BLOG EN MOTO | En la costa de La Serena y Coquimbo

Conocimos la mezcla de una ciudad y un puerto que hacen una mezcla ganadora.

«Salimos del desierto hacia una zona costera llena de vida, pisco, vino, rodeo y sorprendentemente; música ranchera mexicana».

El ecosistema desértico sudamericano es fascinante, pero después de más de 4,500 kilómetros en este terreno, en tres países diferentes, la mente empieza a pedir un cambio. Así fue que al avistar tierras verdes y fértiles en la región Chilena de Coquimbo, sentimos una gran alegría.

Las dunas poco a poco se convirtieron en colinas verdes y las solitarias planicies en amplias praderas. Nuestra primer parada en este nuevo paisaje fue en la ciudad de La Serena, agradable ciudad costera, que junto con el vecino puerto de Coquimbo hacen una combinación ganadora.

Además de lo agradable del lugar, la gente local nos abrió las puertas de una manera que no habíamos visto en mucho tiempo.

En plena calle, y rompiendo todas las leyes de tránsito posibles, un hombre se nos acercó y después de platicar un poco sobre el viaje y las motos, rápidamente nos ofreció quedarnos en su rancho. «El Vitoco» como le dicen los amigos, nos guió hasta su casa campestre, y nos dio un lugar donde acampar al lado de sus establos de caballos de rodeo. Incluso los trabajadores de la hacienda nos recibieron con una buena cena y un interminable río de vino tinto y pisco; cerrando con muchas canciones de Vicente Fernandez y Antonio Aguilar, ambos grandes ídolos en esta parte del mundo.

Un poco cansados tras la cena de bienvenida, recorrimos las playas de la Serena a la mañana siguiente, sin olvidarnos de seguir la costera hasta Coquimbo y probar las empanadas de mariscos en el mercado del puerto. Una vez ahí subimos al cerro de El Vigía para ver la enorme cruz del tercer milenio, este gigante monumento y centro religioso católico domina toda la ciudad desde lo alto, y curiosamente sólo es igualada por su posición en las alturas, por la mezquita de Coquimbo. Estos dos monumentos parecen competir, pero hacen que el lugar sea aún más interesante.

Ya repuestos y descansados, tomamos nuestras cosas, nos despedimos de nuestros amigos y nos aventuramos hacia el este, ahora hacia el Valle del Elqui.