Año con año, el despertar de los cerezos en Japón hace que el país se recubra de un manto rosado que inunda a los locales de un aura contemplativo.
Un manto rosa se extiende durante abril en todo lo ancho de Japón. Con la llegada de la primavera, los cerezos enmarcan la línea de horizonte de diversas vistas típicas del país desde hace siglos, como parte de una tradición aristocrática que se ha mantenido intacta a lo largo de la historia.
Hanami: una tradición milenaria
Hanami se traduce, literalmente, como «mirar a las flores«. Esta tradición contemplativa japonesa se decanta de una actitud de constante asombro ante los fenómenos de la naturaleza, que se ha adoptado en el país como parte del desarrollo filosófico a través de los siglos.
El centro de esta actividad es, literalmente, concentrarse en la belleza de las flores de Sakura, como se les conoce tradicionalmente a la flor de los cerezos en Japón. La celebración de los árboles no vino hasta la era Meiji, y se conserva casi intacta desde entonces: los japoneses acostumbran acompañar el Hanami con comida, bebida, poesía y música.
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Una leyenda detrás del color rosa
De acuerdo con la tradición oral de Japón, el color rosa característico de las flores de cerezo viene de la sangre de los samuráis que cayeron de gracia. Al cometer una falta grave al código de ética, habrían de cometer seppuku: un acto ritual en el que se quitaban la vida, extrayendo sus propios órganos del abdomen.
Según la leyenda, las flores de Sakura originalmente eran blancas, pero se tiñeron de rosa al mezclarse con la sangre de los guerreros al pie de los árboles. Se dice que escogían estos parajes para quitarse la vida, de manera que pudieran tener una última experiencia de belleza antes de morir por su propia mano.
Un anuncio de cambio de temporada
Los inviernos son crudos en Japón. Fuertes nevadas azotan la totalidad del territorio año con año, cubriendo con nieve los picos más elevados y valles del país. Por esta razón, la llegada de las flores de cerezo anuncia un cambio de época: representa el término del frío para dar paso a un tiempo de fertilidad y sol.
Ya que las flores de cerezo tienen un período de floración reducido, los japoneses asocian esta naturaleza transitoria con la fragilidad de sus propias existencias. Por esta razón, al fenómeno natural de que las flores mueran con la llegada del verano se conoce como hanafubuki: la caída de los cerezos en flor.
Sakura: una flor de la élite japonesa
Después del siglo IX, los aristócratas japoneses acostumbraron a traer a sus propios jardines árboles con retoños jóvenes desde las montañas del país. Al principio, esta práctica estética estuvo íntimamente ligada con las flores de ciruelo, conocidas como «ume». Sin embargo, con la llegada del periodo Heinan (del 794 al 1185 d.C.) se sustituyó con los cerezos.
La tradición perdura hasta la actualidad, y forma parte de la vida pública del Japón contemporáneo. Si bien es cierto que inició como una costumbre de élite, se decantó al imaginario colectivo popular como una experiencia estética y una práctica contemplativa de la naturaleza.
Los cerezos tienen formas y dimensiones múltiples
Es un hecho que las flores de cerezo varían en tamaño, coloración y forma. Se pueden presentar en blanco, rosa, amarillo o incluso verde. En total, se tiene registro de más de 50 especies distintas de Sakura, que tienen dimensiones y tonalidades diferentes. En 1912, por ejemplo, el gobierno japonés envió 12 tipos diferentes a Estados Unidos, para plantarse en su capital.
Una flor efímera
El viaje de las flores de cerezo es limitado. Desde inicios de febrero hasta las primeras semanas de mayo, los cerezos japoneses florecen de norte a sur en el país. La primera localidad en observar este despertar natural es la isla de Okinawa, y la última es Hokkaidō. La duración y prontitud de florecimiento depende del clima de cada zona, y de los cambios bruscos entre la estación invernal y la primavera.
Además del plano físico, el florecimiento de los cerezos hacen alusión en la iconografía japonesa a la fugacidad de la vida. Volviendo a la tradición oral, la vida efímera de las flores de Sakura representa el acto heroico de morir con dignidad, cuando la vida está en el más potente de sus esplendores.
Un signo de paz y amistad entre países
Hace más de cien años, Japón envió 3 mil árboles de cerezo a Washington como un símbolo de amistad entre ambos países. Ese año, se instituyó el Festival de los Cerezos en Flor en Estados Unidos, que se celebra con la llegada de la primavera, durante el mes de abril. El festival ha tomado tanta relevancia, que se hacen pronósticos para saber con exactitud qué día brotarán los retoños, para que la gente pueda admirar su belleza desde la capital estadounidense.
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