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Por Marissa Espinosa Gutiérrez
Aventura, naturaleza y buen comer se disfrutan en esta villa peatonal al norte de Toronto durante todo el año, sin embargo, el final del verano e inicios del otoño ofrecen un ambiente y actividades únicas para aprovechar tu visita al máximo en este territorio canadiense.
El otoño se anunciaba con sus explosivos colores. La primera helada había caído un par de días atrás en Blue Mountain y cada escenario lo dejaba en claro: los árboles en colores rojos intensos, anaranjados y amarillos salpicaban los que aún se conservaban verdes. La montaña, que en pocos meses sería explorada mediante esquís, brindaba la oportunidad de recorrerla en un segway todo terreno mientras los últimos rayos de sol se colaban entre el follaje multicolor. Jamás hubiera pensado que el medio de transporte del protagonista de Héroe de centro comercial (2009) necesitara de tanta habilidad y equilibrio. Había aprovechado cada minuto del día y, tras un paseo por los caminos habilitados para caminar o andar en bicicleta de montaña, detuve el transportador personal para admirar la hermosa bahía Georgiana, cuyo borde norponiente desaparecía para dar la ilusión de un mar.
Había aterrizado esa misma mañana en el aeropuerto de Toronto –a casi dos horas en auto– y, aunque la zona que compone The Blue Mountains (una serie de ciudades a orilla de la bahía) parecía pequeña, sabía que los lugares por explorar superaban las horas del día. La primera parada: Scenic Caves Nature Adventures, un lugar con 27 kilómetros de caminos en el bosque para cualquier nivel de senderista y unas cavernas de piedra caliza con más de 400 millones de años de existencia, además de ThunderBird Twin Zip Line –la tirolesa doble más larga de Ontario con unos 777 metros–, adonde me dirigí tan pronto salí de las cuevas.
Sentada y con los arneses listos, sentí vértigo al observar borrosa la plataforma que me recibiría, en parte por la falta de lentes. Conté hasta tres y, tras recordar cómo frenar, salí a toda velocidad. Aunque el primer aterrizaje fue duro, la emoción de ver las copas de los árboles a toda velocidad me obligaron a intentarlo nuevamente y con mayor control. “Llaman Blue Mountain a este lugar por el color de la tierra, un tanto arcillosa y con tonalidades azules debido a los componentes minerales, pero no es una montaña en sí, ya que es mucho más pequeña para considerarla una”, comentó el Sean, el arborista del lugar, supervisor de la tirolesa y residente de esta zona desde hace 15 años.
Después aminorar la adrenalina en el puente colgante –las vistas hacia la montaña incluían bosques intactos con árboles de manzanas cada metro–, la mejor forma para seguir explorando era una cerveza. Así, 20 minutos después estaba en la sucursal de Northwinds Brewery en Blue Mountain, con un menú de hamburguesas, macarrones con queso y pollo búfalo, entre otros manjares, hechos con productos de la localidad, junto a siete creaciones cerveceras de la casa, sin mencionar su variedad de sidras locales.
Aunque el viento se sentía fresco, el sol invitaba a caminar a la orilla de Mill Pond por lo que, tras satisfacer el hambre, lo rodeé para ir al Activity Central de la villa y subir la góndola Century Express. Durante los días más cálidos del año, los asientos tradicionales de invierno se sustituyen por unos que aseguran hasta seis bicicletas de montaña y unos compartimentos abiertos para disfrutar el ascenso; se veía el campo de minigolf así como los ciclistas que bajan a toda velocidad los senderos entre los árboles, todo con el estanque del pueblo y la bahía como telón. Aunque había rentado una bicicleta y paseado unos minuto sobre unos senderos amplios, el hecho de intentar algo nuevo como el segway todo terreno me pareció atractivo y mi intuición no me había fallado: el recorrido me había regalado la postal perfecta del otoño junto a vistas sin igual de las montañas azules y su bahía.
Los kilómetros caminados comenzaron a sentirse en los pies, sin mencionar que la última vez que había visto un espejo fue antes de llegar al aeropuerto, un día antes, por lo que al entrar en el Westin Trillium House no pude evitar emocionarme con la habitación y la vista desde el balcón: tenía a Mill Pond y la villa a mis pies, en medio de un atardecer con tonos rosas y azules. Me acicalé un poco antes de caminar a Tholos, la última parada del día. Aunque la arquitectura de Blue Mountain es del principio del siglo XX, el interior de este restaurante te transporta a un rincón en Grecia, donde una carta de vinos tanto canadienses como griegos y platillos deslumbrantes como el queso flameado a tu mesa, cordero y pasta de calabacitas complementan este refugio griego.
Al día siguiente, el protagonista de la tarde era el Apple Pie Trail, una ruta creada en honor a las manzanas que esta región de Ontario produce (con más de 20 variedades y una producción enorme que no ha parado de crecer desde hace 10 años) y conformada por 28 puntos de interés (entre restaurantes, huertos, breweries, viñedos) dispersos en la villa y otras comunidades de The Blue Mountains. Además, no solo junta puntos gourmet y campos verdes de ensueño, sino que es el escaparate de la mayor zona productora de manzanas de Ontario gracias a las condiciones que propician la bahía Georgiana y que solo en 2018 generaron 634 millones de dólares canadienses.
