La caldera del volcán Kawah Ijen expulsa gases con azufre 300ºC, que se mezclan con la laguna que habita en su cráter. Así, crea la ilusión de eruptar ríos de ‘lava’ azul.
Una de las preocupaciones principales a las que se enfrentan las familias de los trabajadores que van al Kawah Ijen es qué tan tóxicos son los elementos que emanan de él. Sobre la piel y al interior de los pulmones, los ríos de ‘lava’ azul que se descienden del cráter son de ácido. Como uno de los volcanes activos más poderosos de Indonesia, se ha convertido en una mina de azufre puro.
A pesar de su belleza azul iridiscente, el lago que está en la cima del volcán está compuesto de ácido sulfúrico. La sustancia corroe no sólo la piel humana, sino metales de alta resistencia. Aún así, explica Gyln Williams-Jones, doctor en vulcanología de Simon Fraser University, «parece una alberca que te invita a aventarte«.
Ríos de ‘fuego’ azul
Quienes visiten el Kawah Ijen no deben de dejarse engañar por el carácter aparentemente apacible de la laguna al interior del cráter. A pesar de su esplendor turquesa, los vapores que emergen del volcán están cargados de azufre. Con temperaturas que se elevan hasta los 300ºC, explica Williams-Jones, la laguna en la cima de la montaña se impregnan de los elementos que componen a los gases. Los mineros indonesios, a su vez, conviven con estas condiciones hostiles.
«Cada volcán tiene su propia personalidad», explica el vulcanólogo canadiense. Junto con la BBC, realizó una expedición al Kawah Ijen, y sabe que exponerse al ácido sulfúrico no es cualquier cosa. Con un kilómetro de diámetro aproximadamente, se ha convertido en una fuente de ingresos considerable para las personas que habitan en los alrededores.
Aunque se elevan a estas temperaturas extremas, en realidad no es fuego el que se enciende durante las noches. Al reaccionar con el oxígeno en la atmósfera, los gases del volcán producen la ilusión de crear ríos de lava azul. Mientras en el día se elevan los vapores de azufre al cielo, en la noche parece que en la caldera se cuecen rayos y luces nórdicas.
Al día, aproximadamente, los mineros extraen hasta 90 kilos de azufre. El material se utiliza después para producir medicinas y azúcares, por lo que en sí mismo, es un elemento valioso para las farmacéuticas y laboratorios trasnacionales que ahí lo adquieren. Sin embargo, la exposición constante a estos gases les cobra facturas altas —incluso si no suben varias veces al día hasta el cráter.
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Problemas respiratorios
Después de algunas jornadas de estar en contacto con los gases que emite el Kawah Ijen, los mineros empiezan a experimentar problemas respiratorios. En algunos casos, si no logran protegerse adecuadamente, regresan a casa con graves quemaduras en la piel. El ardor en los ojos y en las otras mucosas del cuerpo se convierte en una molestia de todos los días.
Incluso con casos, caretas y guantes, las gotas de ácido sulfúrico se introducen al organismo. Los estragos son difícilmente sorteables al largo plazo, ya que los trabajadores sólo perciben de 4 a 5 euros por jornada, explica Williams-Jones. Mientras los mineros extraen el azufre sólido del cráter, los ‘bomberos’ tratan de extinguir las llamas del volcán, que pueden quemarlos severamente.
Aunque el Kawah Ijen es una fuente gruesa de azufre para Indonesia, su cráter no es el único que lo produce. Por el contrario, pertenece a una red de 143 estratovolcanes activos, situados en la provincia de Java Oriental, documenta National Geographic España. En ningún otro, sin embargo, la minería se practica a esa escala.
Entre el olor pútrido del ácido gaseoso y las condiciones precarias de trabajo, los ríos de ‘fuego’ azul son una de las menores preocupaciones para los mineros indonesios. Por el contrario, los estragos físicos son vitalicios y difícilmente tratables.
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