En el extremo sur de Gran Canaria, los grandes resorts y la vida nocturna de las avenidas se detienen de lleno ante las dunas de Maspalomas, un enclave natural de 6 kilómetros de longitud donde las caprichosas formaciones de arena dan paso a la playa y sirven de hogar para plantas, insectos, reptiles y aves endémicas.
Reconocidas como Reserva Natural Especial desde 1994, las dunas de Maspalomas forman un área natural única que se ha mantenido en buen estado de conservación a pesar del crecimiento turístico de la localidad, hoy conocida como una de las capitales mundiales del turismo sexual.
Sin embargo, un nuevo estudio liderado por la Universidad de las Palmas de Gran Canaria analiza por primera vez el impacto ambiental que provoca el ‘cruising’ (una práctica popular que consiste en tener encuentros sexuales esporádicos y anónimos en sitios públicos o semipúblicos) sobre el sistema de dunas costero y las especies que en él habitan.
La investigación localizó cerca de 298 puntos de encuentro sexual en la Reserva Natural Especial de las dunas de Maspalomas. Estos sitios se encuentran fuera de los senderos autorizados para recorrer el área protegida y por lo tanto, el impacto es mayor.
La mayoría de los puntos de encuentro sexual se encuentran en áreas bajas de las dunas y el principal daño a su alrededor es la vegetación seca, arrancada y muerta, utilizada por quienes lo practican para crear arbustos altos y evitar ser observados a la distancia:
“Encontramos que las prácticas sexuales realizadas en sitios de vegetación densa y ‘nebkhas’ (montículos de dunas con vegetación) están teniendo un impacto significativo en la geografía y las plantas nativas, incluyendo los desechos que son tirados en el lugar», explica el Dr. Leví García Romero del Instituto de Oceanografía y Cambio Global y autor principal del estudio publicado en el Journal of Environmental Management.
El estudio descubrió que las actividades sexuales en las dunas impactan directamente a ocho especies de plantas nativas, de las cuales tres son endémicas. Además, en los puntos más frecuentados se encontraron restos de preservativos, juguetes sexuales y colillas de cigarro.
El equipo hace énfasis en que no se trata de un ataque a ninguna comodidad, sino de un análisis a detalle del impacto ecológico que tiene practicar cruising en la Reserva. “Sin importar que clase de actividad humana sea, los sitios turísticos costeros necesitan monitorear de cerca la ecología y las tendencias de erosión», explica el estudio, pionero en medir el impacto de la actividad humana en la zona.
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