer un pescado y unos mariscos más frescos, directamente de la red a la olla», dice Juan.
Informes: www.pescaturismecambrils.com.