El tema del Museo Judío de Berlín: el origen común del cristianismo, el judaísmo y el islam.
Paredes ensuciadas de rojo sangre, una oveja conservada en líquido, instrumentos para maniatar y un cuarto cubierto de plumas son algunas de las impresionantes imágenes a las que apela el Museo Judío de Berlín en su nueva exposición, "Obediencia".
La muestra, que acaba de abrir sus puertas en uno de los museos más visitados de la capital alemana, gira en torno al origen común del cristianismo, el judaísmo y el islam tras el sacrificio que ordenó Dios a Abraham de su hijo Isaac.
El museo logró convencer para la puesta en escena al cineasta británico Peter Greenaway, un maestro de los efectos visuales que cosechó un sonoro aplauso en la última Berlinale.
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No obstante, Greenaway ha preferido pasar más a un segundo plano y dejar que su esposa, la directora neerlandesa de ópera Saskia Boddeke, se encargue de liberar este torrente de imágenes en el edificio diseñado por el arquitecto estrella Daniel Libeskind.
La obediencia y la sumisión son una constante en las tres religiones monoteístas, o al menos así lo ven Greenaway y Boddeke. Para el patriarca Abraham, esto significó que debía sacrificar a su hijo Isaac porque Dios así lo quería.
"Abraham extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo", reza el Génesis 22 del Antiguo Testamento. Pero dios se apiada a último momento y le envía un carnero para sacrificar en lugar de su hijo. Pero Abraham antes había obedecido.
La historia es similar en el Corán, pero allí el hijo repudiado de Abraham, Ismael, asume el papel de Isaac. Ismael está en el centro de la Celebración del Sacrificio, la mayor festividad de los musulmanes para la cual se sacrifica un animal.
La temática, tan cargada de sentido teológico, resulta bastante densa para un museo que es visitado por más de 700,000 personas al año, muchas de ellas jóvenes.
Greenaway y Boddeke prescinden de ofrecer mucha explicación sobre las imágenes. Según la curadora Margret Kampmeyer, se trata más de "un acercamiento emocional" al tema y de llegar a muchas personas que carecen de conocimientos profundos de la Biblia.
Al comienzo del recorrido por 15 salas se proyectan en una pared imágenes de niños y jóvenes que dicen "I am Isaac" ("Soy Isaac") o "I am Ishmael" ("Soy Ismael"). Su objetivo es provocar una identificación con los hijos de Abraham y demostrar que, finalmente, los niños son los que acaban sufriendo las consecuencias de la obediencia de los mayores, hasta hoy.
La enérgica Boddeke y el reflexivo Greenaway crearon una mezcla de espectáculo cinematográfico y museo de cera. Cuchillos y un chorro de agua que gotea son puestos en escena al igual que lápidas y la Torá, el libro sagrado de los judíos, ovejas de papel maché y la famosa oveja negra con cuernos dorados del artista británico Damien Hirst.
Un grupo de ballet baila el drama del sacrificio en fragmentos de video. Cada sala es presentada con una frase, desde el "Golden Room" ("Salón dorado"), con ediciones históricas de la Biblia y el Corán, hasta el cuarto cubierto de plumas de ángeles o el "Salón del diablo", donde los guijarros en el suelo simbolizan la lapidación de Satanás durante la peregrinación a la Meca.
En la sala del cristianismo hay colgadas 140 cruces, la copia de una pintura de Caravaggio se proyecta a través del llamado videomapping sobre una superficie con un efecto asombroso. Al igual que en las películas de Greenaway, la muestra no apuesta por que las historias puedan entenderse de forma racional, sino por el poder de las imágenes.
La sala "Agnus Dei" ("Cordero de dios") está tapizada con lana de oveja y evoca al cordero de sacrificio. Un reclinatorio está colocado frente a un cuadro conmovedor del español Francisco de Zurbarán. E instrumentos para maniatar cuelgan del techo en alusión a la suerte de Isaac.
Después de visitar la "Sala de sacrificio" con las paredes teñidas de escarlata, la exposición cierra con una pregunta al visitante: ¿O es usted un Abraham?"