Los viajes únicos en la era del turismo global
Pareciera que aburrise es ya una de las actividades favoritas de hoy día; bueno, eso supongo porque cada día despertamos con «algo» calificado de original, novedosísimo, experimental o vanguardista, que al día siguiente pasa a ser historia. Y los viajes no son la excepción. Ya son viejas conocidas las travesía parisinas por las alcantarillas, el turismo rural, los viajes didácticos o los de servicio social? Hoy todos soñamos con hacer el viaje «único». La vuelta al mundo en moto, en barco, en auto ecológico, en caravana o en bici. Todos presumen ser «especiales», y más que «especiales» son personales. La pregunta es cómo ese viaje personal se puede transformar en uno especial. Me lo pregunto día a día en mi trabajo como editora. ¿Qué es una gran historia? ¿Dónde están las grandes historias en un mundo que se ha globalizado y con ello achicado las distancias?
Personalmente no estoy de acuerdo con esa idea de que el mundo se ha encogido. El mundo tiene el mismo tamaño y las distancia son las mismas. Londres está igual de lejos del DF que a principios del siglo XX e igual que en el XIX. Lo que ha cambiado es el modo de verlo. De entenderlo. Ahora contemplamos a través de la velocidad y de la tecnología. Nos gusta saber que podemos dormir en un avión y despertar en una ciudad lejana, desde la cual podemos enviar un mensaje por cellular que llegará instáneamente o pedir por twitter alguna recomendación. La tecnología ha acelerado nuestra manera de ver y reconfigurado nuestra forma de viajar. Supongo que por esa prisa, pronto nos aburrimos: ya llegué y ya me fui, ¿y ahora?
Para mí ese viaje especial tiene que ver en cómo está contado. Más que la experiencia «personal» lo que me atrae de una crónica de viaje es cómo el escritor me invita a no aburrirme en ese destino imaginado. Para mí el mundo es una gran biblioteca en la que además de los libros clásicos, están las reediciones, los nuevos títulos, los poemarios, los ensayos, los cuentos, que me cuentan historias más allá de sus autores y a la vez son una forma de conocerlos. Me gusta pensar que cada viaje es un nuevo libro que cabe en esa monumental biblioteca que es el mundo. Viajar es como el acto de leer, pero con la ventaja de convertirse en personaje, así como el protagonista del cuento La continuidad de los parques de Julio Cortázar.
Viajar es un acto creativo, una reinvención de ese destino que se transita y en el que conviven historias conocidas y desconocidas, en el que nos perdemos, nos sorprendemos, nos desencontramos y de pronto sin más se convierte en un gran hallazgo. Eso me pasó hoy al descubrir sobre Paseo de la Reforma, en la Ciudad de México, una exposición escultórica de la obra de Juan Soriano. Fue como revisitar un clásico. ¿Y así, cómo aburrirse? Es verdad el dicho: «El aburrimiento, dicen, es para los tontos».
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