La ciudad al norte de Italia llegó a ser de los destinos turísticos más populares de Europa en el siglo XIX.
No sabemos lo que Goethe hubiera escrito sobre Merano. Durante su viaje a Italia, en 1786, el príncipe de la poesía visitó Bolzano, pero no pasó por la vecina ciudad de Merano. Probablemente, esta ciudad no le habría impresionado especialmente.
Un viejo grabado, hecho poco más de 60 años después, muestra una tranquila villa: en la orilla este del riachuelo Passer estaba la pequeña Iglesia del Espíritu Santo, en la orilla oeste un molino de agua, en el centro de la ciudad la iglesia parroquial de San Nicolás, a la derecha, en una colina, la Torre de Pólvora con su muralla sobre la que se alzan las cimas cubiertas de nieve de los Alpes.
El diminuto centro histórico de Merano, entre el Val Venosta y la Puerta de Bolzano, ha sobrevivido prácticamente sin cambios al paso de los siglos. Las viejas casas están pegadas unas a otras, como si buscaran protegerse de la sombra amenazante de las montañas cercanas.
Por los callejones con sus casitas y huertos y patios de muchos rincones pasa diariamente un río de turistas, delante de farmacias, tiendas de souvenirs y trajes regionales y cafés en donde personas mayores comen tartas de nata, en un ambiente propio de los años 70. El encanto placentero de una ciudad de provincia que no tiene más que 37,500 habitantes.
Para los teutones, la ciudad está situada lo suficientemente al norte para que no se sientan totalmente en el extranjero, al tiempo que su suave aire, sus palmeras y cipreses ya exhalan un ambiente italiano. Fue justamente esta mezcla entre norte y sur la que hizo que la emperatriz austriaca Isabel de Baviera, más conocida como Sissi, creyera en 1870 que esta localidad reunía las condiciones para mejorar el estado de salud de su hija María Valeria.
Su esperanza se cumplió y tuvo como consecuencia que la emperatriz realizara hasta el año 1889 otras cuatro visitas a Merano. Hoy, el turista se topa a cada paso con la figura de la superestrella Sissi: en el Parque del Paseo Veraniego, sentada en una silla de mimbre grabada en una estatua de mármol, como escultura de madera en una balaustrada del castillo de Trautmansdorff y como nombre del restaurante gourmet «Sissi».
Merano sabe cuánto le debe a la monarca: la cura de la emperatriz desató en las casas reales europeas una auténtica avalancha de viajes hacia el sur que convirtió a la ciudad a finales del siglo XIX en uno de los destinos turísticos más populares del continente. Como una especie de homenaje a la emperatriz austriaca, Merano mandó construir hace 12 años el «camino de Sissi», que pasa por estaciones que tuvieron algo que ver con las estadías de Isabel.
Desde el Parque Isabel, al sur del río Passer, el camino en recuerdo de Sissi serpentea cuesta arriba por escaleras y subidas empinadas, atraviesa el elegante barrio de Obermais y pasa delante de mansiones encantadoras y jardines llenos de árboles frutales.
Vale la pena dedicar todo un día a una visita al jardín del castillo de Trauttmansdorff. La primavera es la época ideal para contemplar el esplendor de las flores en las 80 zonas ajardinadas. Cuatro senderos circulares llevan al caminante por escaleras, puentes y puentecillos, y por terrazas diseñadas de forma muy artística, atravesadas por lagos cubiertos de cañas y cascadas murmurantes.
Quien puede caminar bien y no padece de vértigo de ninguna manera debería dejar de visitar el mirador de Matteo Thun’scher. Esta atrevida construcción de madera y acero ofrece una vista espectacular del castillo y los jardines y que llega, atravesando el valle, hasta Bolzano.
Las habitaciones del castillo, donde Isabel se hospedó durante su primera y su última estadía en Merano, en los años 1870 y 1889, alberga desde 2003 el Touriseum, un museo que lleva al visitante a un viaje divertido e interesante por 200 años de historia turística tirolesa. No se puede decir que siempre fuese la crónica de un amor recíproco. Ya en 1870, la población local echó pestes contra el guía turística impresa: «Con cada nueva edición este horrible libro es mejor, es decir, que nos vuelve a quitar un pedazo de libertad». El obispo de Bresanona incluso temía por la moral de sus ovejitas y bramó: «Quien defiende el turismo desea la perdición moral del país».
Los huéspedes prominentes, por el contrario, se mostraban exultantes. La lista de artistas que hicieron aquí sus curas en baños termales se lee como el «Quién es quién» de toda una época: Arthur Schnitzler, Gertrud von le Fort, Stefan Zweig, Franz Kafka, Christian Morgenstern.
Merano: un paraíso terrenal, tan cerca y al mismo tiempo tan lejos y pasajero, para el que no existe una declaración de amor más bonita que el nostálgico elogio del escritor estadounidense Julien Green: «Con Merano siento una cercanía especial, pero nunca vuelvo allí, ni siquiera en el recuerdo, sin aflicción; con las guirnaldas de sus viñedos, huertos frutales y paseos a lo largo del torrente, todo en este feliz valle me habla de lo que nunca, nunca jamás volverá a ser».
Información básica
Cómo llegar: En avión a la ciudad austriaca de Innsbruck. Desde allí en coche de alquiler por la autovía A13 y más tarde por la A22 a Bolzano. Desde allí por la carretera SS38 a Merano. Desde Bolzano también se puede ir en tren a Merano.
Castillo de Trauttmansdorff: Horario de apertura: en verano hasta el 31 de octubre de las 09:00 hasta las 19:00 horas; los viernes en junio, julio y agosto de 09:00 a 23:00 horas (Tel.: 0039 0473 258 819, email: info@trauttmansdorff.it , www.trauttmansdorff.it).
Informaciones: Administración de balnearios Merano, Freiheitsstraße 45, 39012 Meran, Italia (Tel.: 0039/473/272000, email: info@meran.eu,www.meran.eu).
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