El Cristo que por siglos coronó la Iglesia de Santa Águeda en Sotillo de la Ribera, en la región de Burgos en España, escondía una cápsula del tiempo en su interior.
Tras bajar la imagen del Cristo para darle mantenimiento, los restauradores retiraron un paño que protegía la parte trasera de la figura y encontraron un par de documentos que se hallaba en su interior.
En el pasado no era raro que las figuras estuvieran huecas para disminuir los gastos, pero lo que sí se considera poco usual es que un miembro del clero haya escondido pergaminos en su interior.
En los pergaminos encontrados se detalla cuánto costó hacer la estatua y cómo era la vida en los tiempos que fue hecha. Aquí se detalla que fue esculpida en madera por Manuel Bal y que la pagó el canónigo de Santiago, Juan Antonio Serrano y Mañero.
Como si supiera que su documento sería leído muchos siglos después, Mínguez aprovechó para relatar la vida en tiempos del rey Carlos III, en una época en la que el Imperio Español era uno de los más poderosos del mundo.
«La corte está en Madrid. Hay Correo y Gaceta para las noticias. Hay Inquisición, por lo cual no se experimentan errores contra la iglesia de Dios. Se contratan en funciones grandes toreros famosos de Salamanca», dice el documento relatando la vida cotidiana de España en 1777.
Joaquín Mínguez también explica que en ese año Burgos gozó de una cosecha de vino excelente y que los campesinos de la zona cultivaron trigo, centeno, cebada y avena.
El capellán también explica qué las enfermedades más comunes eran algunos tipos de paludismo que duraban menos de una semana y fiebres tifoideas, que en ese tiempo se conocían como tabardillos y dolores de costado. En algún punto de los pergaminos Mínguez dice que el entretenimiento preferido de la población eran los siguientes: naipes, pelota, calva, barra y otros juegos pueriles.
Los historiadores de la empresa Da Vinci Restauro dicen que los documentos, que consisten en dos pliegos de pergamino escritos por ambos lados, pudieron haber sido el resultado de un trato entre el capellán y el escultor para esconder documentos para la posteridad.
Los pergaminos serán conservados por el Arzobispado de Burgos y los restauradores hicieron una copia que volverán a depositar debajo de la parte trasera de la figura para que vuelvan a ser descubiertas por los humanos del futuro, tal como lo quiso Mínguez.
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Vía: EFE
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