Quien quiera ver el Amazonas debe viajar a Iquitos, te toparás con monos aulladores y en sus ríos nadan delfines rosados.
Iquitos es una anomalía. El antiguo puesto avanzado de los misioneros en la selva húmeda de Perú ha ido creciendo hasta tener una población actual de más de 400 mil personas. Es la ciudad más grande del mundo a la que solo se puede llegar en barco o avión.
El tamaño de Iquitos se debe al "boom" del caucho entre 1880 y 1918. Más tarde se encontró petróleo en la región y hoy florece la industria maderera y también el turismo.
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En la selva alrededor de Iquitos se construyeron en los últimos diez años numerosos albergues. Hoy, toda una flota de cruceros navega por los ríos. Tampoco faltan los jóvenes mochileros, para quienes Iquitos se ha convertido en una escala obligada en el gran tour por América del Sur.
Reservo una estancia de cuatro días en la selva húmeda, con un sencillo campamento como base. Mi guía da la impresión de ser una persona experimentada y confiable: Ascencio Pérez, de 50 años, es originario del pueblo de Yanamono, situado seis horas río abajo.
La pequeña aventura comienza con un viaje a la ciudad de Nauta, situada a una distancia de 100 kilómetros. En la orilla del río Marañón hay lanchas amarradas para llevar a los turistas a la reserva nacional Pacaya-Samiria. Los mozos suben a bordo cajas de limonada y grandes cantidades de plátanos y huevos.
Una vez que todo está embarcado, la lancha comienza a recorrer el Marañón río abajo con el motor petardeando. La orilla pasa junto a nosotros con su monótono esplendor verde tropical. En medio de la vegetación vemos ibises. Una hora después, el barco gira hacia la derecha para entrar en el río Ucayali. Poco después sale del agua marrón la primera aleta dorsal que disipa la somnolencia a bordo de la lancha: ¡delfines de río!
El capitán frena el motor y rápidamente nos encontramos rodeados por una manada de delfines. Nos quedamos en el lugar un cuarto de hora. Después, el capitán acelera el motor y se dirige hacia el campamento base. Las casas de los pueblos están construidas sobre palos altos, a diferencia del refugio que durante los próximos días será mi alojamiento: un conjunto de vigas inclinadas y encima un techo de palmas.
Mientras que el capitán prepara la cena, nos adentramos con Pérez en la selva. Lleva botas de goma que a veces se hunden hasta los tobillos en el lodo. Se abre camino con un machete. El destino de la dura caminata es un lago en el que crece lo que probablemente es la planta acuática más bonita del mundo, la Victoria amazónica, un nenúfar gigante. Decenas de estas plantas con forma de plato cubren el agua. Algunas tienen un diámetro de dos metros. Entre ellas relucen flores de un color rosa pálido.
La noche cae pronto en los trópicos. Cuando bajamos por el terraplén en la orilla del río, el capitán ya nos está esperando en el barco con pescado cocido, arroz y tomates. Dadas las circunstancias, una cena excelente servida en un lugar ideal: el sol se pone sobre el río y la selva y hace que los bordes de las nubes resplandezcan con una luz roja.
Cruzamos el río hacia el campamento situado en la otra orilla. Varias garzas se echan a volar cuando el barco penetra en el lodo. Pérez coloca un colchón delgado bajo el techo de caña y tiende un mosquitero. Solo lleva un par de minutos hacerlo, tiempo suficiente para que un enjambre de mosquitos caiga sobre nosotros durante el crepúsculo. Detrás del mosquitero oímos el zumbido de un ejército de los malditos insectos. El sueño llega pronto, como la noche.
Pérez nos despierta cuando el sol rojo sube en medio de la niebla de la mañana. Nuevamente, el guía se abre camino entre la maleza con su machete. Pese a su trabajo preparatorio, avanzamos a duras penas: una y otra vez tenemos que agacharnos o un zapato se enreda en una liana o espinas arañan la piel. Estamos empapados de sudor pero la selva tropical merece la pena. Viejos árboles del género ficus extienden su corona sobre nuestras cabezas. De las ramas cuelgan bromelias. Araucos negros se elevan con fuertes aletazos y chillan indignados cuando llegamos a la orilla de un lago. Pérez señala una huella en la tierra: "Por aquí pasó una anaconda".
Descansamos en un lugar con escasa vegetación en el bosque. Pérez me enseña una serie de cicatrices en el antebrazo, como si fuera un código de barras. "Cuando era joven, mi abuelo me inyectó el veneno de una rana para que me hiciera fuerte". Los turistas pagan hasta 150 soles (40 euros) por una inyección de lo que se conoce como el "viagra indio". Pérez, un mestizo orgulloso, cuenta sus cicatrices: siete inyecciones. Por eso, asegura, puede caminar diez horas por el bosque sin sentir cansancio o tener sed. No lleva consigo una botella del veneno. Durante el siguiente descanso me pide, como siempre, que tome mi agua.
Pérez es un parlanchín pero hay que reconocer que conoce muy bien la selva y detecta incluso a sus habitantes más espantadizos: el mono lechuza, que cuelga de una rama y que nos observa con una expresión soñolienta desde arriba, el oso hormiguero, que se ha agarrado a un tronco, y el mono aullador, que es especialmente difícil de detectar.
Regresamos al campamento. Nubes oscuras van llenando el cielo. "No. Hoy no va a llover", dice Pérez. Pocos minutos después caen unas gotas gruesas. Me resbalo en un tronco. Hormigas me muerden la mano. Seguimos caminando, agotados y empapados. He aprehendido la lección. La selva húmeda es preciosa pero no es mi territorio.
Información básica
Cómo llegar: Desde Lima hay varios vuelos diarios a Iquitos. Quien prefiera algo más aventurero puede viajar allí en barco desde Yurimaguas. El viaje dura dos o tres días.
Alojamiento: En Iquitos hay varios hoteles de diversas categorías. El hotel "Casa Fitzcarraldo" pertenece al director de producción de la película homónima. Los mochileros pueden encontrar numerosos alojamientos sencillos que cuestan poco dinero.
Cuándo viajar: Iquitos está situada cerca del ecuador y tiene un clima tropical. Durante todo el año hace un calor sofocante. La época menos lluviosa son los meses de mayo a septiembre.
Informaciones: Oficina de turismo de Iquitos, Calle Napo 161 (Tel. 0051/65/23 6144, email: iperuiquitos@promperu.gob.pe).
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