Durante los primeros días de la primavera, las calles de la Ciudad de México comienzan a teñirse de morado. Marzo viene acompañado de una pequeña flor brasileña: la jacaranda. Los árboles que son su hogar tienen presencia en toda la capital mexicana. Aquí te contamos cómo seguir su colorido rastro y la historia de su llegada.
Muchas de las banquetas de la Ciudad de México están destrozadas desde adentro. Se podría pensar que son los temblores su principales victimarios, pero no es así: si levantáramos las aceras, encontraríamos una red subterránea de raíces de jacarandas. Con un tronco de hasta 70 centímetros de ancho, estos árboles gigantescos llevan casi un siglo habitando el país.
“Llegan con el mes de marzo. Su llamarada suave, persistente, prospera despacio en la mañana. Avanzadas de la primavera, son como amantes orgullosas que otorgan una nueva oportunidad.” Fragmento de En el Imperio de la Jacaranda de Vicente Quirarte.
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Tatsugoro Matsumoto era un jardinero japonés que se instaló en México a finales del Siglo XIX. Poco tiempo después de su llegada fue contratado como paisajista por Porfirio Díaz. El plan del entonces presidente era “sembrar semillas y plantas porque en la Ciudad de México hay puros nopales y no hay árboles”, según declara el nieto del jardinero.
Matsumoto no tenía planeado plantar jacarandas. En su lugar pensaba plantar cerezos japoneses, cuya famosa flor de sakura es conocida por ser una representación de la fragilidad de la vida. Los cerezos no sobrevivieron mucho tiempo en el clima templado de las Ciudad de México, pues son árboles acostumbrados a estaciones con temperaturas más drásticas. Buscando una alternativa, el jardinero optó por las jacarandas, un árbol tropical que había conocido durante su breve estancia en Perú.
Si bien es cierto que estos árboles tienen presencia en toda la Ciudad, estos son algunos de los lugares donde puedes apreciarlos mejor.
Chimalistac es un barrio localizado al sur de la CDMX. Sus calles empedradas y su arquitectura rústica convierten el recorrido en un paseo histórico. El territorio que hoy ocupa pertenecía en tiempos prehispánicos al señorío de Coyohuacan. La importancia de este lugar es tal que la Ciudad de México emitió un un decreto para declarar a Chimalistac como patrimonio tangible e intangible en 2012.
Ubicados en las colonias colindantes Hipódromo y Condesa, estos dos parques son hogar de decenas de árboles de jacaranda. Las flores que llenan sus corredores los hacen el lugar perfecto para dar un paseo en bicicleta o en compañía de un ser querido, humano o animal.
“Que sepan que nos nutren, que son tan necesarias como estar enamorado, que sin ellas marzo tendría que decirse de otro modo.“ Fragmento de En el Imperio de la Jacaranda de Vicente Quirarte.
En el corazón de la Ciudad no podían faltar las emblemáticas flores. El camino de la Iglesia de San Hipólito al Palacio de Bellas Artes está enmarcado por ramas púrpuras cada marzo, un perfecto “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, como lo pintó Diego Rivera.
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