Si de lugares eclécticos se trata, con esta isla le dimos al clavo
Existe un país, a unos 50 kilómetros de la costa venezolana, donde nada es lo que parece. El centro y sus casitas con fachadas de colores dan la impresión de que se trata de una isla chiquitita, sus habitantes hablan como cuatro idiomas a la vez y reconocen a una monarca europea.
Por sus calles lo que se escucha es papiamento, una de las formas criollas del portugués mezclada con español, inglés y holandés.
Se trata de Curazao y no, ni es una isla pequeña ni el tributo es a la reina Elizabeth del Reino Unido, sino a Beatriz, de los Países Bajos. Aunque desde hace dos años se desintegraron las Antillas Neerlandesas y desde entonces, con Aruba y Bonaire sólo comparte el Atlántico y el idioma, este país autónomo aún tiene un dejo claramente holandés.
Nos damos cuenta que este es un lugar peculiar desde que llegamos al aeropuerto: la forma de migración parece un estudio de mercado ? ¿y cómo se enteró de nosotros?, ¿fue por una revista o por una página de internet? ?y la chica que nos recibe en migración nos da la bienvenida en cuatro idiomas y pregunta que cuál preferimos.
Luego tomamos un taxi que nos lleva al centro y la historia se repite. El conductor comenta que es raro ver visitas de un país latinoamericano que no sea Venezuela.
?Casi todos son holandeses, les gusta venir acá porque pueden hablar en su idioma, hay comida que
conocen y se refugian en nuestro sol?. Y tal cual, después de 20 minutos en el coche sin nada de tráfico -recorriendo una carretera en la que se asoman restaurantes de comida rápida, casitas a medio construir y más estéticas que habitantes? llegamos al centro de Willemstad.
Es como una Ámsterdam a nivel micro sólo que mucho más colorida y mucho menos bicicletera, y en lugar de usar euros pagan, indiscriminadamente, con florines antillanos y dólares americanos.
Nos encontramos con una zona comercial, dividida en dos barrios, en la que se alinean edificios con fachadas de colores construidos entre los siglos XVII y XVIII.
Aunque Otrabanda y Punda están separados por una bahía natural, cruzar de uno a otro no es problema, es más, el puente peatonal movedizo que los une es la imagen más recurrente de la isla. ¡Y es increíblemente pintoresco!
Pasan tantos barcos por el canal que es muy común escuchar una especie de alarido que significa que las puertas se han cerrado, todavía con gente caminando sobre él, y es probable que por los siguientes 10 o 20 minutos no haya cómo cruzar al otro lado si no es en ferri; un servicio gratuito que ofrece la ciudad como alternativa.
Lo que se ve en las cuadras del centro es una réplica de los contrastes presentes en todo Curazao: mientras que el malecón que rodea la bahía de Schottegat y el fuerte Riffort, un antiguo sitio amurallado que ha sido transformado en un hotel con su propio centro comercial, están llenos de boutiques con nombres de diseñadores bien conocidos y restaurantes en los que una cena no cuesta menos de 50 dólares por persona, unas cuadras más adentro hay tiendas de-todo-un-poco con productos de importación y locales con dos o tres mesas que ofrecen un menú casero.
Ni el modelo holandés ni la riqueza petrolera salvaron a la isla de una distribución de riquezas que favoreció el distanciamiento entre clases.
En Otrabanda y Punda todo está muy cerca y media hora a pie basta para recorrer cada barrio de un extremo a otro. En el camino hay un mercado de artesanías, muy pensado para turistas de cruceros, que junto a los otros dos mercados que son verdaderamente folclóricos, este puede pasar totalmente inadvertido.
Uno de ellos vende frutas y verduras y hay uno que otro puesto de pescado. Está compuesto por barcos venezolanos apilados que traen de su tierra, mucho más fértil y muy cercana, los regalos del trópico.
El otro, encerrado en una construcción cilíndrica que recuerda a las vanguardias latinoamericanas como pocos edificios, es algo así como una central de abastos de todo tipo: hay, desde carne de cerdo y mariscos frescos, hasta productos para el cabello y herbolaria.
El consejo llega cuando ya hemos gastado mucho tiempo y dinero en taxis, pero le tomaremos la palabra la próxima que nos demos una vuelta por Curazao, todavía hace falta conocer ?bajándose del coche? las playas vírgenes en Westpunt.
Información
Cómo llegar
Copa tiene cuatro vuelos semanales a Curazao desde Panamá. Otra alternativa es viajar con Avianca haciendo escala en Bogotá.
Sinagoga con historia
No parece un prejuicio descabellado pensar que la sinagoga más vieja del continente está en Nueva York, adonde emigraron los judíos desde hace varios siglos, pero es un error. Mikvé Israel-Emanuel, la comunidad judía de Curazao, cuenta con la sinagoga más antigua del continente y aún está en operación. Con su suelo de arena y un gran órgano, el templo que celebra sus 350 años está abierto al público para compartir sus tradiciones.
Tips
Rentar coche es la mejor opción si se quiere explorar la isla. Sólo que hay que considerar que algunos hoteles cobran estacionamiento. En todos lados aceptan dólares y con un tipo de cambio justo. No es necesario cambiar tu dinero por florines antillanos. (Salvo que quieras tener un billete con denominación de 25 para tu colección.)