Se asoma una lucha por mantener viva una ciudad muerta.
Italia es el país con más sitios considerados Patrimonio Mundial por la Unesco. Su ministro de Cultura suele comparar ese tesoro con las reservas de petróleo del golfo Pérsico. Pero la dramática situación de la antigua Pompeya pone en entredicho la importancia que el país da a su patrimonio.
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Las ruinas de la ciudad sepultada tras la erupción del volcán Vesubio en el año 79 y redescubiertas en el siglo XVIII constituyen para muchos el mejor símbolo de la incapacidad de Italia para cuidar sus tesoros. Una iniciativa de la Unión Europea (UE) mejoró la situación, pero no está claro por cuánto tiempo.
"Esto podría haber sido otro ‘Caporetto’", asegura Massimo Osanna, superintentendente de Pompeya, en referencia a la humillante batalla perdida por Italia frente a Austria durante la Primera Guerra Mundial y cuyo nombre se sigue utilizando hoy como sinónimo de desastre nacional.
El estado de las ruinas de Pompeya tocó fondo en 2010, cuando su famosa "Casa de los Gladiadores" se derrumbó en medio de fuertes lluvias. La indignación internacional hizo que las autoridades en Roma consiguieran 105 millones de euros (115 millones de dólares) de la UE para restaurar todo el complejo arqueológico.
Sin embargo, cuando Osanna asumió el cargo en marzo de 2014, el llamado "Gran Proyecto Pompeya" de la UE apenas había comenzado a aplicarse. Y eso pese a que Bruselas había fijado el plazo de diciembre de 2015 para invertir la totalidad de los fondos o devolver a la UE los que no se hubiesen usado.
"Pensé que estaba viniendo a un sitio en el que debería luchar contra molinos de viento, como Don Quijote. Mis colegas me decían: ‘¿Qué te llevó a aceptarlo?’", recuerda ahora el arqueólogo de 52 años. "No me arrepiento de la decisión, pero fue más difícil de lo que imaginaba".
La misma visión comparte el general Giovanni Nistri, ex director de la división de patrimonio nacional del cuerpo de policía Carabinieri encargado desde fines de 2013 de la administración financiera del proyecto de rescate y considerado uno de los grandes responsables de evitar un desastre.
Nistri aseguró que, cuando asumió el cargo, un 25 por ciento de los proyectos de conservación no se habían puesto en marcha y existían sólo sobre el papel. No pudo dar razones del motivo: simplemente era así.
El general sí detalló las medidas que tomó para resolver la situación, como reducir los plazos de licitaciones de un año a menos de un mes y vincular todos los fondos comunitarios a proyectos específicos, pero reconoció que hasta el 31 de diciembre se habrán gastado sólo unos 40 millones de euros de los 105 disponibles.
La esperanza de Nistri consiste ahora en que la UE extienda un par de años el plazo para usar los fondos restantes y no exija su devolución. "Es muy probable que el tema se resuelva de forma positiva", dijo.
Un argumento a favor es que la Unesco, que había llegado a amenazar con declarar Pompeya un sitio en riesgo de destrucción, reconoció el giro de la situación: en marzo, sus inspectores constataron "el excelente progreso" logrado desde que Osanna y Nistri se hicieron cargo del tema.
Entre esos progresos clave se encuentran un nuevo sistema de drenaje en la zona aún no excavada de las ruinas que reducirá el riesgo de otro colapso como el de 2010 y un sistema de mapas computarizados que deberían facilitar la detección de situaciones críticas.
"Pompeya es una ciudad, pero una ciudad en ruinas. Y las ruinas tienden a desmoronarse. Nuestro trabajo es mantener con vida una ciudad muerta", ilustra Osanna. "Esto significa que no puedo prometer que no vaya a haber otros derrumbes, en particular ahora que los trabajos están en marcha pero no finalizados".
Francesco Erbani, periodista y autor de un libro sobre el devenir de Pompeya en las últimas dos décadas, considera que las ruinas fueron destruidas en el pasado por un manejo burocrático desastroso que podría volver a emerger una vez que termine el plan de emergencia para salvar el sitio.
La confusa superposición de estructuras administrativas, el riesgo de infiltración de la mafia local (la Camorra) o las tensas relaciones con la municipalidad y las instituciones de la Iglesia católica son algunos de los principales desafíos a superar, dijo Erbani.
También los inspectores de la Unesco están preocupados por el futuro y urgieron al gobierno italiano a garantizar personal y financiación suficientes "para el futuro próximo". De lo contrario, advirtieron, "volverán los problemas estructurales que llevan al colapso".
Todo depende ahora, según formula Nistri, de "volver ordinario lo extraordinario". Es decir, que el proyecto de rescate urgente de Pompeya inspire un trabajo de mantenimiento bien planificado y regular. "No siento escepticismo ni esperanza", concluye. "Simplemente observaré lo que pasa y sacaré mis conclusiones".