Londres vive la música callejera

La capital británica busca regular la presencia de los artistas en las banquetas.

Tan pronto irrumpe el exótico sonido de un didgeridoo en una de sus estaciones de tren como aparece una cantante que rescata una melodía olvidada. La capital británica está llena de artistas que se ganan la vida en la calle, y a menudo, varios centenares de libras al día.

Durante mucho tiempo se decía que quien lograba hacerse un nombre en las calles de Londres tenía casi asegurado el contrato discográfico. Aquí comenzaron artistas como Rod Stewart o Simon & Garfunkel, pero hoy en día la burocracia llena de piedras el camino del espíritu creativo: quien quiera tocar en la calle ha de tener una licencia. Y cada barrio dicta sus propias normas y precios al respecto.

Recientemente, el distrito de Camden aprobó una normativa para prohibir tocar a los artistas callejeros que no posean un permiso. Camden y sus mercados se consideran el corazón del panorama musical londinense y hasta hace un tiempo era el único barrio que permitía la música sin licencia. Pero ahora los artistas tendrán que pagar una multa de hasta 1,000 libras si no cuentan con un permiso.

«Es totalmente frustrante, yo sólo quiero tocar, pero todas estas normativas hacen que sea casi imposible», cuenta Simeon Baker. Este guitarrista de 19 años llegó a Londres procedente de Australia precisamente atraído por la escena musical de la capital británica. Y el sol australiano aún se nota en su bronceado.

Como muchos otros artistas callejeros, Baker también soñaba con ser «descubierto» en Londres. «Vine a aquí a actuar en directo y grabar CDs. Y quién sabe, quizá pudiera pasar por ahí el directivo de alguna discográfica y contratarlo. Si es que en algún momento se bajan de sus cochazos para ir a pie, claro», bromeaba.

Los jóvenes artistas como Simeon Baker son una pieza clave en el panorama musical de Londres. Y su alcalde, Boris Johnson, es consciente de ello. Por eso, a comienzos de abril lanzó la campaña #BackBusking, que pide literalmente el respaldo a la música callejera.

«No permitamos que Londres se convierta en zona prohibida para los músicos callejeros», advertía. Su objetivo es reunirse con responsables de cada distrito y representantes del sector musical para buscar una normativa unitaria en todos los barrios.

Seguramente, esto facilitaría mucho las cosas a los músicos callejeros, pero otra cuestión es si con ello se logrará preservar esta faceta cultural tan asociada a la capital británica. Robert Bluesman, por ejemplo, lleva 20 años ganándose la vida en las calles de Londres, pero su envejecida ropa y manos descuidadas ponen de manifiesto que no siempre es tan fácil.

«Con sus normas, el gobierno está vetando cualquier atisbo de creatividad. Para la gente con aspiraciones artísticas, quienes realmente tienen algo que decir, no hay oportunidades en Londres», afirma este músico de blues.

Bluesman toca principalmente en el metro de Londres y responde «thank you, darling» cuando una mujer lanza una moneda a su maletín. En las estaciones de metro, unos coloridos semicírculos marcan las zonas en las que oficialmente pueden tocar los músicos callejeros. Las plazas son muy codiciadas y hay que reservar primero por teléfono. «Conozco a gente que tiene 20 teléfonos móviles sólo para conseguir un buen sitio», añade.