Pero primero, lo primero: el Ridge Runner Coaster y el Treetop Canopy. Las atracciones, que incluyen otra tirolesa y el salto Alphex, estaban llenas de adolescentes que gritaban de emoción, lo cual me hizo querer intentarlo. Así, cuando mi carrito ganó mucha velocidad tras la primera subida de la montaña rusa y, aunque podía controlar su aceleración, decidí recorrer la ladera lo más rápido posible, entre curvas y bajadas pronunciadas mientras disfrutaba del paisaje. Por su parte, mantener el balance en los diferentes puentes y tablas del canopy es una proeza que los niños hacen parecer sencillo, pero que me costó un par de pasos en falso.
Así, emprendí en auto los 15 minutos de camino que me separaban de Thornbury Bakery Café, la primera parada en mi recorrido de las famosas manzanas que Ontario produce. El lugar no solo hornea panes y postres para todos –desde veganos hasta libres de gluten–, también ofrece snacks, café y un espacio para degustar los alimentos fuera del local y observar un pedacito de Thornbury antes de internarse en Beaver Valley y las siguientes dos paradas.
Viñedos extensos en un prado verde y árboles con colores otoñales anunciaron la llegada a Georgian Hills Vineyard. Entré a una sala que contaba con las botellas del viñedo en exposición antes de salir al patio del lugar, extensiones verdes con los viñedos de fondo y un granero pequeño donde estaban moliendo las uvas recién cosechadas. No solo probé el mosto recién exprimido, sino también una copa de vino tinto y una de rosado, además del producto estrella de la ruta: una sidra de hielo de manzanas. Permanecer en el patio hubiera sido un deleite, pero el T&K Ferri Orchad ameritaba una visita. Cultivada por un granjero de tercera generación y su familia, las casi nueve hectáreas albergan cerca de 58,000 manzanos con siete variedades distintas. Al ser temporada de cosecha, pude probar una manzana recién cortada, crujiente, jugosa y dulce, bajo el sol de las 3 de la tarde. Aunque en ese momento lamenté no poder estar durante el festival de la cosecha de manzana, que ocurriría una semana después de mi visita, me consolé pensando en la última parada, la Thornbury Village Cider House & Brewery.
Emplazado en el pueblo del mismo nombre en un edificio renovado, la cervecería tienes creaciones como pilsner y lagers oscuras, pero no opacan el otro fuerte del sitio: la sidra, su contribución al Apple Pie Trail.
Tras finalizar una pinta, el auto me condujo hasta Blue Mountain, dónde la cena sería en Oliver & Bonacini, un restaurante dentro del hotel Westin Trillium House con un menú que incluye vinos canadienses, californianos y argentinos, además de una vajilla azul hecha con la arcilla del lugar. La noche se prestó para un paseo y disfrutar las luces de los edificios reflejadas en el estanque. Caminé entre las calles con tiendas de ropa y recuerdos en edificios que albergan condominios para rentar. Los árboles amenazaban con perder sus hojas doradas. No me extrañó llegar a mi cuarto y encontrarme observando desde el balcón una postal con la que me gustaría dormir y despertar todos los días.
Solo había una manera de terminar este rápido chapuzón en la vida de la comunidad, el Scandinave Spa. Y, aunque cuenta con masajes de primera, solo podía pensar en probar la experiencia estrella del lugar: el spa nórdico, que promete mejorar la circulación, descansar el cuerpo y desintoxicarlo mediante el cambio de temperatura de caliente a frío, para después reposar y sentir los beneficios. Con bata en mano, caminé al corazón del lugar, las piscinas al aire libre, para iniciar el circuito y comprobarlo. Me sumergí hasta el cuello en el agua caliente de la primera piscina, lo que me hizo olvidar lo fresco de la mañana y pensar lo agradable que debe ser disfrutar del bosque cubierto de nieve en el invierno desde aquí. Sin embargo, como persona friolenta, el siguiente paso era el más complicado, el chapuzón en la piscina de agua fría; lo bueno es que solo debes sumergirte unos instantes en agua a temperatura ambiente antes de proseguir con la relajación. El cambio brusco de temperatura fue abrumador, pero tal como promete el tratamiento, el frío se desvaneció mientras sentía que mi energía aumentaba al reposar en una silla con vista al bosque multicolor.
Tras la visita al spa, me dirigí a pasear una última vez en el pueblo, las góndolas y el parque antes de hacer check out. En el camino me detuve en Collingwood, a la orilla de la bahía Georgiana. El tiempo se terminaba. Además de su calle principal (con edificios del siglo XIX y XX), caminé hacia su muelle, donde el agua era tan limpia que se podían ver peces y el fondo del lago. Mientras el conductor me llevaba al aeropuerto de Toronto, en un camino casi recto entre extensiones de tierra onduladas y verdes, imaginaba los secretos que faltaban por conocer. Tan solo el chef de Northwinds, Troy, nos había comentado de unas cascadas a media hora que eran bellísimas en cualquier época del año. Y apenas había visitado cinco de las 28 paradas del Apple Pie Trail. Sin duda alguna, tendré que regresar antes de la primera nevada.
Además de esta, descubre otras maneras de disfrutar Blue Mountain justo a tu medida aquí y dale play al siguiente video para descubrir más maravillas sobre Blue Mountain:
https://www.facebook.com/NGTravelerLatin/videos/1718550761614718/?v=1718550761614718