Una mayor competencia de servicios turísticos hace más accesible el archipiélago para los viajeros.
Las Islas Galápagos, el archipiélago de los animales espectaculares y al mismo tiempo mansos, se ha hecho más accesible gracias a la creciente competencia entre los hoteles, los hostales y las compañías aéreas que vuelan a las islas desde las ciudades de Quito y Guayaquil del Ecuador continental.
Los turistas con pocos recursos pueden dormir por una cantidad equivalente a 13.5 dólares la noche y observar casi gratis tortugas gigantes, focas, pelícanos, así como iguanas marinas y terrestres tan largas como un brazo.
Cada año, más de 200,000 turistas hacen realidad su sueño en el Pacífico a poco menos de 1,000 kilómetros al oeste de la costa de Sudamérica. Y quien quiere dar un paseo entre nidos de alcatraces en islas despobladas y observar familias de pingüinos mientras toma un trago al atardecer debe reservar un crucero, aunque cuesta entre 250 y 800 dólares al día.
Suena un claro silbido. La tortuga gigante de Galápagos mete su largo cuello con su pequeña cabeza y sus piernas macizas debajo del imponente caparazón, que ahora baja a la hierba. La protección es perfecta. Seguramente, algún turista había mostrado poco respeto y quería tocar al coloso. Muchas tortugas gigantes llegan a pesar hasta 300 kilogramos y viven bastante más de 100 años en el norte de Santa Cruz, la principal isla turística del archipiélago.
La capital de la isla, Puerto Ayora, tiene casi 15,000 habitantes, más de la mitad de la población total de las Islas Galápagos. En el puerto dormitan leones marinos. Taxis acuáticos navegan hacia el otro lado de la bahía. En el mar se balancean pesqueros, cargueros y ferries rápidos que navegan a las otras tres islas habitadas: San Cristóbal, Isabela y Floreana. En ellas también echan anclas algunos cruceros.
Incansablemente, los guías de las Islas Galápagos les echan un sermón a sus grupos de turistas cuando desembarcan en una isla: "Nadie puede salir del camino, tocar un animal o sacar fotos con flash". Quien fuma o deja caer un papelito se acarrea un regaño. Los animales y las plantas del archipiélago con sus alrededor de 130 islas e islotes podían desarrollarse durante casi cinco millones de años casi sin ser molestados. El alemán Harry Jonitz ayuda a los turistas a observar este esplendor único sobre y bajo el agua. Desde hace 20 años trabaja como guía en el archipiélago.
En este momento, Jonitz y el capitán Julio Pachay están parados en el puente del "Treasure of Galapagos", un catamarán para cruceros con capacidad para 16 pasajeros como máximo. La misma capacidad tiene también el "Tip Top IV", que se asoma en el horizonte. También el "Galapagos Legend" y el "Silver Galapagos", cada uno con capacidad para 100 pasajeros, son enanos en comparación con los cruceros que navegan por los mares del mundo, pero en el archipiélago de las Galápagos pertenecen a la categoría de los gigantes.
El mar está tranquilo. Hay tiempo para una charla en el puente. "Simplemente había demasiada gente aquí. Menos mal que nuestras autoridades tomaran medidas", dice el capitán Pachay. En 2007, la Unesco puso las islas Galápagos en la lista roja del Patrimonio Mundial en peligro, también por un flujo migratorio incontrolado y problemas ecológicos. Las autoridades reaccionaron y, entre otras medidas, obligaron a muchos ecuatorianos continentales que vivían ilegalmente en las islas a regresar.
"Para que los turistas no lleguen masivamente a los destinos principales, todos los barcos están obligados ahora a respetar importantes reglas. No pueden dirigirse dos veces al mismo destino en menos de 14 días", explica Jonitz. Al fin y al cabo, todas las islas son atractivas. Otro alemán, el touroperador Hans Jürgen Creter, subraya que "actualmente, todos los cruceros son vigilados por satélite". El barco que realiza excursiones adicionales arriesga la pérdida de la licencia.
Entre tanto, la Unesco ha retirado su advertencia. No obstante, muchos animales y plantas endémicos siguen en peligro de extinción, porque también en el seno del mundo animal hay luchas por la supervivencia: junto con los seres humanos fueron llegando cabras, ratas y burros que pisoteaban los nidos, comían huevos y les quitan (también en la actualidad) espacio vital a los animales endémicos.
Además de Santa Cruz y Española, también Genovesa, Seymour Norte, Bartolomé e Isabela son algunos de los destinos más populares. Quien quiere ver las tortugas gigantes endémicas, que para muchos turistas son el clímax de una visita a las Islas Galápagos, debería planear el viaje adecuadamente, porque la mayoría de esos animales solo viven actualmente en Santa Cruz, Isabela, Santiago, San Cristóbal y Española. Quien solo observa estos animales gigantes en la Estación Charles Darwin en Santa Cruz detrás de pequeños muros en el campo muchas veces se siente decepcionado cuando escucha lo que han visto otros viajeros.
Información básica
Cómo llegar: Desde las ciudades ecuatorianas de Quito y Guayaquil, los vuelos cuestan unos 280 dólares.
Documentos: El pasaporte tiene que tener una validez mínima de seis meses a la llegada. Los pasajeros que viajan a las Islas Galápagos desde Quito o Guayaquil reciben un visado electrónico. La tasa de entrada al Parque Nacional, de 100 dólares por persona, se tiene que pagar a la llegada a Galápagos.
Cuándo viajar: Todo el año. Siempre se pueden ver los animales. Hay pocos cambios de temperatura. Entre junio y noviembre, las temperaturas máximas alcanzan los 26 grados como promedio.
Salud: Se recomienda seriamente viajar con un seguro de enfermedad válido en todo el mundo. La vacunación no es obligatoria.
Moneda: La moneda nacional de Ecuador es el dólar estadounidense. Un euro equivale a 1.13 dólares (fecha: 11 de febrero de 2015). En Santa Cruz y San Cristóbal hay muchos cajeros automáticos.