Aventura en el corazón verde y místico de Guatemala. Con joyasexquisitas como sus aves y orquídeas.
Quería ver al quetzal, ese pájaro mítico que ha habitado las selvas del mundo maya desde siempre y cuyas plumas adornaban los penachos de los grandes sacerdotes mayas y los emperadores aztecas. Su color verde y rojo brilla como esmeralda y rubí, luciendo como una extraña joya que sólo existe en los azures y las copas verdes de los altos árboles de la selva húmeda.
Salimos a las 5:30 de la madrugada de la ciudad de Guatemala, tomando la carretera que lleva al Caribe, hasta llegar al importante cruce en Tulumaje, donde desayunamos en el famoso restaurante Sarita, parada obligatoria de los que transitan por ese camino. Nos dirigimos entonces hacia las montañas. Como íbamos subiendo, el bosque se hacía más cerrado, los valles más angostos y alcanzamos el Biotopo del quetzal, cerca de Salamá, en la región de Baja Verapaz. El Biotopo lleva el nombre de Mario Dary Rivera desde 1976 y se trata de un bosque nebuloso de más de mil hectáreas entre montes y cañadas de la Sierra de las Minas. Su meta es la conservación del hábitat del quetzal y es el mejor lugar para observar ese majestuoso pájaro.
Recorrimos los senderos que nos permitieron observar las quebradas, cascadas, orquídeas, bromelias, líquenes, musgos y epifitas, helechos arborescentes, tesoros de un hábitat de una gran biodiversidad. Nos topamos con ardillas, dos zorros, varios monos saraguatos que habitan las copas de los árboles y, finalmente, escrutando las densas ramas, con gran emoción, encontramos una pareja de quetzales que comían frutas, muy arriba en las ramas de los árboles más altos.
El Encuentro
Eran hermosos, el macho con su larga cola y cuando el sol los alumbraba, los colores verdes y rojos brillaban como piedras preciosas. Me hacían falta unas cuerdas para subir donde se hallaban, me sentía frustrado de no poder verlos de cerca, pero si me hubiera acercado, se habrían ido. Estaban tranquilos en su lugar predilecto, la neblina los arropaba, y cuando el macho volaba, su extensa cola dibujaba rayos que se perfilaban contra las nubes.
Después de recorrer la selva húmeda, entre cascadas y flores, regresamos al pequeño museo para aprender más sobre ese pájaro mítico.
Alcanzamos la ciudad de Cobán anidada entre las montañas de la Alta Verapaz y visitamos el impresionante vivero de la familia Archila donde observamos la gran variedad de orquídeas, entre ellas licastes, la flor nacional de Guatemala, así como cattleyas y laelias, entre otras especies.
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Seguimos nuestro camino por las laderas de las montañas, bajando por una carretera de tierra en un hermoso valle angosto cubierto de bosque más seco y caliente donde la profundidad de los siguanes asombraba con una sinfonía de colores, sonidos y olores penetrantes de la selva diferente y fascinante. Llegamos a las grutas de Lanquín, un soberbio capricho de la naturaleza donde las aguas cristalinas de color esmeralda surgen de la montaña creando un paisaje mágico. Penetramos en las entrañas de la roca para descubrir la magnificencia de los peñascos carcomidos por la fuerza erosiva. Un camino resbaloso nos llevó por las salas monumentales adornadas por las extravagantes formas de las estalactitas y estalagmitas, acompañados por nuestro guía, Q?echí, que conocía cada detalle de esa catedral de rocas. Todos los días, a las seis de la tarde en punto, salen los miles de murciélagos que habitan la gruta y regresan a las 5:30 de la madrugada, después de haber disfrutado de una noche de ágapes.
El río corre por el cañón profundo y lo seguimos hasta alcanzar el rústico hotel El Recreo hundido en la selva donde nos quedamos. Al seguir nuestro recorrido, pasamos por el típico pueblo de Lanquín, dominado por su iglesia, alojado en una de las lomas que dominan el cañón, y el mismo camino nos llevó al río Cahabón. Desde el puente que lo cruza, observamos gente que se tiraba desde una gran roca, clavándose en el agua transparente. Caminando río arriba, alcanzamos las pozas de Semuc Champey donde el río recorre un angosto cañón diversificándose en estanques de color jade y pequeñas cascadas que animan las rocas cubiertas de depósitos minerales, ofreciendo un panorama excepcional. Subimos las laderas escarpadas en medio de la selva, explorando los ruidos intrigantes, observando las orquídeas y bromelias, transpirando por el calor húmedo que nos encerraba bajo los árboles.
El camino era difícil, tan empinado que habían construido unas escaleras de madera adosada a la roca en algunos tramos y subimos hasta llegar a un mirador desde el cual se observaban las pozas esmeraldas en el fondo de la barranca, como un collar de piedras preciosas. El escenario era espectacular, la vegetación creaba un marco fastuoso para ese río esmeralda dividido en extrañas formas por las rocas y pozas. Después de bajar entre la selva, nos bañamos en esas pozas, disfrutando del agua fresca que brincaba en pequeñas cascadas. Fue un momento saturado de misticismo con olor a paraíso. Cuando el sol se estaba escondiendo detrás de las montañas, regresamos al hotel para disfrutar de la cena y gozar de los intrigantes ruidos de la noche en medio de la selva.
