Estas ciudades casi gemelas nos sorprendieron con sus fuertes contrastes, pintorescas calles y rica historia naval.
Seguimos nuestra ruta hacia el sur de Chile, recorriendo la carretera Panamericana por la impresionante costa del Pacífico, rumbo al puerto de Valparaíso.
Nos perdimos un poco al entrar a la ciudad, ya que al parecer todos los caminos están orientados hacia Viña del Mar, y es difícil encontrar la entrada a «Valpo».
Una vez en Valparaíso, nos encontramos con nuestros anfitriones de Couchsurfing, quienes amablemente nos dieron un lugar para dormir en su casona del siglo XIX. Las motos tuvieron que quedarse bajo cuidado de la Marina Chilena, cuyos elementos nos ofrecieron un lugar para guardarlas ya que nuestro hogar temporal no contaba con estacionamiento.
Al día siguiente recorrimos las intrincadas calles y pasadizos de Valparaíso, pasando por antiguas casas de madera, arte callejero y viejos tranvías abandonados.
Casi todas las calles y edificios de esta ciudad transmiten historia y dan un sentimiento de melancolía, ya que las imágenes que proyectan parecen del pasado. Pudimos ver desde lo alto el funcionamiento del puerto mercante y aprovechamos para visitar el museo naval de la ciudad, cuna de la marina chilena.
Mas tarde, recorrimos la carretera costanera y nos encontramos con la moderna y glamorosa ciudad de Viña del Mar. Este resort cuenta con varias playas y un largo malecón que recibe a miles de turistas año con año. Todo el borde costero está cubierto por lujosos edificios de departamentos o elegantes restaurantes que hacen gran contraste con la sencillez del vecino Valparaíso.
A pesar de la cercanía, las diferencias entre Valparaíso y Viña del Mar son abismales, pero le dan mucho sabor a esta región de Chile, que ofrece un poco para todos los gustos.