Más allá de la Plaza Dam o el Palacio Real, te invitamos a recorrer Ámsterdam por dentro y por fuera.
No sólo sus paisajes en invierno son de una extraña delicadeza. Los canales se congelan, la gente emula osos de vasto pelaje. El cielo se vuelve un paisaje parduzco. Y la luz, tan brillante y vivificadora en temporada de verano, toma un matiz de misterio. Ámsterdam en invierno. Esta ciudad compuesta por 90 islas, 170 canales y que está, en ciertas zonas dos metros por debajo del mar, es una de las metrópolis más cosmopolitas del mundo. La temporada invernal es una invitación a pasar mucho tiempo en interiores, pero también de explorar el íntimo mundo holandés. Con una temperatura veleidosa, se puede pasar del frío a una helada y de una breve llovizna a nieve en segundos, lo que puede esperarse siempre es un viento que cala. No encontrarás hordas de visitantes (casi todos se han marchado siguiendo el sol), entre las calles habrá gente del barrio. El frío invita a quedarse en casa o en un bar, los hay por montones aquí o bien entrar en un coffeeshop y fumar un cigarro de mariguana (legal aquí) para relajarse del mundo de la megaproducción. Enero es uno de los meses con mayor número de eventos en la ciudad, la semana de la moda, o el evento nacional de salto y equitación son dos de los preferidos de la temporada. Esta es una guía para viajeros que saben que pocos lugares son mejor que muchos.
Una mañana de paisajes
Si se ha llegado de mañana, para tomarle el pulso a la ciudad, no hay más forma que hacer «lo que viereis» como reza el dicho popular: renta una bici, si el clima lo permite, es decir si no llueve, y lánzate por los canales del centro de la ciudad, el Prinsengracht, el Keijzersgracht y el Herengracht. Pasear por aquí da al visitante una estampa entre lo contemporáneo y el pasado, bellas casas datadas del siglo XVII siguen de pie deslumbrando todavía con su austera belleza (algunas tan ladeadas que no se sabe cómo hacen sus habitantes con tanta inclinación). La zona más opulenta es Herengracht por la calle de Nieuwe Spiegelstraat. Vale la pena hacer una escala en el Museo Willet-Holthuys (Herengracht 605), una casa, por no decir mansión, del siglo XVII con mobiliario de la época que te permitirá adentrarte al espíritu de la época y tratar de sentir cómo se vivía en aquella época. Siguiendo en bici se puede llegar al parque más emblemático de la capital holandesa el Vondelpark, que debe su nombre al poeta Joost van den Vondel, bardo nacional. Aquí es fácil reconocer las razones por las cuales la pintura holandesa (o llamada flamenca) tiene en el paisaje y el retrato sus mejores obras. Las escenas cotidianas en invierno con árboles solitarios y lagos o fuentes congeladas son imágenes apacibles que contrastan de pronto con el bullicio y la alegría de los niños en trineos o patinando, o se ven atravesadas por contornos de siluetas de largos abrigos; vida en exteriores que parece una partitura. El parque en esta temporada es una suerte de música visual. En algunas zonas del parque hay pequeños kioscos donde venden bebidas y cosas sencillas para comer.
Para entrar en calor
Cervecería Heineken. Indudablemente un paraíso para reponer energías, calor y vivificar el alma. Una cerveza mundialmente conocida ha hecho de este espacio más que un museo. Se pueden ver todos los procesos de cómo se hace una cerveza, desde la selección de la cebada, las maltas, la fermentación, hasta ser parte de este proceso y llegar al momento culminante: un buen tarro de cerveza. Otra opción es entrar a cualquier cervecería de Ámsterdam, son como pequeños bares, con luz tenue donde no debes dejar de probar las kroketten que no son otra cosa que pequeñas croquetas de carne, las más típicas, o de pescado o camarón, que se llevan a las mil maravillas con la cerveza. Un típico platillo holandés presente en todas las mesas cuando hay un partido de fútbol, el deporte nacional.
