Pendientes cubiertas con un manto de algodón blanco y rosa, en Extremadura, España.
En medio del laberinto de árboles en flor de su jardín, Gustavo Izquierdo Elizo mira con atención en la cálida luz de la mañana la ramita de una cereza y se le ilumina la cara como si acabara de descubrir un tesoro escondido de los conquistadores. Con un gesto casi reverente, el viejo fruticultor se limpia los dedos en el mono azul, levanta un poco la ramita con la mano izquierda y señala cuidadosamente con la derecha las flores de color rosa que acaban de salir de los capullos. «Una variedad viejísima», dice visiblemente alegre.
«Mi cuñado me la regaló el año pasado y con ella injerté uno de los árboles más viejos».
Cuando los dos millones de cerezos en el Valle del Jerte se ponen sus vestidos de primavera, el turista fácilmente se pierde en el mar de color blanco y rosa. Efectivamente, la diversidad es considerable: mientras que algunos árboles se contentan con tener pequeñas flores totalmente blancas, otros alzan al cielo profundamente azul unas ramas llenas de olorosas flores de color rosa en los tonos más diversos.
El Valle del Jerte, que se ubica en Extremadura, España, recuerda al fabuloso valle de cerezos en flor en el libro «Los hermanos Corazón de León», de la escritora sueca Astrid Lindgren. Un auténtico paraíso, al menos para árboles frutales: en terrazas de cientos de años de antigüedad, cuidadas con gran esmero, los cerezos cubren las pendientes con un manto de algodón blanco y rosa. Quien se dirige al Valle del Jerte desde el este, es decir, desde Madrid, es recompensado con unas vistas espectaculares. Durante mucho tiempo, la carretera discurre casi en línea recta sobre la árida meseta desarbolada de Extremadura, donde también de día sopla un viento frío.
Y justamente cuando uno casi empieza a sentirse cansado, la monotonía termina abruptamente en el mirador de Puerto de Tornavacas: profundamente escarpado, como un cañón, se abre a la vista el Valle del Jerte.
Mezclado con el aire caliente, el perfume de las flores de los cerezos se alza hasta el Mirador, situado a una altura de 1,275 metros. A lo largo de 40 kilómetros se extiende en la profundidad del valle la alfombra de flores, para terminar poco antes de las puertas de Plasencia. En las pendientes más altas, donde hace demasiado frío incluso para los cerezos más robustos, resplandece la cinta verde de los robledos, sobre los que se alzan los picos de la sierra de Gredos, de más de 2,000 metros. Todavía a finales de marzo, las cumbres están cubiertas de gruesas capas de nieve.
Cascadas
Protegida por las altas montañas, la naturaleza en el valle se desarrolla en un microclima especial. El invierno es relativamente suave. Después, el agua de deshielo propicia un crecimiento exuberante hasta principios del verano. Por cierto: el agua en el Valle del Jerte es en sí misma una atracción. En primavera se oye por todas partes el borboteo y murmureo del agua de los pequeños arroyos artificiales que atraviesan las terrazas con sus árboles frutales. Una viejísima red de corrientes de agua se alimenta de las gigantescas cascadas que por todas partes caen atronadoras por los empinados valles laterales.
El mayor ruido se oye encima del pueblecito de Navaconcejo: las Cascadas de Nogaledas vierten sobre tres niveles al valle enormes masas de agua que sólo se calman entre los huertos frutales. Una ruta de senderismo sube pegada a las cascadas por la montaña.
El Valle del Jerte es un grandioso paraíso para el senderismo. Aun así, el excursionista raras veces se encuentra con gente en los maravillosos caminos. Durante horas se puede caminar solo por el mar de flores, por los bosques subiendo hacia las numerosas cascadas y torrentes o por los caminos situados por encima del límite forestal, que ofrecen amplias vistas panorámicas.
El Valle del Jerte con sus cerezos en flor es famoso en España. No obstante, la mayoría de los turistas españoles prefieren contemplar el esplendor desde el coche. Por la tarde ya han desaparecido los turistas y el excursionista solitario puede compartir en los pequeños pueblos el paisaje idílico con la población local y una fauna notable.
Aunque ya era un importante centro comercial en la época romana, Plasencia, que tiene hoy 40,000 habitantes, es mucho menos conocida que otras ciudades en Extremadura como Mérida y Cáceres. La consecuencia es que sólo pocos turistas recorren los callejones del centro histórico de Plasencia, donde hay muchas cosas que ver, como los hermosos palacios renacentistas, nada menos que dos catedrales y una de las bodegas más viejas de España, donde se vienen prensando uvas desde el siglo XIII.
En la tarde, cuando el sol baña con una luz dorada los tejados y las torres de Plasencia, un dulce perfume primaveral invade la ciudad: el olor de las flores de cerezo del Valle del Jerte.
INFORMACIÓN BÁSICA: Valle del Jerte
Cómo llegar: desde Madrid, la mejor manera de viajar a la región es en coche de alquiler.
El Valle del Jerte está situado a 200 kilómetros al oeste de la capital española. Otros destinos cercanos que valen la pena son las ciudades de Cáceres y Plasencia, el Parque Nacional de Monfragüe con sus nidos de buitres en los roquedos, así como el monasterio de Yuste, donde el emperador Carlos V pasó los últimos años de su vida a mediados del siglo XVI.
Los cerezos en flor en el Valle del Jerte: el momento exacto en que los cerezos comienzan a florecer depende de las condiciones meteorológicas. Según los últimos pronósticos, este año los cerezos estarán en flor entre el 28 de marzo y el 12 de abril.