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Un mundo de coral

Entre Recife y Maceió, en el nordeste de Brasil está la única barrera de corales del Atlántico Sur.

Brasil cuenta con ocho mil kilómetros de litoral, lo que lo convierte en la costa tropical más grande del mundo. Bahías, restingas y playas, unas más lindas que otras, vuelven difícil la elección a la hora de decidirse por una. En el nordeste, frente a las costas de los estados de Pernambuco y Alagoas, una barrera de 135 kilómetros de arrecifes de coral a tan sólo seis kilómetros de playa, son un motivo para elegirlo como destino. Se trata de una de las costas de coral más grandes del mundo con la ventaja que aquí todavía no ha llegado el aluvión turístico.

Un buen plan es llegar a Recife, capital de Pernambuco, y tomar el vuelo de regreso desde Maceió, capital de Alagoas, o al revés. Además de pasar un par de días en estas dos grandes ciudades, vale la pena recorrer con tiempo los 265 kilómetros de una a otra, donde se suceden pueblos y playitas para todos los gustos, entre ellos los dos polos turísticos, Porto de Galinhas y Maragogi, de donde parten las jangadas y catamaranes a las piscinas naturales.

Recife, una ciudad con un millón y medio de habitantes, fue fundada en 1537. Está atravesada por varios ríos y puentes por lo que la llaman la «Venecia de Brasil». Además de sus playas concurridas, son muy atractivos su centro histórico y la Casa da Cultura, una antigua cárcel del siglo XIX donde, en sus celdas intactas, hoy funciona una mercado de artesanías. Muchos puestos están en manos de bordadoras de puntilla y de macramé en hilos de colores.

A menos de una hora está Porto de Galinhas, una de las playas más visitadas del nordeste. Su nombre alude a los esclavos. Cuando la esclavitud fue abolida, los esclavos siguieron llegando a este puerto de contrabando. Los piratas decían traer un cargamento de «gallinas».

Hoy las gallinas están multiplicadas en artesanías y suvenires: llaveros, muñecos, imanes, manteles, bandejas, y hasta en gallinas gigantes en la puerta de muchas tiendas. Se trata de una playa alegre y concurrida, llena de bares donde tomar agua de coco, tragos súper decorados y comer una langosta a la plancha recién sacada del agua.

En Porto, como le dicen, hay decenas de jangadas en la orilla que se contratan allí mismo para hacer unos metros hasta las piscinas. El agua es verde turquesa, transparente y llena de peces que se ven desde la jangada o esnorqueleando. Otra opción es caminar en el agua con algún calzado acuático para no lastimarse los pies.

Muy cerca está Muro Alto. Como su nombre anticipa, desde la orilla se ve un muro de roca paralelo a la orilla, a 50 metros, lo que forma una piscina más o menos profunda según la marea. Cuando sube, la ola rompe contra el muro y salpica. Se puede nadar hasta allí, treparse al muro, caminar por arriba y ver escondidos erizos, cangrejos, caracoles y otros tesoros del mar.

En Muro Alto están los resorts románticos y más sofisticados. Maracaípe es otra playa, sin muro y con buenas olas para surfear. Está considerada una de las mejores playas de Brasil para practicar este deporte. A la noche, las tablas se guardan y empieza el relax de los bares, con cerveza, caipirinha y música en vivo.

Hacia el Sur hay otra que está siendo descubierta poco a poco: Carneiros, ubicada en el quinto puesto del ránking de las playas más lindas de Brasil, según la guía de viajes Quatro Rodas 2010. Carneiros es una postal: cocoteros verdes, arenas blancas, mar azul y playas desiertas porque toda la tierra pertenece a una misma familia.

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La mejor manera de moverse de una playa a otra es en buggy. A pocos kilómetros de Carneiros está Maragogi, en el estado de Alagoas, el Caribe brasileño a juzgar por sus aguas increíblemente turquesas. Con menos infraestructura que Porto, Maragogi cuenta con 22 kilómetros de playas abiertas, un par de resorts, algunas posadas con buen diseño y restaurantes de playa que ofrecen el paseo en catamarán a las Galés, la perla de esta costa de corales.

Las Galés son piscinas formadas en medio de corales, a seis kilómetros de la orilla. A tono con el estilo relajado de Brasil, los catamaranes parten de la playa. En la media hora de navegación, los instructores aprovechan para explicar que se trata de un área de preservación ambiental por lo que no están permitidas las aletas ni llevarse nada de recuerdo.

Como si fuera un estacionamiento en medio del mar, los catamaranes se detienen uno junto a otro para que los turistas se echen al agua con visores y esnórquel y sean parte por una hora de ese universo silencioso y lleno de vida.

En estas playas, existe un reporte diario que se consulta como a una Biblia: no es la de la bolsa de valores, sino la tabla de mareas ya que es el mar quien dicta la actividad del día. Los paseos a las Galés se realizan cuando el mar está bajo y esto cambia a diario.

Es imprescindible planificarlo porque algunos pocos días al mes, la bajamar ocurre de noche o al alba y ese día no hay no hay paseo. Próximos a los botes, verás niños vendiendo bolinho de goma, una pastelería típica de la zona que se amasa artesanalmente en la vecina playa de Säo Bento. Muy cerca, en Japaratinga se ven familias pescando en la orilla; las mujeres desentierran moluscos, los hombres en el agua buscan pulpos y langostas.

Y si bien el mar hipnotiza, la naturaleza aquí tiene más para dar. En el río Tatuamunha se preserva el manatí, un mamífero de agua dulce en peligro de extinción. En medio de manguezales con cangrejos rojos y azules, Cicero de Oliveira rema en su jangada en busca de Aldo, el manatí de 400 kilos que de pronto salta y abraza el borde del bote.

Otro paseo imperdible es la caminata por la selva, machete en mano, guiados por Geraldo, hasta una cascada y un inmenso árbol centenario llamado visgueiro.

El puto final es Maceió, moderna capital de Alagoas, con un millón de habitantes, sofisticada gastronomía y una envidiable avenida costera que bordea playas llenas de palmeras con cocos verdes y puestos donde venden jugos y sorbetes, como el de acadeí, preparada con el fruto de una palmera amazónica a la que le atribuyen poderes energizantes. Energía es la palabra para sintetizar la alegría y fuerza del nordeste brasileño y su gente.

LOGÍSTICA

Cómo llegar
Gol tiene vuelos a Recife y Maceió desde varios puntos de América Latina (www.voegol.com).

Dónde dormir
(tarifas de temporada baja)
Golden Tulip, Recife, desde 185
dólares (www.goldentuliprecifepalace.com).
Nannai, Muro Alto, desde 450 dólares con media pensión (www.nannai.com.br).
Solar Porto de Galinhas, desde 226
dólares, (www.solaportodegalinhas.com.br).

Dónde comer
Marangatu, Porto de Galinhas (www.marangaturestaurante.com). Pousada do Alto, Japaratinga (www.pousadadoalto.com.br)

National Geographic

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