La mezquita de Santa Sofía se construyó, originalmente, como una catedral cristiana ortodoxa. Hace 1,500 años, fue un encargo de la esposa del emperador romano Constantino. Bajo la premisa de establecer el cristianismo como la fe oficial del Imperio de Oriente, éste sería el estandarte de poderío económico, político y espiritual que representaría al territorio.
Incendiada, traída abajo y vuelta a construir al menos 3 veces, la mezquita de Santa Sofía conserva un halo de culto a pesar de ya no ser un espacio religioso. Actualmente, recibe 3.7 millones visitantes al año, según los registros de Statista en 2019. A la par, se convirtió en un refugio de gatos callejeros en Estambul. Ésta es la razón.
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Cuando Estambul todavía se llamaba Constantinopla —aludiendo al fundador del Imperio Bizantino, hacia el 360 d.C.—, el templo se erigió con todo el apoyo de la familia en el poder. En la actual Ciudad Vieja de la capital turca, la idea era construir un espacio de recogimiento espiritual que representara el poderío del emperador.
Con el Bósforo como acompañante milenario, sin embargo, la estructura de Ayasofya —según se le conoce en turco— ha servido como un referente icónico para la arquitectura cristiana e islámica a la vez. Esto es así porque, aunque originalmente se construyó como un espacio religioso para los griegos ortodoxos, su función ha cambiado a lo largo del tiempo:
«La primera Hagia Sophia presentaba un techo de madera. La estructura fue quemada hasta los cimientos en el 404 d.C. durante los disturbios que ocurrieron en Constantinopla como resultado de los conflictos políticos dentro de la familia del entonces emperador Arkadios, quien tuvo un reinado tumultuoso desde el 395 al 408 d.C», documenta History.
A partir de entonces, el templo cambió de propósito al menos 3 veces más. Entre incendios, colapsos, demoliciones y cambios de régimen político y religioso, su objetivo viró según los intereses del gobierno en turno. Así de imponente ha sido el espacio desde su creación.
Aún así, el espacio ha conservado la planeación estructural original, con elementos del cristianismo ortodoxo. La planta es griega: es decir, tiene la forma de una cruz simétrica. De la misma manera, se respetaron los mosaicos dedicados a Jesús y a los emperadores que la construyeron originalmente, con el estilo bizantino que la caracteriza en la actualidad.
«El mármol utilizado para el suelo y el techo se produjo en Anatolia (actual Turquía oriental) y Siria, mientras que otros ladrillos (utilizados en las paredes y partes del suelo) procedían de lugares tan lejanos como el norte de África. El interior de Hagia Sophia está revestido con enormes losas de mármol que se dice que fueron diseñadas para imitar el movimiento del agua», explica el medio.
Acompañando estos elementos de la usanza cristiana, entre los domos y columnas hay inscripciones islámicas. Aunque fue propiedad del Imperio Romano durante más de 900 años, su propósito cambió una vez más con la invasión musulmana del siglo XIII. En 1453, Constantinopla cayó en manos de Mehmed el Conquistador, y la antigua capital romana se volvió musulmana.
Por ello, los pendones que coronan las paredes hacen alusión al emperador otomano. Al tomar el control de la ciudad, decidió que la mezquita de Santa Sofía serviría a sus propios intereses. A partir de entonces, el recinto se utilizó también como resguardo para las tumbas de la realeza otomana, según documenta el portal oficial de la mezquita de Santa Sofía.
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Después de siglos de cambios de gobierno e intereses políticos, la mezquita de Santa Sofía se convirtió en museo. Se desacralizó en la década de los 30 del siglo XX, como una decisión de Turquía para invitar al turismo internacional a conocerla. Por ello, durante décadas fue posible que las mujeres entraran con la cabeza descubierta, y pisaran las alfombras majestuosas con zapatos.
Sin embargo, en julio de 2020, el Consejo de Estado de Turquía y el presidente Erdoğan la reclasificaron como mezquita. Estas concesiones han sido retiradas, ya que en la actualidad es un espacio sagrado para la fe islámica.
Todos los días, la mezquita de Santa Sofía está abierta al público. Exceptuando los lunes, es posible visitar el recinto desde las 9 de la mañana hasta las 5 de la tarde. En los días sagrados para el Islam, sin embargo, se mantiene cerrada. Específicamente, durante los «primeros días de Ramadán y Eid Ul Adha, que se conoce como fiesta del sacrificio», explica la institución.
Con todo lo anterior, la mezquita de Santa Sofía lleva décadas siendo un refugio para gatos callejeros. El más famoso de ellos se llamó Gli, que se traduce del turco como ‘unión de amor’. Según documentan medios locales, posó durante años junto a miles de turistas, convirtiéndose en una ‘centinela de la mezquita’ en las redes sociales.
Cientos de turistas se tomaron fotografías con Gli. En vida, tuvo sólo una hija, que convivió con otros gatos callejeros que habitan ahí. Como parte de sus obligaciones diarias, los guías de turistas deben de alimentarlos y velar por su bienestar.
“Nuestro cuidado y amor por los animales proviene de la simpatía y el afecto que nuestro Profeta mostró hacia los animales como lo atestiguamos en sus Hadices», dijo a Anadolu Agency (AA) Hüseyin Koçak, un líder religioso turco, sobre este fenómeno. «Son seres vivos como los humanos y Allah los llama Sus ‘siervos mudos’. No pueden hablar, pero entendemos sus situaciones. Sabemos que tienen hambre, sed y necesitan un lugar cálido. Estamos haciendo lo que toda persona con conciencia debe hacer”.
En 2021, Gli y su hija fallecieron. La madre, por tener más de 16 años, según documentaron medios nacionales; la hija, tras un accidente automovilístico. Sus restos también descansan en la mezquita de Santa Sofía hasta hoy.
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