Una ciudad que tiene mucho por ofrecer.
Bath no es de donde vengo, pero en poco tiempo llegué a la conclusión de que esta es mi ciudad. Se trata de una pequeña urbe histórica que se visita rápido cuando se sigue una guía turistica, pero ahora que soy local me doy cuenta que hay mucho por caminar y visitar y, año tras año, se pueden seguir descubriendo rincones.
Uno de mis lugares favoritos es el Royal Crescent. No sólo es uno de los sitios de interés principales, sino también un parque ideal para visitarse en un día soleado. Tanto familias como estudiantes lo frecuentan con comida, sidra y juegos de pelota los fines de semana.
Otra manera de disfrutar un día soleado es en el Adventure Cafe, un pequeño restaurante con terraza que ofrece hamburguesas, sándwiches y malteadas. Pero no nos olvidemos que esto es Inglaterra, lo que significa que no todos los días son soleados. Así que hay que saber que existen varias actividades interesantes y divertidas que se pueden realizar en días lluviosos, una de ellas, por supuesto, es ir de compras, pero no para caer ene clásico centro comercial. Lo mejor es ponerse un impermeable y botas de lluvia y caminar por Moorland Road, una calle peatonal con muchísima vida, donde encuentras un sinfín de boutiques de diseñadores con artículos únicos.
Si el estómago empieza a ponerse exigente, el restaurante The Circus es el lugar. Quizá los precios no sean muy amigables, pero la cocina realmente lo vale, pues rompe con todos los prejuicios de que la comida británica no es buena: utilizan sólo ingredientes de granjas locales, así que los platillos cambian según la temporada.
Encuentra el resto de la historia en la edición de National Geographic Traveler.