Una menor cantidad de turistas ofrece comodidad y mejores vistas a quienes se animan a realizar el trayecto.
Hesham Jattab es un hombre con mucho sentido del humor. «El instrumento cuesta un euro», dice en alusión a la estridente cítara que todos los vendedores de souvenirs tratan de vender a los turistas. Pero después de una breve pausa dice: «Por favor, no la compren». El grupo de viajeros ríe.
Jattab no tiene muchos motivos para reírse en los tiempos que corren. «No tengo ilusiones, pero tampoco quiero ser pesimista», dice el egipcio mientras observa con una mirada resignada el salón del «Nile Smart». El barco turístico recorre en una semana, uno por uno, los lugares culturales más emblemáticos del valle del Nilo en el Alto Egipto.
A Jattab lo contrataron como guía turístico, una oportunidad que ya no se le presenta con mucha frecuencia.»En los cuatro últimos años sólo hemos podido trabajar diez semanas», relata Jattab, quien estudió egiptología. A causa de la revolución y los disturbios, las reservas de crucero por el Nilo se han desplomado. De los 300 barcos disponibles para cubrir el trayecto entre Luxor y Asuán, siempre estaban en servicio unos 150 navíos antes del cambio político en Egipto; hoy, ni siquiera son 30. Para los egipcios, esta caída es una catástrofe económica. Para los turistas, en cambio, casi sólo conlleva ventajas. Los grandes emplazamientos culturales de la época faraónica están ahora menos concurridos que nunca.
El «Nile Smart» navega de Luxor a Asuán y viceversa. La primera estación es el Templo de Horus en Edfu. Es fácil fotografiar la imponente puerta de entrada, sin la molesta presencia de otros turistas. Lo mismo vale para la columnata del Templo de Isis, cerca de Asuán, que visitamos al día siguiente. Y el impresionante Templo de Ramsés II, en la frontera con Sudán, al que se puede llegar en autobús, muchas veces lo visitan actualmente sólo unos 100 turistas diarios. «Antes eran 1,000», dice Sabri Okasha, uno de los vigilantes del templo, que ante los turistas siempre se presenta como Mustafah.
Incluso los pocos barcos que todavía quedan muchas veces sólo están ocupados a la mitad de su capacidad. Como consecuencia, los turistas disponen de un mayor espacio en el bufé y en la cubierta. Por lo demás, poco ha cambiado en este microcosmos de cruceros. Ahí está la señora que antes de acudir al almuerzo siempre se pone una camisa que combina bien con el pañuelo del cuello; otro turista siempre se sienta a la mesa con pantuflas y traje de baño. Hay uno que siempre da clases sobre cualquier templo, mientras que otro espera no ver «otra vez piedras».
Las excursiones en tierra, con sus rápidas visitas, generalmente ya han terminado temprano por la tarde, cuando llega la hora del té. Los colores de la orilla brillan fuertemente cuando el sol está bajo. La impresión de un valle de río se refuerza cuando el paisaje árido detrás de las fértiles franjas verdes se transforma en pendientes escarpadas. ¡Qué idilio!
«No», dice la alemana Brigitte Pömmerl, de la ciudad de Augsburgo, cuando le preguntamos si tenía miedo antes de comenzar este viaje. Los egipcios le dan pena, dice mientras que se pone cómoda en la tumbona. «Realmente están haciendo todo para garantizar la seguridad». Efectivamente, cuando uno está sentado por la noche en la cubierta, no tiene la sensación de que alguna vez haya habido una crisis en el país del Nilo.
Hesham Jattab dedica mucha atención a los turistas. Corrige lo que les han contado los conductores de coches de plaza: «Les encanta contar cuentos chinos». Con paciencia, Jattab explica a los turistas cuál es el valor de los souvenirs que han comprado. «Una mujer compró un paño por 17 euros (24 dólares) cuando en realidad sólo cuesta dos euros». Sin embargo, esto no debe ser motivo para no comprar nada, dice Jattab, porque en todas partes hay ovejas negras.
En este viaje, el guía egipcio también tiene la tarea de mediar entre el entorno vital de sus compatriotas necesitados y las expectativas de los turistas extranjeros. «Vive y deja vivir», es su lema.
Los turistas también reaccionan con sentido de humor a las peculiaridades culturales de los habitantes del país. «Dijo que tiene dos mujeres. Y yo le respondí: me puedes dar una de ellas», bromea un jubilado después de una charla con un egipcio.
Sin embargo, la inoportunidad de los vendedores a veces también provoca reacciones de rechazo y miedo: «No vuelvo a entrar en esa cosa», dice una turista después de su tercera visita a un bazar. Lo dice en serio, aunque no tiene mucho sentido, ya que para acceder a los templos generalmente hay que abrirse paso entre un montón de puestos.
En el cuarto día del crucero, el «Nile Smart» llega de regreso a Luxor. En la tarde hay una visita al Templo de Karnak, del dios Amun Re, con su imponente sala hipóstila y un obelisco de granito rosa de 320 toneladas. Excepcionalmente, hay más gente aquí, debido a que muchos excursionistas de Hurghada han atravesado el desierto para visitar Luxor.
A la mañana siguiente, el programa prevé visitas a Tebas y el Valle de los Reyes, así como al templo funerario de la poderosa faraona Hatshepsut. En el año 1997, seguidores del grupo terrorista Gamaa Islamiya mataron aquí a 58 turistas extranjeros y cuatro egipcios. El turismo se hundió a causa del atentado y sólo logró recuperarse lentamente después. Actualmente, la situación en la región entre Luxor y Asuán es tranquila. En cambio, en Taba, en la península del Sinaí, murieron en febrero de este año varios turistas en un atentado.
Durante el viaje de regreso desde Tebas, Hesham Jattab se pone por última vez en la parte delantera del autobús para dirigirse al grupo de turistas. «Este ha sido mi trabajo para este año», dice. Ha buscado otros trabajos, pero no ha encontrado ninguno. Si hubiese hecho su doctorado, quizás se hubiera ido al extranjero. «Sin embargo, mis raíces están aquí», explica. Su familia lo está esperando en El Cairo. «Tu país es como tu madre: cuando está enferma, hay que cuidarla».
Información básica:
Muchos touroperadores organizan vuelos chárter a Luxor, Hurghada o Marsa Alam y de allí en autobús al Nilo. La compañía Egypt Air vuela desde varias capitales europeas a Luxor con escala en El Cairo.
Seguridad: Después del levantamiento popular en 2011, la situación en la región entre Luxor y Asuán ha sido predominantemente tranquila. En las rutas turísticas no hay restricciones para los viajeros.
Moneda: Un dólar equivale a 7 libras egipcias. En muchos lugares también se puede pagar con euros, aunque en este caso los precios suelen ser un poco más altos.