Temprano por la mañana, con el mismo auto doble tracción, nos fuimos por un camino que bordeaba el río Cahabón hasta el pueblo de Saquijá donde nos esperaba todo el equipo de gente local que nos llevaba en rafting. Una vez las instrucciones dadas, nos dejamos llevar por la corriente, descubriendo el suntuoso paisaje, perdidos entre la selva que adornaba las montañas. El agua nos llevaba a buena velocidad, sin más emoción que la que nos llenaba los ojos y el alma hasta que unos rápidos nos recibieron con buena velocidad y divertido peligro. La lancha subía y bajaba con fuerza, atormentada por el flujo del río y peleando con las piedras que creaban esas aguas blancas llenas de remolinos. La adrenalina subía, la conmoción nos invadía, hundidos dentro de la magnificencia del escenario. El siguiente rápido nos obligó a pasar entre dos rocas enormes, a punto de ser volcado por los remolinos, otro nos permitió descansar dentro de una pequeña poza donde nos refrescamos nadando en el agua transparente. Finalmente, después de varias peripecias alcanzamos un puente colgante junto al cual nos esperaba el auto.
La gran agitación había terminado, llenándome con esa sensación de haber sido Indiana Jones atravesando las aguas agitadas del río Cahabón con rápidos de nivel I a IV, en busca del quetzal y de los vestigios de los mayas. Sabía que el río seguía su curso sin mí para alcanzar los llanos del Petén donde surgía Tikal.
Tranquilamente regresamos a Cobán para seguir nuestro camino por selva y montes, esos bosques nebulosos donde vivían los quetzales que tanto buscamos y admiramos. No tuvimos más encuentros con él, pero descubrimos una hermosa región de Guatemala. Ojalá se pudiera conservar por mucho tiempo ese paraíso vegetal donde vive uno de los pájaros más hermosos del planeta.
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Subimos al valle de la capital, para instalarnos, en el lujoso hotel Vista Real que domina una de las tantas colinas y barrancas de la ciudad de Guatemala, disfrutando el spa y la piscina para olvidar las incomodidades de la selva. Visitamos el centro histórico con el palacio de gobierno y la catedral que adornan la inmensa plaza, el museo Popol Vuh para admirar los sorprendentes vasos mayas decorados con escenas surgidas de la gloriosa época de los grandes reinos y donde aparecen los penachos con plumas de quetzal, el museo de antropología, el interesante museo del ferrocarril y el mapa en relieve que representa todo el país. En él ubicaba los montes donde vive todavía el mítico pájaro, en esas zonas protegidas amenazadas por la tala incontrolada de los árboles. Mientras estaba comiendo los exquisitos platillos típicos en el restaurante Kacao, repasaba en mi cabeza las imágenes de esos 4 días en contacto con la naturaleza, el lejano contacto con el quetzal, el contacto cercano con las aguas incontroladas del río y el misterio de las grutas. Me sentía enriquecido, un hombre nuevo cuya alma había absorbido la sabiduría del mundo oriundo en tierra de mayas adornada por los colores de los huipiles y las caras de la gente. Guatemala es una aventura auténtica que también nos llevó a caminar hacia la cima de un volcán activo, navegar por el lago Atitlán, rezarle a Maximón y caminar por los coloridos mercados y las elegantes calles coloniales de Antigua. Mientras siga existiendo ese paraíso verde, el quetzal seguirá volando por los árboles, por encima de las aguas tormentosas del fondo de las barrancas y, sobre todo, en la imaginación.
LOGÍSTICA
Clave lada: + 502
Idioma: español y 23 lenguas indígenas consideradas oficiales
Religión: católica con mezcla de ritos prehispánicos
Moneda: el quetzal
VISA: no se necesita para mexicanos
Información: www.visitguatemala.com
CUÁNDO Y CÓMO IR
Todo el año. Con lluvias abundantes de junio a octubre lo que dificulta el tránsito por las carreteras de tierra y los senderos del Biotopo del Quetzal. Taca tiene vuelos diarios. www.taca.com
DÓNDE DORMIR Y COMER:
Hotel Lodge El Recreo Lanquín, tels. 7983-0009/ 56/57. www.inforpressca.com/lanquin/directorio.php
Posada las Marías, Semuc Champey, tel. 7861-2209/10. www.posadalasmarias.com
Porta Hotel Antigua, 8ª calle poniente #1, La Antigua, tel. 7832-2801, fax 7832-0807. www.portahotels.com info@portahotels.com
Hotel Vista Real, prolongación Blvd. los Próceres km 9, zona 15, Guatemala City, tel. 2417-0000. www.vistareal.com
Restaurante Kacao, 2ª av. 13-44, zona 10, Guatemala, tel. 2337-4188.
ACTIVIDADES:
Guía: Maximiliano Sigui Castro, tel. 2432-0030. semillasparalapaz@yahoo.com www.andinismoguatemala.org
Biotopo Mario Dary Rivera para conservación del quetzal, Salamá, Baja Verapaz. cecon@usac.edu.gt
Rafting en Saquijá, tel. 5069-3518. info@guaterafting.com / www.guaterafting.com
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