La primavera tiñe de rosa los valles y picos de Japón por el brote de las flores de cerezo. Al acto de mirarles en silencio se conoce como ‘Hanami’.
«Todas las calles son rosas. Así como aquí son las jacarandas, allá son las sakuras», dice sobre su experiencia la arquitecta mexicana, con ascendencia japonesa.
Año con año, según documenta
«[…] la gente se toma un momento para apreciar la brevedad de la primavera y su belleza, con el florecimiento y la caída de los cerezos en flor.», escribe Uematsu para The Conversation.
La euforia por la llegada de la primavera no es casual. Así como en México las personas ansían el japoneses tienen una tradición milenaria de admirar los cerezos en flor en abril. A la celebración dedicada a admirar el despertar de las flores, con atención plena, se le conoce históricamente como ‘Hanami’. Así funciona.
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‘Mirar las flores’
En 2ºC, con nevadas poderosas y ventiscas que encierran a las personas en sus casas. El turismo, por lo tanto, no es recomendable en esta época del año: todo está cerrado —y lo que es más, los sitios turísticos de interés ni siquiera abren sus puertas por el mal clima.
Después de meses de recomiendo en el hogar, la llegada de los primeros días cálidos del año se corona con los cerezos rebosantes en flores. Del sentimiento de añoranza nace, asimismo, la contemplación silenciosa de los árboles en abril. De hecho, Hanami (花見) se traduce literalmente como ‘mirar las flores’.
¿Cómo se celebra Hanami?
La experiencia del Hanami se puede entender mejor con una pieza del poeta Japón en la historia:
«Sin arrepentimientos
caen y se dispersan…
Flores de cerezo»
El poema se aproxima a la impertinencia de la vida, manifestada en cómo las flores nacen para volver al suelo. Sólo así pueden reintegrarse al ciclo natural de la vida. Al solamente ‘mirar las flores’, los japoneses hacen un acto de reunión y reconciliación con la transitoriedad de su estancia en este plano de consciencia.
Por ello, también, tradicionalmente se organizan festejos enteros en torno a los cerezos en flor. Las personas se reúnen para mirarlos en los parques públicos, donde organizan picnics en familia y con amigos. Matsuda describe lo siguiente sobre estas celebraciones japonesas:
«Es muy común que durante Hanami vayas a un parque y te lleves unos obentos (cajas de comida tradicional), para comer mientras miras las flores.»
La única intención —más allá de platicar o actualizarse sobre cómo va la vida— es estar sentados en silencio, viendo los árboles rebosantes de vida en rosa.
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Reconciliarse con la impermanencia
En japonés, a las flores del cerezo se les conoce como ‘Sakura’. Según los registros nacionales, la celebración de Hanami data del periodo Nara, entre los años 710 y 794. Desde entonces, el olor de los cerezos recién nacidos anunciaba la llegada de la primavera.
Incluso, el aroma adquirió una connotación sagrada, relativa a la élite política japonesa en la Edad Media. Desde la parte estética y lírica, el Hanami también implica encontrar belleza en el acto de dejar ir. Aunque pareciera lo contrario, esta tradición japonesa celebra la decadencia de las flores que mueren en abril.
Visto así, explica Uematsu, también es una manera de festejar la melancolía.
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