Queda París de todas las épocas. El esplendor medieval de Notre Dame contrasta con el gusto imperial de los Campos Elíseos, que parece desentonar con la sintonía bohemia de los buquinistas en el Barrio Latino.
A pesar de esto, todo parece confluir en el mismo ritmo del paso del Río Sena, que unifica a la capital bajo un mismo halo cosmopolita, soberbio e innegablemente francés. Ni siquiera el COVID-19 pudo desmoronarla. Aquí un listado de las visitas obligadas al volver a París después de la pandemia:
No existe mejor manera de darle la vuelta a París que a bordo de un bateau mouche. Del francés, literalmente se traduce como «barco mosca«, por sus dimensiones reducidas. A lo largo de unas dos horas, la embarcación se encarga de cruzar debajo de todos los puentes de la ciudad. Esta experiencia se ha vuelto famosa por las cenas sobre el Sena que algunas navieras ofrecen: mientras se disfruta de la cocina francesa, las personas pueden ver la ciudad desde un ángulo distinto.
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Caminar a lo largo del Río Sena permite una manera diferente de conocer París. A través de los distritos que componen la ciudad, si se sigue el camino de las aguas es posible ver Notre Dame, el Musée d’Orsay, el monumento a los Inválidos y el Parlamento. Por sí mismo, es casi un recorrido alternativo por las corrientes arquitectónicas que distinguen a la capital francesa.
En el distrito V de París está uno de las zonas universitarias tradicionales de la ciudad. Gertrude Stein, Julio Cortázar, Picasso, Matisse, Octavio Paz y algunos de los intelectuales más renombrados del siglo XX hicieron un hogar ahí, entre los callejones bohemios de la frontera del Sena. A la fecha conserva ese ambiente juvenil y cosmopolita, con sus característicos puestos de hot dogs que por pan llevan baguettes artesanales.
En la frontera de Saint-Germain-des-Prés y el barrio latino en París, los Jardines de Luxemburgo fueron un encargo de Marie de Médicis en el siglo XVII. Se dividen en dos sectores: el francés y el inspirado en las formas inglesas. En torno a un gran estanque artificial, un jardín geométrico se extiende a lo largo de 25 hectáreas, entre orquídeas y rosedales. Está abierto al público todo el año, sin importar si cae nieve o las flores están despiertas.
Louis Vuitton, Gucci, Dior, Givenchy, Chanel: todas las firmas de diseñadores de culto están en la avenida más cara de París. Como una de las arterias más importantes de la ciudad, va a dar al Arco del Triunfo. A lo largo de casi dos kilómetros, es posible mirar los escaparates de las tiendas de más glamour en el mundo, una detrás de la otra. Aunque no se compre nada, la experiencia de ver los locales desde fuera tiene un gusto único en sí misma.
Dégas, Manet y Courbet son algunos de los protagonistas en las salas del Musée d’Orsay: el recinto cultural más importante del mundo dedicado al movimiento impresionista. Además de ofrecer uno de los acervos más nutridos de pintura modernista en el mundo, es posible salir a la terraza elevada de la cafetería para mirar directo al Sena. Como en la mayor parte de las instituciones culturales de Francia, es recomendable llegar antes de las 9 de la mañana con credencial de estudiante o docente, de manera que el boleto no supere los 12 euros.
Una red de túneles y cuartos subterráneos de antaño se esconde debajo de París. Durante el esplendor del Imperio Romano, fungieron como minas de piedra caliza, que convirtieron en nichos anónimos hacia finales del siglo XVIII. Hoy, las catacumbas parisinas son un atractivo turístico para quienes quieren conocer las partes más oscuras de la ciudad.
La tradición de los buquinistas data del siglo XVI, cuando vendedores pequeños de almanaques y ediciones impresas se sentaban a las orillas del río a ofrecer las últimas ediciones de sus títulos. La tradición se ha mantenido hasta nuestros días. Hoy, es posible encontrar primeras ediciones de algunos de los libros más codiciados del mundo en estos puestos a precios insólitos, así como otras antigüedades.
Por décadas, la Torre Eiffel fue detestada por los parisinos. Era considerada como una molestia que irrumpía con el paisaje natural de la capital, que apelaba a los valores destructivos de la era industrial. Eventualmente, los franceses aprendieron a aceptarla e integrarla como un elemento icónico de la ciudad.
En temporada alta, los turistas pueden pasar horas debajo del rayo del sol sólo para subir al mirador por los únicos 4 elevadores que existen para llegar arriba. Desde ahí, la ciudad se despliega en todo su esplendor imperial, pasado y presente. Incluso para los viajeros más experimentados, ésta es una experiencia que no puede pasarse por alto.
La única alternativa para ahorrarse los 200 escalones de la subida para el barrio de Montmartre es tomar el funicular. Éste es uno de los barrios más representativos de París, coronado por la basílica del Sagrado Corazón. En torno al templo, galerías, cafés y restaurantes de alta gama están disponibles para los turistas. Llegar por funicular añade un gusto particular a la visita, ya que permite ver la ciudad en todo su esplendor mientras se asciende en días soleados.
Una vez terminado el trayecto del funicular, quienes quieran acceder a la basílica tienen que subir otro tanto de escaleras. Situado en el punto más alto de la colina de Montmartre, se construyó en 1873 como un homenaje a los franceses caídos durante la Guerra Franco-prusiana. A pesar de que las obras terminaron hasta 1914, no se consagró hasta que las hostilidades de la Primera Guerra Mundial cesaron. Desde los escalones se puede ver todo París, bajo el amparo de las nubes y la luz del sol.
Cuando Luis XIV mandó construir su palacio, de manera paralela, todo un pueblo se estableció en torno a su hogar imperial. A casi cuatro siglos de que el Rey Sol terminó su reinado, el castillo sigue siendo un atractivo turístico poderoso en Francia. A tan sólo 20 kilómetros de la capital, es posible llegar ahí en tren en 30 minutos a la estación Versailles Rive Gauche, que queda a pie de las puertas del recinto.
En 1860, el barrio fue absorbido por uno de los distritos de París. Por siglos, ha sido el lugar de descanso definitivo de algunas de las personas más ilustres que concretaron su legado a la humanidad en Francia. Honoré de Balzac, Simone de Beauvoir, Samuel Beckett y Charles Baudelaire figuran entre las personalidades que están enterradas en el cementerio de Montparnasse, que recibe su nombre del Monte Parnaso de la mitología griega, destinado a ser la morada de las musas.
Una cúpula de cristal corona el nuevo museo de París. Producto de la conjunción arquitectónica de Tadao Ado con la extensa colección artística de François Pinault, la capital francesa abrirá una galería dedicada a consagrar diferentes episodios de su acervo privado. En total, la exhibición está valuada en 1,500 millones de euros.
Localizado a sólo 5 minutos del Louvre, el espacio cristaliza la conversión del antiguo Bourse de Commerce: no sólo se respetó el estilo de la estética decimonónica, sino que se le añadió retazos de vanguardia minimalista que entabla un diálogo entre ambos siglos.
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