Oaxaca o la región de los viajes cortos, diría, guarda para el viajero varios puntos interesantes, y todos a menos de 40 minutos de la ciudad, sin que el conocimiento de la antigua Antequera se agote.
Te han contado que Oaxaca, la antigua Antequera, es un lugar mágico al que debes viajar cuando quieras internarte en la esencia de México, y los argumentos históricos son abundantes. De ser así, no te han contado lo suficiente: como de la luz diáfana que desciende desde Monte Albán e inunda las calles de la ciudad, y los atardeceres dorados que resplandecen en el Paseo Macedonio Alcalá; en tanto que sus museos lo mismo fraguan la siguiente evolución pictórica desde el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) que albergan la colección de piezas prehispánicas mejor curadas por las manos de Rufino Tamayo; sin dejar de mencionar que por sus mercados y restaurantes se fusionan los sabores de toda la variedad de moles conocidas en México y presentan nuevas propuestas gastronómicas. Eso no vendrá en ninguna guía, porque sólo lo puedes saber por quien ha experimentado Oaxaca de Juárez como si se viajara a una región inimaginable y a la vuelta de la esquina.
Esta región, que fuera una de las canteras naturales en la época colonial, ahora es el lugar en el que se expresan de manera tangible aquellos valores de México menos tangibles: la gastronomía, el trabajo artesanal y la pintura de gran calado, la convivencia de culturas nativas y sus acervos orales; culturas milenarias que representan un México que se encuentra por desarrollarse, en plena evolución. Quizá ninguna región como los valles mixteco, zapoteca y mixe contienen una manifestación pletórica, y esto es justo su encanto.
La ciudad renació después de la remodelación del Ex Convento de Santo Domingo y el Paseo Macedonio Alcalá. El Paseo articula una serie de instituciones como IAGO y otros organismos culturales: el Museo de Arte Contemporáneo o el Museo Rufino Tamayo, por ejemplo. La celebración de festivales como Instrumenta Oaxaca pone en el escenario internacional de la música a la ciudad y a los intérpretes mexicanos. La ciudad se mueve con un fuerte acento hacia la cultura por un lado y el turismo gastronómico por el otro. Es una ciudad en la que no hay desperdicio, ni mal uso del tiempo libre.
Una vez que llegas a la ciudad de la antigua Antequera de Oaxaca, lo mejor es hospedarte en el centro de la acción. A tan sólo unas cuadras del Centro Histórico se encuentra el Hotel Casa Oaxaca. El lugar es pequeño y pensado con meticuloso detalle para que la sencillez sea la norma que rija tu estadía. Una casona de apenas cinco habitaciones ?cada una con decoración a modo? que te proveen de tranquilidad para descansar del día y grandes platillos a cargo de Alex Ortiz alrededor del espacio silencioso del patio andaluz. Como no hay tiempo que perder, debemos desempacar y llegar al Mercado 20 de noviembre, ideal para endulzar la mañana con un pan de yema acompañado de una taza de chocolate espeso.
(DíA 1)
El siguiente derrotero será partir a Monte Albán. La ciudad de Oaxaca se ubica al pie de la cadena montañosa de la Sierra Madre del Sur, y a 9 km se encuentra este conjunto ceremonial zapoteca-mixteca. Sigue siendo un misterio la manera en que erigieron los palacios y templos. Un cerro fue cortado en su cima para albergar a una ciudad. La visita guiada desde el museo de sitio es obligada y la vista de los valles que se ofrece es imponente. Es un recorrido que durará toda una mañana y hacia la tarde podrás regresar a Oaxaca para recorrer el Paseo Macedonio Alcalá. Si comienzas desde el zócalo de la ciudad encontrarás calles adoquinadas y remozadas, con locales comerciales y restaurantes; tres puntos importantes de este recorrido: el Museo de Arte Contemporáneo, el IAGO y el ex convento remodelado de Santo Domingo. El ex convento, ahora Centro Cultural Santo Domingo, ofrece el atractivo de tener en su interior el Museo de las Culturas de Oaxaca: un magnífico trabajo de reconstrucción y conservación en cada habitación y patios. Gracias a este museo es posible conocer innumerables piezas de cerámica y joyas arqueológicas procedentes de Monte Albán, Mitla, Yagul, Lambityeco, Dainzú y Huijazoo. Además, el jardín botánico que rodea al ex convento se conformó gracias a que distintas etnias oaxaqueñas trabajaron para tener en un solo paisaje las flores y plantas de ornato de todo el estado. La experiencia es exuberante de un solo vistazo.
Para rematar con una cena temprano, justo a un costado de Santo Domingo, se encuentra localizado Casa Oaxaca El Restaurante, del mismo hotel sólo que en una localidad que le permite captar más visitantes. La comida que se sirve allí es ligeramente diferente del hotel. Digamos que Alex Ortiz, el chef, le imprime un toque más vanguardista a los platillos propios de la región, así la sopa de frijolón con julianas de tortilla son una vuelta de tuerca a la tradición. La res en amarillito junto a unos tacos de jícama con chapulines y quesillo con huitlacoche resultan un prodigio.