Los interiores de un mundo: Casa de Ana Frank
Su historia le ha dado la vuelta al mundo. La mayoría de los adolescentes, por lo menos hasta los de mi generación, tuvo en algún momento en sus manos el Diario de Ana Frank. Historia de una adolescente que, de manera articulada, con una prosa llena de vitalidad y brillos de humor, narró al mundo entero cómo y qué significaba vivir en la sombra mientras el régimen de Hitler destruía gran parte de Europa. Y, para dolor de los lectores quienes acompañan a Ana durante sus periplos y pensamientos por el mínimo espacio del «detrás de la puerta», Ana muere a manos del régimen de la suástica. Este museo es por ello, un espacio que no sólo honra la vida de esta joven escritora, es también un emblema de la Europa decidida a no dejarse vencer ante nada. Por ello, es interesante una visita a este museo, aparte de adentrarse por los más extraños recovecos de la casa e ir imaginando algunas de las escenas narradas en el libro.
Donde el mundo comienza. Comer en Asia estando en Ámsterdam
En el centro de Ámsterdam pareciera que, aparte de todas las familias de hongos y mariguana que llegan aquí, también han echado raíces las más lejanas cocinas. No es raro por ello que, en el gusto popular de los amsterdameses, siempre esté mencionado un restaurante asiático: thai, viet, hindú, malayo, surinamés, indonés, chino, en fin. Si te encuentras por el bohemio barrio del Jordaan, sugerimos el Kinaree Thai Cusisine (1e Anjeliersdwarsstraat 14), pequeño y con buena cocina tailandesa. Otra opción es el Korean Garden (Europaplein 21), uno de los consentidos de los locales. La lista es larga, la mejor recomendación es entrar al restaurante, echar una mirada rápida y si hay comensales asiáticos, ¡bingo!, seguro te llevarás una buena experiencia. Los nativos nunca mienten a la hora de comer la buena comida de sus países de origen.
El arte de la belleza. Museumplein
La gran plaza y jardín de Museumplein es un lugar que en verano se ve atestado de gente que pasa largas horas recibiendo la luz solar. En esta temporada es un sitio de paso para llegar a los grandes museos: el Van Gogh Museum y el Rijksmuseum, este último en una gran remodelación pero con un espacio abierto donde presenta sus piezas maestras de autores como Rembrandt y Vermeer. También el Rijks tiene un espacio en el aeropuerto de Schiphol, entre las salas E y F, más allá de control de pasaportes, donde podrás ver la exposición El invierno holandés, una selección de los más bellos paisajes invernales directo de la colección del museo. Imperdible. ¡Y gratis! Estará abierta hasta marzo. Regresando al Museo Van Gogh, si eres amante de la pintura o de la personalidad excéntrica de Vincent no puedes irte de Ámsterdam sin pasar una tarde o mañana en este espacio. Sus series de flores japonesas son de una belleza cautivadora.
El Barrio Rojo y la iglesia más emblemática
Imposible decir que se fue a Ámsterdam y no visitar su Barrio Rojo. Es el barrio de los coffee shops y de las prostitutas en los ventanales (si te preguntas por qué algunas tienen luz roja es porque antes de que hubiera luz eléctrica usaban quinqués de vidrio rojo para iluminar los ventanales y la tradición permanece) y las sex shops pero más allá es también la zona más vieja de la ciudad y donde se encuentra la iglesia y museo Nuestro Señor en el Ático (Oudezijds Voorburgwal 40). Una iglesia escondida en el ático de una casa de tres pisos que data de hace más de 200 años cuando practicar el catolicismo estaba prohibido en la Ámsterdam protestante. Es un espacio silencioso y de particular serenidad. Es como un tesoro escondido.
LOGÍSTICA
Museo Heineken. Stadhouderskade 78, se puede llegar por los tranvías 7, 10, 16, 24 o 25.
Museo Anne Frank. Prinsengracht 263-267. Los tranvías 13 y 17 y los camiones 142, 170 y 172 te dejarán a pasos del museo.
Museo Van Gogh. Paulus Potterstraat 7. Desde la Estación Central se pueden tomar los tranvías 2 o 5.
Rijksmuseum. Jan Luijkenstraat 1
RECOMENDACIONES
Compra una tarjeta para usar los tranvías de 48 horas, tiene un costo de 11.50 euros y puedes usarlo muchas veces y te evitarás la lluvia y el frío.
También puedes comprar la Museum Card que te da acceso a la gran mayoría de museos de la ciudad y es mucho más económico.
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