Parques naturales, restaurantes de alta gama y aguas termales se encuentran entre los parajes favoritos de los turistas que visitan los destinos de Japón.
Templos budistas y sintoístas. Áreas naturales protegidas. Castillos imperiales que se mantienen intactos, a pesar de haberse construido hace milenios. Cerezos en flor.
Visitar Japón es estar dispuesto a adoptar el halo meditativo que rodea al país del Sol Naciente. En esta diversidad, los destinos favoritos del turismo internacional destacan por su capacidad de recibir a cualquier tipo de visitante —y saberlo atender. Éstas son algunas de las ciudades más buscadas:
Tokio, capital de Japón
En japonés, Tokio quiere decir «la capital del Este«. Ir a Japón sin ir a la capital es como visitar Francia sin quedarse unos días en París: la experiencia sencillamente está incompleta. Hay quien asegura que Tokio nunca acaba de verse, siendo una de las ciudades más metropolitanas, diversas y convulsas de toda Asia.
Ubicada en la región de Kantō, es el centro de la actividad comercial, política, cultural y culinaria de todo el país. Entre los destinos que visitar, por tanto, quizá es el más caro de todos. Desde su fundación en 1457, a los pies del Monte Fuji, ha visto dinastías alzarse e imperios caer. Como una de las metrópolis más fuertes del mundo, tiene la capacidad de recibir a diversas gamas de turismo: hay Tokio para todos.
Kioto
Kioto es la capital de la región de Kansai. A comienzos del milenio pasado, fue la sede de la Corte Imperial, así como de otras instituciones oficiales que se mantuvieron en vigor hasta el siglo XIX. Es fácilmente accesible por tren, y se enciende en un fulgor rosa pálido durante los meses de marzo y abril, cuando los cerezos despiertan.
Entre las atracciones turísticas más representativas está, sin duda, el Palacio Imperial. Sin embargo, la ciudad también cuenta con santuarios milenarios y castillos que han resistido el paso del tiempo, como si se mantuvieran todavía en funciones. De la misma manera, se recomienda visitar la serie de arcos torii —umbrales ceremoniales sintoístas— enfilados en el centro de Kioto.
Jigokudani
Además de los lodazales cálidos que circundan la zona, Jigokudani es reconocido por los ríos ardientes que recorren sus áreas boscosas. Incluso en las épocas de fríos más crudos en el año, el río Oyunumagawa conserva su calidez. Los turistas pueden seguir el trayecto del agua por un buen trecho, adentrándose en los claros del bosque durante los meses de primavera.
Además, es posible seguir la antigua tradición japonesa del ashiyu: una práctica meditativa de inmersión a la naturaleza en la que la persona mete los pies a las aguas calientes del río en movimiento. Esta experiencia es completamente gratuita, ya que conserva un halo sagrado en la tradición oral de la región. Los senderos boscosos que serpentean en las faldas de las montañas son accesibles por ferry, que atraviesa un lago en un trayecto de 20 a 30 minutos.
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Sapporo
Si bien Sapporo está abierta todo el año para el turismo internacional, la ciudad realmente florece en invierno. Debido a las poderosas nevadas que recubren su totalidad —y gran parte del campo abierto, todavía no habitado en las cercanías—, año con año se celebra el Festival de la Nieve.
Durante una semana entera del mes de febrero, escultores profesionales de todo el mundo emprenden sus proyectos monumentales sobre hielo. Por esto, es común ver réplicas de templos, personajes de manga y otras representaciones hechas solamente de nieve. Esta tradición se inauguró en la década de los 50, pero se mantiene hasta la actualidad con nuevas adaptaciones tecnológicas, que hacen que los visitantes tengan una experiencia de inmersión más profunda.
Yokohama
Yokohama es la ciudad vecina de Tokio más visitada por el turismo internacional. Algunos dirían que es una extensión menos tumultuosa de la capital japonesa. Como está a las orillas del mar, los visitantes pasan el día junto a la playa. Sin embargo, el destino es famoso por el Museo del Ramen y sus parques de diversiones, así como los centros empresariales que la han hecho crecer.
Se puede llegar en tren o autobús fácilmente, ya que está a sólo 30 minutos de la estación de Tokio. Muchas de las áreas de interés turístico son accesibles a pie, ya que la ciudad está bien conectada en su totalidad, y hay múltiples espacios públicos destinados exclusivamente para peatones. Uno de los más célebres es el jardín Sankeien, diseñado por un mercader de seda adinerado hace más de un siglo.
Nagano
Antes que nada, Nagano impone por su belleza natural. Las reservas de biosfera que existen en esta región al oeste de Japón cuentan con amplias hectáreas que albergan una diversidad considerable de fauna y flora. Entre ellos, se encuentra el santuario de los macacos, abierto parcialmente al público.
La zona es reconocida internacionalmente, además, por sus asentamientos dedicados a la terapia de aguas termales. La concentración de templos budistas en Nagano supera a muchas otras regiones del país. Es común que se reciban turistas en otoño, ya que el paisaje se enciende en tonalidades ocre con la caída de las hojas durante la temporada.
Osaka
Osaka es una ciudad dedicada al entretenimiento. La inmensa cantidad de comercios ofrece algo que ver en cada esquina, una detrás de la otra. Además, es considerada la capital culinaria de todo el país, justo detrás de los restaurantes de gran turismo establecidos en Tokio.
Entre los platillos más pedidos en los locales, sin duda figuran los takoyaki y okonomiyaki. Durante el mes de enero, es común que los visitantes se acerquen al santuario Imamiya-Ebisu para contemplar las celebraciones del Ebisu Matsuri.
Aoshima
En una isla remota del sur de Japón, un arsenal de gatos salvajes han tomado las calles. Aoshima es una de las ciudades habitadas por animales más visitadas en el mundo, ya que la atracción turística principal es dar de comer a los gatitos callejeros. A 30 minutos en ferry de la costa de la Prefectura de Ehime, los 20 pobladores subsisten hoy en día gracias a las visitas en temporada alta.
Originalmente, Aoshima era un pueblo pesquero. A mediados del siglo XX, una plaga importante de roedores azotó la isla. Por esta razón, se introdujeron algunos felinos domésticos para ayudar a los seres humanos a terminar con las ratas. Los pobladores nunca se imaginaron que, un par de años más tarde, estos animales se reproducirían exponencialmente hasta apropiarse del lugar.
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