(DíA 2)
Para un segundo viaje de exploración conviene ir hacia el Este, rumbo al Árbol del Tule, que data de 2000 años atrás, mide 40 metros de alto y 42 de circunferencia, se encuentra en el poblado de Santa María del Tule, pueblo diminuto cuya atracción gira en torno de este maravilloso ahuehuete ejemplar, así como varios puntos turísticos de la entidad. El poblado se ha renovado ya hace varios años, sus calles principales fueron adoquinadas y la afluencia de visitantes se distribuye alrededor de este gigante de manera apacible por medio de un jardín que rodea las raíces y frondas en el atrio de la iglesia.
Todavía más al Este podrás llegar a Tlacolula, otro diminuto pueblo que desde su ruta nos remonta a la época colonial y de evangelización. Se cree también que los zapotecas partieron de esta población para tomar control del valle central oaxaqueño. En torno a la iglesia, cada domingo, se reúnen los comerciantes y productores nativos de los poblados cercanos en el tianguis más longevo que se conozca.
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Y la razón principal de la visita es internarse en el atrio para llegar a la Capilla del Cristo de Tlacolula una de las joyas coloniales que se conserva desde el siglo XVI; con su talla y estofados originales, su yesería, sus muebles, no sólo se puede apreciar una manufactura barroca original, sino habitar por momentos una de las capillas más bellas: la bóveda y la cúpula están cubiertas de motivos florales estilizados, presentes también en la superficie de los muros, rodeando en ocasiones a espejos, esculturas, retablos o pinturas al óleo. En el retablo principal se aloja la escultura de Cristo crucificado, el Señor de Tlacolula. Este altar es una de las pocas piezas que se conservan del rococó.
Podrías seguir hacia el Este y llegar a más destinos, pero de seguro la hora de la comida y del regreso se aproximan. Puedes cerrar la estadía con broche de oro. He dejado este lugar al último por tratarse de una experiencia reveladora de lo que la región oaxaqueña guarda. Deyanira Aquino es una juchiteca, es decir que sus artes provienen del Istmo de Tehuantepec, lugar de mujeres fuertes, que lo mismo han visto nacer a hombres como Porfirio Díaz, que a talentos como Francisco Toledo o Andrés Henestrosa. Y esta juchiteca abrió un pequeño espacio gastronómico de la comida de esa región. El acento del istmo es un matiz más de los que imprimen un carácter gastronómico sin par al estado. Una cocina cerca de la costa y feraz como su paisaje. Lo llamó La Teca, para abreviar lo de juchiteca. Un local de no más de cinco mesas, pero con una generosidad enorme. Cuando la concurrencia se impone numerosa abre el jardín de su casa para colocar a la gente a sus anchas. Es un menú de varios tiempos que comienza con un mezcal de Amatengo y tamales variados: de elote, de cambray (mis preferidos de pollo axiote y ciruela pasa), de amarillito; para seguir con unas garnachas istmeñas coronadas con queso salado y amargo para mayor distinción; para pasar después a varias carnes de venado, pollo cerdo condimentados con los aromas y perfumes que le otorgan dos moles a elegir: negro o colorado. Le siguen un puré de papa istmeño, arroz, y el plato estrella que no se pueden perder: estofado istmeño. Una combinación de carne de venado o res deshebrada, con mole, piña y mango. Es un verdadero placer comer estos platillos regionales. Con estos sabores de Oaxaca en el gusto uno puede retirarse de la ciudad esperando volver por más.
Siempre hay que volver por más pues, casi puedo asegurarlo, habrás dejado de visitar Mitla, el atrio mayor abierto del convento abierto de Cuilapan, las ruinas de Zaachila, el Museo Rufino Tamayo de piezas prehispánicas, el IAGO, la Catedral Metropolitana, las ruinas de Yagul aún semiocultas y el cielo infinito de los valles centrales oaxaqueños.
Logística
Para empezar hay que saber que a Oaxaca se llega para caminar en la ciudad o en la mayor parte de ella, pero para los atractivos que se encuentran en las inmediaciones, es conveniente llevar un automóvil o rentar uno desde la Ciudad de México para que la transportación sea más sencilla.
Hotel Casa Oaxaca. García Vigil 407, colonia Centro Histórico, (5255) 951-514 4173, www.casaoaxaca.com.mx, reservaciones: reservaciones@casaoaxaca.com.mx.
Casa Oaxaca El Restaurante. Constitución 104-A, colonia Centro Histórico, 68000, (5255) 951-516 8531, correo-e: casaoaxacaelrestaurante@prodigy.net.mx.
Dato interesante: se ve con frecuencia a Francisco Toledo en el lugar. En la galería Quetzali, que comparte el inmueble, se han exhibido sus pinturas y las de otros artistas oaxaqueños: Damián Flores, Rodolfo Morales, Sergio Hernández.
La Teca. Violetas 200, colonia Reforma, (5255) 951-515 0563. El restaurante de Aquino no es un cinco estrellas en cuanto a instalaciones, pero han pisado este lugar todo mundo que se jacte de ser importante en Oaxaca y sus visitantes internacionales, personalidades, embajadores, e incluso políticos. Un nutrido mosaico se exhibe en las paredes del lugar.
Monte Albán. Se encuentra situado a 9 kilómetros de la ciudad de Oaxaca. Existen tours de camiones que parten del centro de la ciudad. Tiempo estimado de llegada: 15 minutos.
Árbol del Tule. Se encuentra situado a 13 kilómetros sobre la carretera 190, al este de la ciudad. Tiempo estimado de llegada: 20 minutos.
Tlacolula. Se encuentra a 30 kilómetros de la ciudad, sobre la misma carretera 190. Tiempo estimado de llegada: 30 minutos.
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