Viñedos, manifestaciones, museos y tragos exóticos llenan a esta vibrante ciudad.
A tan solo 100 kilómetros de Valparaíso se encuentra la capital Chilena. El paisaje está teñido de viñedos, y conforme te acercas a la ciudad se vuelve a avistar la cordillera.
Nos quedamos un par de días en la ciudad para descansar un poco del ritmo agitado que llevábamos.
Llegamos y después de cruzar algunos túneles subterráneos nos dirigimos hacia el centro.
Nos quedamos unos días en un hostal en el barrio antiguo y los demás días con una excelente anfitriona de couchsurfing que nos llevó a los lugares mas tradicionales. El día que llegamos, descargamos las motos y caminamos hacia el centro de la ciudad con dirección al histórico Palacio de la Moneda, cerca de aquí una manifestación del Partido Comunista rondaba las calles; pronto nos daríamos cuenta de que las manifestaciones parecen ser una especie de deporte nacional chileno. Caminamos por el centro cruzando la plaza frente al Palacio y seguimos rumbo a la Catedral, pasando por uno de los imperdibles «Cafés con Piernas» del distrito financiero.
Nuestra primera impresión de Santiago fue la de una Ciudad vibrante y moderna, con un sentimiento europeo y coronada en el horizonte por la cordillera.
En los días siguientes visitamos todos los museos que pudimos incluyendo el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo Nacional de Bellas Artes y el Museo de Historia Nacional. Seguimos con los highlights de la ciudad, el Cerro Santa Lucía con su castillo y una vista espectacular de la capital chilena solo superada por la vista del Cerro de San Cristóbal al cual subimos tomando un funicular.
Finalmente para despedirnos de la capital visitamos el Bar La Piojera, donde tomamos un merecido terremoto, como es llamado un coctel tradicional a base de helado de piña y vino pipeño.
Así, con un dulce sabor de boca -a terremoto- dejamos Santiago atrás para continuar nuestro camino hacia el sur rumbo a la región de los Lagos.