Un viaje carretero lleno de imágenes únicas que mezclan placeres purépechas y novohispanos
Este viaje comenzó en Google Maps, donde vimos que bastaban 415 kilómetros para recorrer buena parte de Michoacán desde la Ciudad de México y culminar en la celebración del Día de Muertos (1 y 2 de noviembre) en el bellísimo pueblo de Pátzcuaro.
Más tardamos en salir de la metrópoli que en llegar a Tlalpujahua, a hora y media desde la salida a Toluca, justo donde empieza el estado de Michoacán. Este lugar fue uno de los pueblos mineros más importantes de la Nueva España y tiene un aspecto melancólico de calles empedradas, pequeñas plazas y antiguas casas de anchas paredes.
Hay muchas fábricas de esferas artesanales. Se puede decir que aquí es Navidad todo el año, compramos algunos adornos para las cercanas fechas navideñas y visitamos el Santuario de Nuestra Señora del Carmen, un templo que tiene su mayor atracción en el interior, decorado con un vergel de flores de barro coloreadas sobre un fondo azul intenso.
Visitamos la Mina Dos Estrellas, que fue la primera productora de oro en el mundo a principios del siglo XX. Vale la pena recorrer el museo y disfrutar del bosque de pinos y abetos que ha ganado terreno a las antiguas instalaciones de la mina.
Anochece y vamos a una cenaduría, donde nos dan pan de pulque, atole de alpiste y corundas, una especie de tamales triangulares rellenos de carne. Hace frío y nos abrigamos para salir, caminando a nuestro hotel entre una neblina digna de un cuento de Edgar Allan Poe.
Al día siguiente salimos temprano para manejar una hora hasta Los Azufres, una zona de géiseres y aguas termales, verdaderos spas naturales donde desayunamos y tomamos un baño de lodo, que nos quitamos en una piscina de agua termal.
Disfrutamos del sol y a medio día salimos hacia Morelia, a hora y media de camino. Entramos a la capital michoacana por la calle Madero, que atraviesa todo el centro frente a la catedral y la Plaza Mayor.
Dejamos el auto en el hotel y salimos con ganas de recorrer todas estas calles de altos palacios de cantera, horas después nos sentamos a pedir algo en los portales y sin querer descubrimos Lu, Cocina Michoacana, donde la chef Lucero Soto moderniza las recetas tradicionales michoacanas y comemos unas enchiladas con queso cotija.
Salimos a caminar, descubriendo parques y plazas en cualquier dirección, restos del llamado ?jardín de la Nueva España?, como llamaba el independentista Morelos a su ciudad. Nuestro buen olfato nos lleva a la Dulcería de la Calle Real, un gran negocio atendido por empleados vestidos a la usanza de los siglos pasados.
Quedamos cautivados por las vitrinas de ates, morelianas, rollos de guayaba, chongos zamoranos, duraznos prensados y muchas delicias más, exhibidas entre juguetes y antigu?edades. Aprovechamos y compramos dulces para todo el resto del camino.
Cerramos nuestra segunda noche bebiendo cerveza en la terraza del hotel Los Juaninos, en un ambiente muy cosmopolita que cambiará por completo al día siguiente.
Salimos sin desayunar hacia la zona del lago de Pátzcuaro y hacemos una escala en Quiroga, lugar donde nacieron las ?carnitas michoacanas?. Nos detenemos en el carrito de Carmelo, una familia que vende carnitas desde 1938.
A diferencia del DF, aquí la carne es más jugosa, suculenta y suave, por si fuera poco, las salsas son deliciosas, de ensueño.
Después del ?tentempié? seguimos a Santa Fe de la Laguna, un pueblo a 25 kilómetros de la ciudad de Pátzcuaro, donde reservamos habitación en el Hostal Tsipekua, un cómodo hospedaje atendido por mujeres purépechas. Santa Fe de la Laguna conserva su plaza de portales de madera y la iglesia que precedía el primer hospital que fundó en la zona Vasco de Quiroga, en 1531.
En estas fechas se venden calaveritas, muñecos de dulce y flores de cempasúchil, sólo se escucha purépecha y por todos lados ondea la bandera de la nación tarasca o purépecha, con su frase ?Juchari Uinapikua?, que significa ?nuestra fuerza?.
Comemos sopa tarasca en el restaurante del hostal, que es una verdadera cocina michoacana donde todo se hace siguiendo las recetas ancestrales y sabe delicioso. Salimos a Pátzcuaro, la ciudad más visitada durante las fiestas, donde las casas y patios abren sus puertas para que los visitantes vean las ofrendas.
En la plaza principal se pone un gran mercado con artesanías de todas las regiones michoacanas. De noche vamos al muelle de Pátzcuaro, donde se monta un espectáculo de danzas y desde el cual parten decenas de embarcaciones, llevando veladoras y flores hacia la isla de Janitzio.
Antes de la medianoche llegamos al cementerio de Tzurumútaro, todo iluminado por velas que resaltan el intenso color naranja de las flores. Aquí la gente pasa la noche velando a sus muertos, en las tumbas adornadas con detalles que los recuerdan: una bicicleta de flores para el ciclista, un avión para el piloto y un balón para el que amaba el futbol.
La gente cuenta con gusto sus historias y se comparte el mezcal, el café, el atole, los charales empanizados con limón y las corundas. Justo a media noche se hace un juego de pelota tarasca, una especie de hockey con una pelota en llamas, que surca la oscuridad iluminando dramáticamente a los jugadores.
Regresamos a casa, pero hacemos una parada en Santa Clara del Cobre, donde vale la pena ver los talleres familiares y comprar algún sartén u olla hecha cien por ciento en cobre. Un recuerdo muy útil de un viaje inolvidable.
Datos Útiles
Dónde hospedarse
Hostal Tsipekua Calle Portal Petamuti s/n Santa Fe de la Laguna, Michoacán Tel. (454) 3540-164 (pregunta por la propietaria señora María del Carmen Dimas)
Dónde comer
Lu, cocina michoacana Portal Hidalgo 229, Centro Histórico Morelia, Michoacán, México Tel. (434) 3422-835
Dulces morelianos
De la Calle Real, Madero 440, Col. Centro Morelia, Michoacán, México. Abre diario de las 10 am a las 8 pm Tel. (443) 3120-477
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