Después de ser un museo por décadas, la mezquita de Santa Sofía en Estambul volvió a ser un espacio sagrado en 2020. Desde entonces, ha sido víctima de vandalismo y robos sin precedentes.
La mezquita de Santa Sofía ha sobrellevado múltiples transformaciones. No todas han sido particularmente suaves con uno de los iconos de Estambul, una de las ciudades más importantes de Turquía. Conforme la ciudad ha cambiado de nombre, régimen y ordenamiento religioso, así también el mítico recinto de la antigua Constantinopla ha redirigido su intención política y espiritual.
Durante décadas, desde que que la Unesco la catalogó como Patrimonio de la Humanidad en 1985, la mezquita de Santa Sofía gozó de un periodo de paz. Tenía los insumos estatales para conservarse prístina, en su calidad de museo —y una de las atracciones turísticas principales de la ciudad. Sin embargo, este periodo de bonanza llegó a su fin en 2020: el gobierno turco decidió convertirla nuevamente en mezquita.
Éstas han sido las consecuencias.
De recinto religioso a espacio museístico
Hagia Sophia, como se le conoce localmente a la mezquita de Santa Sofia, se construyó originalmente como una catedral cristiana ortodoxa. Hace 1,500 años, fue un encargo de la esposa del emperador romano Constantino. Bajo la premisa de establecer el cristianismo como la fe oficial del Imperio de Oriente, éste sería el estandarte de poderío económico, político y espiritual que representaría al territorio.
Incendiada, traída abajo y vuelta a construir al menos 3 veces, la mezquita de Santa Sofía conserva un halo de culto a pesar de ya no ser un espacio religioso. Se convirtió en museo en la década de los 30. Actualmente, recibe 3.7 millones visitantes al año, según los registros de Statista en 2019. A la par, se convirtió en un refugio de gatos callejeros en Estambul.
Santa Sofía: un espacio dedicado a la liturgia nuevamente
Al año siguiente, coincidiendo con el estallido de lamítico recinto bizantino volvería a ser un espacio sagrado. En esta ocasión, dedicado al Islam. Inmediatamente, el julio de ese año, la Unesco lamentó la decisión en un comunicado:
«La UNESCO lamenta profundamente la decisión de las autoridades turcas, tomada sin discusión previa, y pide que se preserve el valor universal del Patrimonio Mundial», escribió la institución desde su portal oficial.
La preocupación radicaba, primordialmente, en la preservación del recinto en su estatus de ‘valor universal’, explicó entonces la Unesco. Y llamó al Estado turco a «garantizar que las modificaciones no afecten el Valor Universal Excepcional» de la propiedad. A dos años de cambiada la intención de Hagia Sophia, las inquietudes de conservación del patrimonio se materializaron.
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A falta de control de los visitantes
La Asociación de Arqueólogos Griegos (SEA, por sus siglas en inglés) emitió una carta pública dirigida a la directora de la Unesco, Audrey Azoulay. Preocupados por los constantes casos de vandalismo y el daño en general que ha sufrido la mezquita de Santa Sofía desde 2020, la organización denunció el deterioro que el recinto ha visto desde que regresó a ser una mezquita.
Uno de los daños más escandalosos fue al piso de mármol, que data de la primera construcción en la época bizantina. Las autoridades locales reconocieron que el impacto se dio tras «un descuido de limpieza». Sin embargo, no ha sido el único:
«Las láminas de madera otomanas de la Puerta Imperial se dañaron, los revestimientos de las paredes se rasparon y se quitaron, las fuentes y las puertas se usaron para guardar zapatos, las losas de mármol del piso fueron destruidas», denuncia la institución.
En gran medida, la SEA responsabiliza a la falta de control de los visitantes por el deterioro notable que ha padecido la mezquita de Santa Sofía. A falta de personal de seguridad, quienes entran al recinto no están bajo vigilancia en momento alguno. Por ello, se lamentan los arqueólogos griegos, las autoridades turcas “dejan la protección del monumento único a la voluntad de cada visitante o peregrino”.
Por la clara ‘indiferencia’ que el gobierno local ha mostrado por preservar Hagia Sophia, la SEA está buscando peticiones firmadas para que la estructura no sufra más daños que, eventualmente, sean irreparables. “Con razón, ha habido preocupación dentro de Turquía y a nivel mundial sobre la vida futura de la única Hagia Sophia”, concluyen los especialistas en la carta.
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