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Así es la impresionante conservación del Parque Nacional Iberá, uno de los santuarios más importantes de Argentina

Megan Frye cuenta cómo se ha llevado la conservación de uno del Parque Nacional Iberá, uno de los santuarios más importantes de Argentina.

Estar a cargo una región donde la industria primaria es el ganado, es seguramente una de las historias más impresionantes de conservación en Sudamérica, algo que requiere el apoyo de mucha gente muy apasionada. Así es la conservación del Parque Nacional Iberá, y el parque provincial del mismo nombre, la mayor área protegida en Argentina.

De vuelta a su hogar

Tompkins Conservation, antes conocido como Conservation Land Trust, ha trabajado desde 1997 en revertir la zona a su estado natural, convirtiendo lo que fueron antiguos ranchos ganaderos de la región de Iberá, en áreas en estado salvaje. En el proceso, reintrodujeron especies animales que habían desaparecido  a lo largo de décadas de la región.

Los proyectos de reintroducción y conservación en Iberá son únicos y poco comunes, según Tompkins Conservation. Conjuntamente con Rewilding Argentina, están en el proceso de aumentar el número de especies autóctonas de la región. Dentro de ellas, la población de osos hormigueros y varias especies de venado, han sido las más exitosas hasta el momento.

La conservación de las especies en el Parque Nacional Iberá

Iberá representa uno de los programas de recuperación silvestre más ambiciosos de América, que trabaja con más de una docena de especies y aloja el primer centro de reproducción de jaguares, que a diferencia de otros programas que liberan jaguares rehabilitados, este centro les permite criarlos y así introducir una diversidad genética muy necesaria que ayudará a su supervivencia a largo plazo, dice Tompkins Conservation.

Polluelos de Garza Cocoi en Esteros del Iberá, Argentina / Getty Images

“La reintroducción de especies que alguna vez estuvieron extintas, como el guacamayo rojo y verde, visto por última vez en Argentina hace 150 años, requiere una amplia colaboración con instituciones donantes y la capacitación de especies de los zoológicos para que vuelvan a ser silvestres. Es un proceso increíblemente complicado y, cuando el trabajo no tiene precedentes, vamos descubriendo formas de hacerlo a medida que avanzamos. Hay una variedad de especies clave que regresan, desde nutrias gigantes de río y jaguares, ambos depredadores principales, hasta herbívoros como el venado de las pampas y dispersores de semillas cruciales como el pecarí y las guacamayas”.

Actualmente, estiman que hay cientos de osos hormigueros y venados que también se están expandiendo a Brasil, el país vecino. De jaguares, se estiman que hay unos 21 individuos y de guacamayos, unos 30. La única especie que se puede contar con seguridad dentro del Iberá, es la nutria gigante, porque todos los ejemplares aún siguen en corrales, mientras los científicos formulan el plan ideal para liberarlos.

El Iberá en llamas

Pero por más impresionante que sea el programa del Iberá, no ha sido nada fácil llegar a este punto. El año 2022 fue particularmente devastador debido a extensos incendios que pusieron en peligro el ecosistema, tanto  la vida silvestre como las personas que habitan en la región.

Sebastián Di Martino es director de conservación en Rewilding Argentina y comenta que el fuego es un elemento natural en Iberá debido a las tormentas eléctricas. Los rayos caen y prenden fuego al pastizal, y eso es parte necesaria dentro del ecosistema. Pero el problema es la manera en que empiezan los incendios.

“El fuego no es el malo de la película en Iberá,” dice Di Martino. “El fuego es un elemento natural del ambiente en Iberá. En Iberá hay muchas tormentas eléctricas y caen rayos y se quema el pastizal. Y para el pastizal quemarse una vez cada una x cantidad de años no es malo. Al contrario lo ayuda porque renueva el pastizal. Saca la materia seca. Mata a los arbustos que pueden empezar a crecer en el pastizal. Y si no hay fuegos, los arbustos terminan reemplazando la gran diversidad que nos regala el pastizal, por una comunidad de arbustos monótona.”

Sin embargo, el fuego no es el problema

“Entonces el fuego no es el gran problema. El problema es cuando esos fuegos, que pasan una vez cada tanto de forma natural, hoy en día pasan todos los años y muchas veces por año. La ganadería se vale del fuego para obtener rebrotes de pastos, por eso todo el tiempo se están generando focos en iberá, muchos y en el mismo lugar, e incluso, muchas veces al año y eso no hace otra cosa más que debilitar el pastizal,” continúa el director. “Pero además, en momentos de sequía extrema, como hemos sufrido hasta mediados del 2023, todos esos fuegos que se prenden en muchos sectores del pastizal, normalmente recorren una distancia breve porque terminan encontrando agua en algún lugar. Estos últimos años,  al no encontrar agua, continuaban activos por meses quemando todo a su paso. Por eso yo siempre digo que el fuego es una tragedia ecológica porque termina debilitando y hasta matando al pastizal. Y si no tenemos un pastizal desarrollado, el fuego termina llegando a las casas de familias que lo terminan perdiendo todo.”

Los pastisales de Iberá al atardecer / Getty Images

En busca del tiempo perdido

A pesar de lo complicado que puede ser el proceso de reintroducción de animales que alguna vez fueron extirpados, Di Martino dice, que ayuda a darle un sentido de propósito a los humanos que se encargan de cuidar el parque y a los animales.

“Las crisis ambientales que estamos viviendo son terribles: cambio climático, aparición de pandemias, extinción de especies, son todos temas muy agobiantes, muy deprimentes y que si vos no tenés una agenda positiva, una agenda proactiva, perdés la esperanza” dice Di Martino. “La de recuperar territorio perdido, ya deja de ser conservación porque no estás tratando de que no se pierda lo último que queda, sino que estamos recuperando algo que ya perdimos… y cuando ganas es batalla, donde ganar es recuperar… es súper diferente psicológicamente. Y esto genera un cambio cultural grandísimo: la recuperación de lo que perdimos.”

Este texto fue escrito por Megan Frye, escritora, fotógrafa y traductora con publicaciones en medios internacionales y locales. Actualmente vive en la Ciudad de México. Su mayor interés reside en el punto de unión de los viajes, la equidad y la conciencia.

National Geographic

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