Viaja al destino más famoso de los Alpes, con paisajes que se quedarán en tus mejores recuerdos
Salimos desde la moderna estación de Lyon, donde los fantásticos trenes TGV de alta velocidad llegan de París en dirección al Mediterráneo, pero sólo los vemos pasar, porque esperamos un tren ?normal? que nos llevará a Saint-Gervais, un pequeño pueblo desde donde tomaremos otro tren más pequeño, que finalmente nos dejará en Chamonix.
Dos horas después vamos en un trenecito de cuatro vagones, subiendo lentamente por colinas empinadas que el moderno TGV no podría ascender, disfrutando del paisaje de montañas nevadas y valles verdes, que sólo había visto en las caricaturas de Heidi.
La montaña con nombre de pluma
La estación de Chamonix está a unas cuadras del centro, es un día despejado y tenemos al sol de frente, pero algo brilla detrás de nosotros, al girar para ver de qué se trata nos encontramos con los Alpes nevados, que reflejan un blanco más intenso del que alcanzan a bloquear nuestros lentes oscuros.
Las puntas más altas son el Aiguille du Midi (Aguja del Mediodía) de casi 4000 metros y el Mont-Blanc, que además de dar su nombre a las famosas plumas, es la cumbre más alta de Europa con 4810 metros.
Antes de comenzar nuestra aventura alpina vamos al hotel «La Crèmerie Balmat», que está en medio del bosque. Aquí todo es pequeño y basta una caminata de 15 minutos para encontrarlo.
Regresamos caminando al centro de Chamonix, con la meta de llegar a las montañas, pero nuestra mirada se desvía en las brasseries y restaurantes que anuncian fondues y tartiflette, que son papas gratinadas.
Al final entramos en una charcuterie y compramos un salchichón, prosciutto, queso tomme y baguettes. Finalmente comenzamos nuestro ascenso en uno de los teleféricos más largos del mundo, mide 3842 metros desde el centro de Chamonix hasta la punta del «Aiguille du Midi».
Tras 20 minutos llegamos a la cima y recorremos las diferentes terrazas que dan vista al Mont-Blanc, al Glaciar del Gigante y a los lagos. Desde aquí vemos a los alpinistas experimentados que salen o regresan de caminar por los senderos de nieve delimitados por profundos desfiladeros.
También descubrimos que aquí se toma el teleférico que pasa encima del Glacier du géant (Glaciar del Gigante) y que llega hasta Punta Helbronner, del lado italiano. Nosotros decidimos quedarnos en tierras francesas y sentarnos en una banca a preparar las baguettes, que comemos disfrutando del paisaje que brinda el techo de Europa.
El tren de cremallera
Al día siguiente la luz se cuela por las rendijas y nos obliga a abrirle las ventanas, afuera las montañas lucen increíbles, y se puede oler el bosque. Bajamos a una sala con chimenea a disfrutar el clásico desayuno francés: un tazón de té, café, pan tostado y mermelada casera.
Esta vez tomamos el tren rojo del Montenvers, llamado «de cremallera«, ya que sube a la montaña usando un mecanismo de engranes que acompañan a las vías.
En minutos estamos en la cima y caminamos siguiendo las indicaciones al «Mer du glace», un río de hielo que se forma del deshielo de los glaciares. Caminamos entre neblina, y por momentos parece que estamos en un sueño, donde escuchamos nuestras voces pero no podemos vernos.
Cuando llegamos a la «Mer du Glace» la neblina disminuye, por desgracia este glaciar, como todos los del mundo, no pasa por su mejor momento, el deshielo es evidente y aunque sigue siendo un río de nieve, ya no brilla como ?un río de diamantes bajo el sol de la mañana?, como leímos en la guía.
Decidimos bajar a Chamonix a pie, hay decenas de senderos bien señalados, y caminar es la mejor manera de encontrarse con los más bellos paisajes.
Al inicio andamos entre rocas llenas de nieve, pero conforme bajamos el clima es más templado y los cielos más despejados, encontramos valles verdes y bebemos el agua fresquísima que escurre de los arroyos, comemos fresas y zarzamoras que encontramos en el camino y nos maravillamos cada que llegamos a un nuevo punto de observación del valle.
En el centro de Chamonix entramos al restaurante Caleche, donde damos rienda suelta a nuestras ganas de probar el fondue, la tartiflette y ?le fillet de boeuf sur la Pierre?, un filete preparado sobre una piedra caliente en la mesa, sin olvidar un buen vino, para brindar por el fin de semana en el que llegamos a la cumbre de Europa.
Cómo llegar
Air France te lleva a Lyon vía París. Desde Lyon deberás tomar el tren a Chamonix-Mont-Blanc pasando por Saint-Gervais, el trayecto dura tres horas.
La ciudad Suiza de Génova queda a una hora por autobus, y las ciudades italianas de Milán y Turín están a cuatro horas de este destino, en un viaje que atraviesa el túnel de 12 kilómetros que pasa por debajo del Mont-Blanc.
Dónde hospedarte
El Hôtel Crèmerie Blamat es un chalet de cinco habitaciones en el bosque, habitaciones dobles desde 57 euros.
El Hotel Le Chamonix está en pleno centro de la ciudad y ofrece habitaciones dobles desde 64 euros.
No te lo pierdas
Hay muchos teleféricos en Chamonix, pero el mejor es el que sube a L’aguille du Midi, el trayecto cuesta 45.60 euros; en el tren de cremallera el ascenso cuesta 26.40 euros y el descenso 12.20 euros.
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