Con una alberca central y ostentosas esculturas de mármol, la villa que el emperador Tiberio construyó para su retiro rebosó en banquetes y fiestas romanas.
Tiberio quería que su lugar de descanso tuviera vista al mar. Alejado del bullicio capitalino en Roma, el emperador tenía toda la intención de darse una vida de lujos en la costa oeste de la actual Italia. Por ello, escogió la provincia de Latina para construir un recinto palaciego, digno de un monarca romano de inicios del siglo I d.C.
Después de décadas de servir al Imperio Romano —a pesar de las reservas de sus rivales políticos, y su bajísima popularidad al final de su mandato—, Tiberio consideraba que se merecía una villa espectacular. Sólo así podría honrar una vida de logros políticos que, aunque cuestionables, forjaron los caminos a Roma. A final de cuentas, su única intención era descansar.
Así se vio en su época de mayor apogeo.
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Al interior de una gruta oscura
En la época de Tiberio, la costa italiana del oeste estaba poco desarrollada. Por ello, consideró que ése sería el lugar ideal para construir su propia villa de descanso. Ubicada en las cercanías de la Vía Appia, la ‘Spelunca’ sólo se conocía por una antigua gruta oscura que existía frente al mar. Ése fue el lugar que el emperador escogió para erigir su espacio de retiro.
Aunque había ahí una estructura antes, fue Tiberio quien realmente embelleció la villa romana. La nombró así, ‘Spelunca’, en honor a la gruta que daría entrada al recinto. Para vestirlo, escogió a los mejores escultores del Imperio, a los más prístinos ceramistas y más reconocidos trabajadores de mármol. Algunas de las piezas se conservaron ahí por milenios, casi intactas, a pesar de la brisa salada del mar.
La intención, a final de cuentas, es que éste fuera la casa donde el emperador pasaría sus últimos años:
«[…] para servir como su propio retiro personal, mejorado con un gimnasio, baños romanos, terrazas, amarres privados y varias piscinas alimentadas por manantiales naturales y agua salada de un lago costero», documenta Heritage Daily.
Éste sería el escenario para múltiples banquetes con la élite en el poder, festivales y fiestas. Con una alberca de mosaico en el centro de la casa, no había mejor lugar en todo Roma para pasar la noche con el emperador. Históricamente, se le conoce sencillamente como ‘Villa de Tiberio’.
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Entre banquetes, fiestas e invitados
Aún a pesar de que Tiberio se forjó una fama como un dirigente violento y arbitrario, todas las fiestas en su villa privada estaban llenas de invitados asiduos. Al interior, los invitados gozaban de las estalactitas incrustadas con piedras y mármoles preciosos, un comedor con sillones reclinables, y todos los demás lujos que al emperador se le ocurrían.
Incluso en la actualidad, a los historiadores les sorprende que Tiberio hubiera tenido tanta convocatoria para las fiestas en la villa privada. Más aún porque, según documenta Britannica, «[…] se convirtió en un recluso tiránico, infligiendo un reinado de terror contra los principales personajes de Roma». Sin embargo, seguía siendo el emperador del Imperio —con esa fama, nadie quería estar en su contra.
En la actualidad, la Villa de Tiberio está abierta al público, y es posible visitarla como espacio cultural. Así lo documenta Atlas Obscura:
«La gruta en sí es espaciosa y se puede explorar libremente, y es fácil imaginar que alguna vez tuvo estatuas tan magníficas. Se pensaba que Sperlonga era un lugar donde desembarcó durante algún tiempo el legendario Odiseo, de ahí las obras de la Odisea que decoraban el lugar».
Toda la riqueza que el emperador ostentó durante su mandato hoy está expuesta en el museo de Sperlonga, en las cercanías de lo que fue la Villa de Tiberio hace 2 mil años. Si bien es cierto que no se conservan todos los elementos —porque se piensa que el techo colapsó incluso antes de que Tiberio falleciera—, algunos de los mejores ejemplos escultóricos se conservan casi intactos.
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